Las contradicciones de la cuarentena, por Marianella Herrera Cuenca
@nutricionencrisis | @mherreradef
La pandemia global generada por la enfermedad Covid-19 (producida por el virus SARS COV-2) ciertamente ha generado un espacio de reflexión como nunca antes en la historia reciente se había visto. Por una parte las severas críticas al manejo de la Organización Mundial de la Salud al comienzo de la epidemia y los quiebres y fracturas en las diferentes aproximaciones dan cuenta de lo complejo de este tema.
Sin embargo, el momento de reflexionar en conjunto acerca de temas básicos ha llegado y requiere del pensamiento analítico y objetivo de todos los sectores por el bien de la humanidad. El mundo después de esta pandemia habrá cambiado, la forma de trabajar y de invertir el tiempo se habrá transformado y el planeta tendrá que repensarse en términos globales como enfrentar esa transición de la sociedad.
Pero justamente este será el reto, tomar consciencia de las brechas que existen en las diversas regiones del planeta e identificar los aspectos que puedan trabajarse de manera eficiente con miras a la resolución de los problemas que aquejan a la población.
A estas alturas sabemos que el aislamiento social en conjunto con estrictas medidas básicas de higiene son fundamentales para evitar el contagio y permitir que el número de nuevos casos se reduzca, mientras las investigaciones médicas que toman tiempo y ensayos clínicos que requieren de protocolos estrictos para su comprobación (es el deber ser) reporten sus resultados de manera sólida que permita una intervención adecuada bien sea en forma de tratamientos o vacunas.
Entonces por ahora, quedamos en que las medidas de higiene y el aislamiento social son fundamentales. Sin embargo el dilema que acorrala a muchas familias es el siguiente: si trabajo me contagio, si me quedo en casa no produzco, en consecuencia mi familia, mi hogar y yo, vamos a pasar hambre, palabras más palabras menos, este es el dilema de muchas familias no solo en Venezuela, sino en Latinoamérica y el mundo.
Es la preocupación de millones de familias cuyos ingresos se devengan a diario, y la comida se compra en función del “día”. ¿Entonces morir de Covid-19 o morir de hambre? Es la pregunta ahora, no solo para quienes enfrentan en carne propia ese dilema, sino también de los tomadores de decisiones en políticas públicas. ¿Qué hacer para proteger a la gente mientras se protege la seguridad alimentaria de los hogares?
En este sentido no hay “tallas únicas” para todos los países, hay países cuyos gobiernos se encuentran en capacidad de responder ante la adversidad y apoyar a sus ciudadanos que han perdido el trabajo por la pandemia, otros no lo pueden hacer, o hay situaciones que podrían incluso experimentar un rebote en el trabajo dadas las exigencias de la pandemia.
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Los proveedores de alimentos para llevar, por supuesto deberían estar experimentando un incremento en sus pedidos, los que trabajan en mercadeo digital, el consumo de servicios “on line”. Pero no es el caso de los países de bajo ingreso, ni el caso de países con crisis pre-existentes como Venezuela, Siria y Yemen.
En Venezuela, el Covid-19 puede coexistir con la malaria, dengue y tuberculosis, y otros y con elevada desnutrición en población vulnerable, y en Yemen y Siria con brotes de cólera, disentería y malnutrición, efectos de los conflictos armados prolongados.
No es una situación fácil, ni se tienen las respuestas correctas de inmediato. Es hora de pensar en las contradicciones que supone esta cuarentena, magnificadas por el hecho del solapamiento entre las crisis: las humanitarias pre-existentes para muchos países y la pandemia global. Mucho que discutir, con pluralidad, pensamiento democrático, pensamiento científico y analítico y en el marco de derechos humanos para encontrar soluciones viables a esta crisis de múltiples y enormes dimensiones.
En este momento, seguir trabajando, de manera holística e integrando elementos para establecer la transición hacia un mundo post-pandemia y unas menores brechas entre países surge como la situación que reduce la incertidumbre actual.
Acción, no preocupación, ayudará a establecer las nuevas metas y objetivos con miras al desarrollo global del planeta.