Suicidio, epidemia silenciosa, por Griselda Reyes

La tarde del martes próximo pasado, mientras revisaba unos asuntos importantes en mi oficina con mi equipo, me llegó una infausta noticia por WhatsApp. Al leer lo que me había escrito un amigo se me estremeció el cuerpo, se trataba de un niño de 12 años que se quitó la vida en Tovar, estado Mérida. El suicidio, epidemia silenciosa.
Soy madre, madre de adolescente, y no pude dejar de pensar lo desgarrada que podría sentirse aquella mujer, la tristeza profunda de aquella familia. Y es que el suicidio, lo vengo alertando hace tiempo, es la epidemia silenciosa que nos arrincona como sociedad.
Apenas busqué los detalles, no por morbo, sino por preocupación; me topé con que el jovencito que se arrebató la vida es el séptimo suicidio de septiembre en la entidad andina. Suman 45 en lo que va de año en Venezuela.
¿Pero qué no está pasando como sociedad? En este país llegamos a ser, según el _Guinness World Record_, «más feliz» del mundo hace una década. Hoy, la alegría se desdibujó para pasar a engrosar una peligrosa lista de los principales índices de suicidios.
Es un tema profundamente sensible que el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) ha atribuido –entre otras cosas– a «las grietas de esa frágil mejoría económica» que se ha registrado en el territorio nacional.
Esta organización contabilizó en el primer semestre del año 256 suicidios. En un conteo anterior, fechado en mayo de este 2023, llegaron a contabilizar 1,2 suicidios al día y, de mantenerse esa tendencia, podrían sumarse 400 casos al cierre de año.
El suicidio, en general, y de acuerdo a la versión de los expertos es un fenómeno multifactorial en el que se combinan condiciones individuales, familiares y sociales.
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Entendiendo que en el continente casi 100.000 personas pierden la vida autoflagelándose, urge que los Gobiernos de la región eleven esta situación y atiendan la misma con políticas de Estado serias. Desde el Poder Ejecutivo, lamentablemente no han abordado el tema, ni han dictado directriz alguna para frenarlo.
Me refiero exactamente a combatir la desigualdad social, que de acuerdo a conocedores de la materia es lo que más afecta a las personas en estado de debilidad.
Por nuestro lado, debemos asumir el compromiso personal de ayudar y asistir a cualquier persona de nuestro entorno que veamos con actitudes sospechosas. La ayuda médica temprana puede garantizarnos perder una vida más producto de este fenómeno. Queridos amigos, la vida es muy bella para acabar con ellos nosotros mismos.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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