Socialismo liberal, por Enrique Ochoa Antich
Twitter: @eochoa_antich
El gran error del marxismo es haber creído que el pensamiento socialista era una ruptura con el liberalismo y no una continuidad, un desarrollo, su profundización, su trascendencia, que es el concepto que Marx usó en La ideología alemana (aufhebung, en alemán, si mal no recuerdo). Esa idea, traída a la política práctica, de ruptura revolucionaria, llevó al equívoco histórico de pretender destruir todo lo viejo (lo que además no era posible y ni la «revolución cultural» de Mao logró) en nombre de lo nuevo: aquello de sobre las ruinas del capitalismo construiremos el socialismo. Lenin procuró rectificar este equívoco con la llamada NEP o Nueva Política Económica de apertura al sector privado y de vuelta a la economía de mercado (con 50 años de anticipación a Deng Xiao Ping …y si Lenin no enferma en 1922 y fallece en 1924, quién sabe si la URSS de entonces hubiese sido un fenómeno semejante a la China de hoy), que se proponía crear algo como un capitalismo de Estado, con privatizaciones en el campo, concesiones al capital privado nacional e internacional en las industrias, y una política monetaria ortodoxa… pero su muerte prematura nos trajo al estalinismo, centralista, burocrático, estatista.
La idea de trascendencia en vez de ruptura convierte al socialismo no en un lugar de llegada, la tierra prometida, sino en un movimiento dentro del capitalismo para irlo transformando desde dentro a través de reformas. En vez de ruptura, en todo caso lento desgarramiento. Bernstein, el primer «revisionista» (calificado así de modo peyorativo por los comunistas, como si lo que hicieron Marx y Engels no hubiese sido precisamente revisarlo todo), había dicho: El movimiento lo es todo, el fin último no es nada. Así, la única revolución posible es el salto cualitativo que se produce con la acumulación cuantitativa de reformas. 2a ley de la dialéctica materialista, según nos enseñaron, Engels dixit: la cantidad se convierte en calidad.
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Entonces ser socialista liberal es creer que hay una continuidad y no una ruptura entre liberalismo y socialismo, que el socialismo es un movimiento y no un fin último (un sitio de llegada, otra sociedad), que sólo la acumulación de reformas consigue con el tiempo algo parecido a un cambio revolucionario, que para alcanzar niveles sociales… o socialistas, si se quiere… de democracia directa se requiere cuidar y defender la democracia liberal representativa (la destrucción de ésta, como se ha probado muchas veces incluso recientemente entre nosotros, conduce a más centralismo, más burocratismo, más estatismo político, y a formas de autoritarismo contrarias al ideal libertario del socialismo… lo que aleja aún más el sueño de una democracia directa), que a una más democrática repartición de la riqueza e incluso a formas sociales de producción (donde la organización y madurez de la clase trabajadora lo permita y comenzando por formas cogestionarias) se llega resguardando a todo trance la creación de riqueza que la economía de mercado supone (como creía Marx, sólo profundizando hasta sus últimas consecuencias y desarrollando las fuerzas productivas capitalistas se puede llegar a algo parecido a socialismo, luego la tarea histórica de un verdadero revolucionario en la Venezuela de hoy es desarrollar el capitalismo hasta sus últimas consecuencias), y que la mayor y mejor repartición de riqueza se logra con un vigoroso Estado social de bienestar que asegure mediante impuestos -y sin poner en riesgo el crecimiento económico de las fuerzas productivas capitalistas- educación pública de calidad, salud pública de calidad, seguridad social para todos, servicios públicos de calidad para todos, seguridad personal y seguridad jurídica que suponga el respeto escrupuloso de los derechos humanos, todo lo cual supone un entorno de igualdad de oportunidades, la principal igualdad que importa hoy, aquí y ahora: es decir, economía social de mercado + Estado de bienestar: tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario, según la vieja fórmula socialdemócrata alemana.
Todo esto es lo que yo defino, desde mediados de los ’80 (a partir de un artículo que publiqué en El ojo del huracán, revista dirigida por Teodoro Petkoff), como socialismo liberal. Constituye a mi modo de ver un desarrollo del socialismo democrático o social-demócrata, que por décadas era sólo liberal en cuanto a la defensa de las libertades políticas y civiles pero no respecto de las libertades económicas.
En fin, socialismo liberal es: democracia representativa con espacios de democracia directa y economía social de mercado con un vigoroso Estado social de bienestar.
Enrique Ochoa Antich es un político y escritor. Fue miembro fundador de Movimiento al Socialismo (MAS).
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