TalCual: epicentro de la verdad, por Américo Martín
TalCual, el gran periódico fundado por Teodoro Petkoff hace ya 18 años, ha brillado en la corriente de las ideas hasta consolidarse como una fuente fundamental de opinión
Autor: Américo Martín | @AmericoMartin
En 2000 a.c. los feroces asirios se adueñaron de Mesopotamia, entonces la cuna de la civilización. Tres recursos facilitaron la consolidación de su imperio: el terror más inclemente, la máquina de guerra mejor provista y estratégicamente conducida, y su lucida y también implacable burocracia. ¿Fuerza bruta a falta de ideas atractivas? Sí y no. Se apoyaron en métodos como el empalamiento, la decapitación y la mutilación, todo a las primeras, y sin embargo no pocas de sus obras arquitectónicas y en general culturales, fueron deslumbrantes. Hubieran podido expandir su influencia sin verter olas de sangre ni fomentar odios que al final borraron del mapa las más notables capitales de su imperio.
TalCual, el gran periódico fundado por Teodoro Petkoff hace ya 18 años, ha brillado en la corriente de las ideas hasta consolidarse como una fuente fundamental de opinión. El equivalente de la fuerza bruta asiria habría sido el amarillismo, la complacencia mercenaria o la administración del miedo en aquellos que para no ser víctimas del castigo oficial decidan tomar la dudosa vía de la autocensura y de “afeitar”, en fin, el pitón de la crítica.
Es, para quien lo hemos conocido y admirado, un reflejo fiel del alma de su fundador. Teodoro siempre fue de esa índole. Resuelto como TalCual, insumiso, como TalCual, defensor de la veracidad noticiosa, como TalCual y, para honrar su prestigio de obligado epicentro de la verdad, empeñado en velar por la calidad de los textos.
El periódico es ahora de naturaleza digital. Se ha colocado a la altura de la excelencia comunicacional, aplicando a sí mismo la tecnología digital. La informático-comunicacional es la revolución más profunda, pacífica y fecunda de nuestro tiempo. Quizá el futuro de los medios dependa de su correcta relación con esa revolución que no necesita proclamarse como tal, para serlo.
El asunto no se reduce a algo tan notable como la obligación de comunicar. Igualmente vale la forma de hacerlo. Y la de TalCual está a la vista. Por respetar a la gente que se acerca a este medio, TalCual cuida la calidad del lenguaje, comunica sin miedo y sin retaceos. Haberse mantenido en esa pauta durante casi dos décadas explica sin esfuerzo la lealtad de sus lectores en medio de la hostilidad agresiva de sus enemigos, lo que ya es decir.
Privilegiados, por honorables y admirados, son los periodistas libres de nuestro país. A esa estirpe pertenece también la legión de los constructores de TalCual.
Perseguidos junto a sus colegas desplegados en el territorio nacional; amenazados sin distingo por un ciego poder que los odia, los periodistas de este país maltratado son una muestra gallarda de lo que es y siempre será nuestra indoblegable Venezuela.