Stoddart, la mirada indispensable, por Valentina Rodríguez

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Cada vez que voy a la Universidad Central de Venezuela trato de pasar por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), el espacio más bello e inspirador de La casa que vence la sombra –después del Aula Magna, por supuesto. La semana pasada, luego de hacer un par de trámites –y de caminar por el tramo sin techo del pasillo que lleva a Humanidades, ¡qué dolor!–, visité la FAU con el propósito de ver la exhibición sobre el trabajo del arquitecto paisajista John Stoddart (Londres, 13 de julio de 1929).
John Godfrey Stoddart. La mirada indispensable es el nombre de la muestra, que reúne más de una decena de planos, material de archivo y fotografías inéditas del paisajista de los hotel Humboldt, Macuto Sheraton, Ávila y Caracas Hilton; así como del Centro Comercial Paseo Las Mercedes, la Galería de Arte Nacional y la estación Caño Amarillo del Metro de Caracas; entre otros.
La exposición es extensa y muy detallada, en ella se exhibe desde el listado de plantas y árboles de algunos proyectos hasta los planos pintados a mano de complejos como el Club Puerto Azul o el Parque del Este (ahora llamado Francisco de Miranda). Un recorrido fascinante por la Venezuela de mediados del siglo pasado, en especial la Caracas de los 60 y 70 –hay textos que me recordaron las narraciones de los documentales de Cinesa: Caracas, crónica del siglo XX; Maracaibo, con vista al lago; o Tomás Sanabria, arquitectura a escala humana
Esta exhibición se da luego de que se le otorgara a Stoddart el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela, en 2023, y de la antológica John Godfrey Stoddart: El paisaje que nos une Historia de un británico en Venezuela (2018), que presentó la Galería de Arte Nacional –recinto que aún no muestra el trabajo total, global, que diseñó el homenajeado–.
Al salir de la sala de la FAU recordé el día que llevé a uno de mis primos, provinciano, veinteañero, a conocer el Parque del Este -por solicitud de él. Después de caminar casi todo el parque, al pasar por la entrada del puente que lo amarra al Simón Bolívar, me preguntó: «¿Qué hay allá?». «Otro parque, pero no tiene nada que ver con este. ¿Quieres verlo?», le respondí. «Sí, vamos», me dijo.
Cruzamos. Le mostré el avión-chatarra, la falta de sombra y jardinerías, las gradas sin gracia, la falta de color, de vida y el poco atractivo de la laguna. «¿Ves? Esto es de otro orden y ‘estilo’», insistí. «Sí, no se parecen. El otro es bonito», respondió. «Esto es horrendo, un Frankenstein, aun viéndolo con el Ávila de fondo y sabiendo que su propósito es otro», agregué y nos fuimos.
El recorrido por la muestra en la FAU (La mirada indispensable) y la anécdota familiar me hicieron agregar algo más –el paisajismo– a la lista de lo que tuvimos y lo que tenemos, otro ejemplo de nuestra involución y pérdidas.
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En 25 años, en Caracas, pasamos de obras como la de Stoddart –y otros– a la improvisación de «espacios públicos» al borde de la autopista, esculturas y monumentos abominables, accesos y puentes ilógicos en vías rápidas y «remodelaciones» lamentables.
Valentina Rodríguez es licenciada en comunicación social y magíster en arte contemporáneo.
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