Sumergirse en un Van Gogh y la lección pendiente de aprender a observar
La experiencia «Un sueño inmersivo» de Vincent Van Gogh, que se presenta en Caracas desde el 6 hasta el 23 de diciembre en el helipuerto del Hotel Tamanaco, logra su cometido: sumergir en un espacio intimista y fascinante a los espectadores venezolanos, quienes se suman a los más de 5 millones de personas en más de 40 ciudades de Latinoamérica, EEUU, Europa y Asia, que han sido anfitriones de la exposición que está de gira desde 2017
Un azul dominante contrasta con el trazo amarillo de girasoles que, de pronto, emergen vigorosos desde el suelo. Y en una oscuridad plena surgen estrellas titilantes que trasladan al espectador a ser un personaje que cruza en medio de Noche estrellada sobre el Ródano. Segundos más tarde, el sonido de las olas y el reflejo del agua rompe en los pies de quienes olvidan que están en medio de una carpa en Caracas, y pueden sentirse dentro del bamboleo del barco representado en el cuadro El mar cerca de Les Saintes-Maries.
La experiencia «Un sueño inmersivo» de Vincent Van Gogh, que se presenta en Caracas desde el 6 hasta el 23 de diciembre en el helipuerto del Hotel Tamanaco, logra su cometido: sumergir en un espacio intimista y fascinante a los espectadores venezolanos, quienes se suman a los más de cinco millones de personas en más de 40 ciudades de Latinoamérica, EEUU, Europa y Asia, que han sido anfitriones de la exposición que está de gira desde 2017.
La inmersión es sin duda el punto focal del recorrido, pero que -en parte por la novedad o por la impaciencia de los espectadores- hace que apuren el paso hacia la sala y dejan atrás información histórica del artista que se cuenta en paneles en el pasillo de inicio. Luego, en una pequeña sala, un holograma de Van Gogh narra en primera persona parte de su atormentada vida.
El relato narrado en francés y subtitulado permite de manera sencilla, gracias a la tecnología, conectar a cualquiera con su historia sin que tenga que saber nada previamente de su vida o arte. Esta breve biografía antecede a su obra: un salón con aire de museo en el cual se pueden ver las réplicas de algunos de sus cuadros más emblemáticos: La noche estrellada protagoniza esa parte del montaje con una buena curaduría, pero también están Dormitorio en Arles, Lirios, Café nocturno, Retrato de Joseph Roulin, Trigal con cuervos, Autorretrato y por supuesto Los Girasoles, un símbolo que será dominante durante el resto del recorrido.
La selección de estos cuadros permite ver dimensiones, trazos, uso de color, luz, emoción. Si se presta atención aunque sean réplicas permite ver a Van Gogh de cerca, lo que luego será magnificado en la sala inmersiva. Es una buena oportunidad de acercar al público la experiencia de observar. Pero durante los 45 minutos aproximados que dura el recorrido, esta sala se queda rápidamente vacía. Los grupos entran, dan una repasada rápida por los cuadros y siguen. Cuando se detienen por algunos minutos es para fotografiarse e inundar de selfies un espacio diseñado para ver, más que para dejarse ver.
Luego hay una instalación que replica los elementos del cuadro Dormitorio en Arles y después una pequeña sala, inundada de girasoles para experimentar con el amarillo cromo que predomina en la obra Los Girasoles.
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Y finalmente el espectador desemboca en la sala cerrada donde ocurre la magia. El sueño inmersivo es un continuo de imágenes que combinan tecnología, música y despliegue de color. Fue creada por el Studio Art-Media, radicado en Florencia, Italia y para el diseño y concepción total de la experiencia, Art Media trabajó junto al curador de arte italiano Vincenzo Capalbo. Esta idea que logró convertirse en una puesta en escena es el centro de la experiencia que desde 2017 ha viajado por capitales mundiales para ser proyectada en escenarios imponentes, que agregan más amplitud, dimensión y espectacularidad, según el sitio donde se muestre.
El montaje en Caracas es de los más discretos en comparación con otras ciudades de América Latina porque, aunque logra el efecto intimista, las multiproyecciones se limitan al rectángulo de la carpa, que fueron concebidas para verse en una experiencia 360°.
Aún así, la fuerza de las imágenes emociona porque la historia que narra es la de un Van Gogh (1853-1890) que vive sus altibajos emocionales, físicos y psicológicos a través de sus obras, que nunca lograron el reconocimiento público durante los 37 años que vivió, pero que lo inmortalizaron en la historia del arte universal y dos siglos después sigue conmoviendo a quien se tome unos minutos para dejar de mirar hacia afuera y pueda conectarse con la belleza.