Sociedad y economía son inseparables, por Rafael A. Sanabria M.
La sociedad necesita de la economía así como la economía a la sociedad, es una simbiosis. Una no puede estar separada de la otra. La sociedad impulsa la economía y la economía es motor de la sociedad. Que funcionasen por separado sería porque la dinámica social está en crisis.
Una sociedad con valores en decadencia, donde impere la corrupción y la desvalorización de los principios, tiene una bomba de tiempo que en algún momento acabará con la operatividad del aparato económico.
La realidad de nuestro país es ejemplo de una sociedad inestable donde se impone el yo antes que el nosotros, una sociedad “blanda” donde los individuos se pueden imponer fácilmente sobre la estructura institucional del Estado (también “blanda”).
La sociedad que no es capaz de producir sus propios bienes y servicios, tiene una economía dependiente, monoproductora, débil y escueta. Mientras la sociedad siga siendo copartícipe de políticas económicas de orden proselitista, seguiremos siendo el patio trasero de la economía mundial, que se beneficia de nuestros grandes recursos a precio de gallina flaca.
A esto le podemos hacer frente con educación, pues si sembramos la ciencia, la tecnología y la moral que edifica al hombre, estaríamos dando un gran paso para el desarrollo económico. Ningún país alcanza un alto nivel de desarrollo sin buena educación. Si a esta premisa se le diera la relevancia necesaria, la sociedad caminaría de frente al progreso, porque el desarrollo no se mide por la cantidad de dinero que tiene un país, sino por el talento humano que hace de su territorio un espacio para la producción desde el saber, que es el único instrumento que hace a las sociedades económicamente independientes.
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Todas las China, Corea, Finlandia son ejemplos descollantes de magnífica formación, especialmente en matemáticas. La realidad de Venezuela es otra, hemos vivido alegremente sin importarnos el mañana. No nos formamos en ciencia, tecnología ni valores sociales y hoy estamos de manos atadas frente a potencias que a cambio de nada nos quitan nuestros recursos. Otra sería la realidad si la sociedad a través de su educación preparase a los hombres y mujeres a levantar las bases sólidas de la economía. Casi todo lo importamos (hasta la gasolina), entonces, ¿cómo hablar de desarrollo?
La sociedad y la economía van de la mano, si la sociedad está en crisis la economía no puede desarrollarse. Hablar de sociedad ideal es hablar de orden moral. Es hablar del sueño de todos representado en la voluntad de progreso y perfección. Y es también hablar de estratos sociales que han perdido el norte del ideal, que se alejan cada vez más del sueño colectivo, por el crecimiento acelerado de las desigualdades económicas.
Sin duda la sociedad es dinámica de oferta y demanda, regida por las leyes del mercado, pero más por las leyes del bienestar colectivo, por el sentido común. Lo complejo de la sociedad y por ende de las reacciones sociales, es regulado por el sentido de trascendencia del ideal de Estado. La pérdida de la dualidad capitalismo-socialismo dejó un vacío en la defensa de las grandes mayorías, desenmascara la ausencia del orden moral socialista o comunitario y a su vez el mercado se olvida de la defensa de las grandes mayorías pobres. La globalización del mercado se olvida del mercado.
El desequilibrio moral, evidenciado por el primer modelo global, se ha incrementado. El alerta de los límites del crecimiento funcionó para los llamados países desarrollados, fundamentalmente para generar nuevas fuentes de acumulación de capital, países donde la ciencia y la lógica del capital lograron entrar en sintonía.
Dentro de los muchos enemigos a derrotar entre nosotros: la corrupción, la pobreza, la improductividad, la discriminación, el pragmatismo político y la incompetencia jurídica, el derrotar el síndrome de los operativos de emergencia como paradigma de conducta y de pensamiento estratégico (o de su ausencia) debe ser tarea prioritaria.
Otra cosa es pensar, como lo han hecho algunos investigadores, que de tanto practicarlo hemos debido desarrollar algunas destrezas aprovechables para ser más competitivos en el mercado. Pero para que eso ocurra debemos fijar los ojos en la pobreza educativa que habita en la sociedad y no tratar de encubrirla con el manto rasgado de los operativos como síntomas.