Soy maestro, aunque mal paguen, por Rafael A. Sanabria M.
El maestro es recurso indispensable en todo país. Son forjadores de voluntades, arquitectos de la patria, los que erradican la ignorancia y llevan luz a todos los rincones.
Pero también, los maestros son los profesionales más desatendidos, los más olvidados y hasta ignorados por quienes tienen el poder, para brindarles una vida digna, para que puedan ejercer su función con decoro.
Es lamentable expresar estos epítetos, cuando entre los primeros profesionales que deben tener realce en un país deben estar los educadores, pues sin estos hombres y mujeres las naciones no tendrían bases sólidas para darle vida a la sociedad.
El educador es necesario hoy, mañana y siempre. Ninguna sociedad avanza sin maestros, son ellos los que marcan el norte, cual alfareros modelan la vasija social de lo que somos como pueblo.
Es fácil decir que los maestros sabían que no iban a ser millonarios, para justificar así que no están bien pagados o simplemente expresar cosas como estas: los maestros son flojos, maestro es la profesión más fácil, tienen muchas vacaciones al año, por cualquier cosa están parados.
Pero no se les ocurre decir que los educadores son los que tienen de pie la educación del país, ese docente que alguien llama flojo o reposero, es el que de su mísero sueldo, saca para comprar el marcador, contribuye con los ajíes y la sal para que los estudiantes puedan tener una comida medianamente presentable, el papel bond para hacer las carteleras, el que lleva desinfectante para asear los sanitarios porque si los baños colapsan la escuela debe ser cerrada.
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Aquí está claro que ante un Estado que suele ser irresponsable con sus funciones (para decir lo menos) salimos los maestros a dar ejemplo, como hormigas trabajadoras, humildes, conscientes, colaboradores, a actuar para el bien colectivo. El Estado habla, el maestro cumple.
El maestro hace milagros para comprar los artículos de primera necesidad de su hogar, porque también es padre y madre, el que aun no teniendo colabora con otro compañero ante una emergencia, el que hace de tripas corazón para pagar el pasaje diario, quien va remendado con parches en los pantalones y hasta en los zapatos porque su sueldo no le alcanza para adquirir una prenda de vestir o un calzado. Pero con todo y eso está de pie todos los días frente al verde pizarrón.
Simplemente, los educadores pagamos para dar clases.
Esta es una gran verdad en Venezuela, que está muy distante de las autoridades del país metidas entre cuatro paredes con aire acondicionado, quizás no conocen del calor con que convive diariamente un maestro en un aula de clases en el turno de la tarde, que tal vez va a cumplir con su deber sin haber almorzado, porque desde hace un buen rato un gran porcentaje de venezolanos no hace las tres comidas, en especial el gremio docente.
El Estado es responsable por la desidia en que se encuentra el docente venezolano, un gremio que desde hace años viene expresando su malestar, pero el gobierno se hace el sordo e indiferente.
Pero es terrible burlarse y elogiar la pobreza del educador venezolano como se hizo hace unos días al otorgarle un bono de semana santa de 4.750 Bs, en este momento en que la gente anda preocupada y alerta por una pandemia que ataca al mundo, las autoridades vociferan hemos cumplido con nuestros educadores, honrándolos con el humillante bono de semana santa. ¡Qué descaro! ¡Qué burla!, pues dicho bono no alcanza ni para comprar un caramelo. Repito: el bono no alcanza ni para comprar un (1, uno) humilde caramelo.
Seguimos los educadores sin ser escuchados, así como nunca se le escuchó al gran maestro de la humanidad Don Simón Rodríguez que murió en la pobreza y muchos otros tantos que andan en las páginas sueltas de la historia. Lo más lastimoso es que el responsable de la cartera educativa, ha sido maestro y ha olvidado de donde viene, pero mucho más de eso todos los que hoy gozan del poder pasaron por las manos de un maestro y que lo poco o mucho que saben se lo deben a un educador.
Los maestros no estamos exigiendo ser millonarios, los maestros estamos pidiendo vivir con dignidad. Simplemente. Así como con dignidad, y eso es lo justo, viven el presidente, el ministro, los gobernadores, alcaldes y concejales y demás funcionarios del Estado.
Recuerde señor ministro de educación, un país sin maestros es un pueblo en tinieblas, oscuro y sin horizonte. Somos los educadores luz al derredor.
Yo sí soy maestro.