Sofía Ímber y el periodismo
Ímber incursionó en el periodismo siendo muy joven. Pasó por las redacciones de los principales diarios y revistas del país: El Nacional, Ahora, Últimas Noticias y El Universal, en este se encargó de las páginas de cultura, desde 1975 hasta 1996
Autor: Valentina Rodríguez Rodríguez
“¿Verdad que es bonito entrevistar!”, le dijo Sofía Ímber, con gesto de complicidad y brillo en la mirada, a uno de los periodistas que cubría los preparativos de la XXIII Feria Iberoamericana de Arte de Caracas (FIA).
La fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (MACC, antes Macsi) era la homenajeada de esa edición de la cita artística, que hasta el pasado 2014 había logrado sortear los altibajos del país y conseguido, de forma anual, desde 1992; reunir en un solo espacio, por unos días, lo mejor de la plástica nacional e internacional. Los últimos dos años sólo han podido realizar algunos de los eventos paralelos a la feria, como el Salón Jóvenes con FIA y FIA Todo Terreno. “La situación no da para más”, dicen los organizadores.
Horas antes de la gala inaugural (celebrada el 25 de septiembre de 2014) Ímber visitó la sala del Hotel Tamanaco Intercontinental donde estaban las piezas con las que le rendirían tributo: obras de Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero y Victor Vasarely y un video que presentaba su aporte y trayectoria como gestora y promotora cultural, realizado por los curadores María Luz Cárdenas y Alberto Asprino. Ahí se reunió con la prensa.
Llegó cerca de las 11:30 am. Llevaba unas medias de rayas y una camisa azul claro. La ubicaron delante de un cuadro pop que mostraba su rostro en serie. Al lado izquierdo de su silla de ruedas estaba una silla, cada periodista haría sus preguntas en privado.
En la sala seguía el montaje, el sonido de los martillos y taladros era el fondo musical de la velada, por lo que era necesario acercársele mucho para oír lo que decía la agasajada.
La Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1988, sentía que ya la FIA la había homenajeado en el pasado y más de una vez, “cada año que me invitaron a participar en la feria para mí fue un homenaje”, expresó.
Hasta hace poco más de dos lustros, cuando la cita se realizaba en el Hotel Hilton (hoy Alba) la Galería de Arte Nacional, El Ateneo de Caracas, el Museo de Bellas Artes y el Macsi ofrecían una programación (encuentros con artistas y charlas) o exhibición especial relacionada con la celebración de la FIA o parte de esta (Salón Jóvenes con FIA). Y en algunas oportunidades llegaron a tener stands en el recinto ferial, en los que mostraban piezas de sus colecciones.
Sin embargo, no dejaba de afirmar que estaba “muy contenta y emocionada” por este homenaje oficial.
Esa mañana las preguntas giraron en torno a la feria, el tributo y su contribución a la plástica nacional; según lo reseñado en prensa. Pero, el “¿Verdad que es bonito entrevistar!” que exclamó al último reportero en intervenir era una especie de recordatorio: su vocación fue el periodismo y su paso por la artes otra forma de ejercerlo.
Postura que dejó clara el día que abrió el Macsi (20 de febrero de 1974). En conversaciones con Arlette Marchado, autora del libro Mil Sofía (Editorial Libros Marcados), Ímber recordó que después de la primera exposición que ofreció el recinto cultural la interpelaron: “¿Cómo va a dirigir un museo si usted no es museóloga?”, a lo que respondió: “Como lo que soy, lo voy a dirigir como periodista. Un museo sobre todo es un medio de comunicación”.
Ímber incursionó en el periodismo siendo muy joven. Pasó por las redacciones de los principales diarios y revistas del país: El Nacional, Ahora, Últimas Noticias, El Universal (en este se encargó de las páginas de cultura, desde 1975 hasta 1996) Páginas, CAL, Élite, Momento, Kena y Variedades. También por la radio y la televisión. En la pantalla chica cosechó varios éxitos, sobre todo con el programa Buenos días, en el que junto a su segundo esposo, Carlos Rangel, condujeron entrevistas controversiales y polémicas. En 1971 le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo.
Parece que no fue casualidad o producto del tiempo que le tocó a Ímber, el interesarse y dedicarle buena parte de su vida al arte contemporáneo, ese que no le interesa la simple contemplación, que cuestiona su alrededor y a quién lo observa, que pide posición y participación del interlocutor, y que incomoda a quienes tienen el poder. Ese que se parece tanto a las maneras del periodismo –claro está, cada uno desde sus códigos– y a las de la señora Ímber. Tampoco el que le sirviera cualquier espacio, “si me dan un garaje lo convierto en museo”, dijo a principios de los 70, durante la construcción de Parque Central. Lo importante no es el medio sino el mensaje.
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