También voy a Mockus, por Simón Boccanegra
Este minicronista, como lo hiciera Laureano el viernes pasado, también va a Mockus. Primero que nada por Colombia. A Uribe la historia seguramente le reconocerá los logros de su gobierno, en particular el de haberle bajado el copete a las FARC, pero también es cierto que los colombianos parecieran estar cansados de los turbios nexos del uribismo con el paramilitarismo, de los «falsos positivos», del espionaje telefónico, del autoritarismo y de ese estilo siempre al borde de la Constitución. Todo indica que lo que, mal que bien, le han tolerado al propio Uribe, no estarían dispuestos a tolerarlo en quien se presenta como un clon de éste, pero sin los atributos del original. Así como en Venezuela buena parte del país está harta del chavismo, entre los colombianos pasa lo mismo con el uribismo. Bastante rápidamente, si hemos de creer a las encuestas, percibieron en la dupla de los dos ex alcaldes, Antanas Mockus y Sergio Fajardo, uno de Bogotá y el otro de Medellín, una posibilidad de renovación de la política colombiana, que manteniendo los avances de la «seguridad democrática» de Uribe (ni Antanas ni Fajardo son unos comeflor), ayude a despejar el espeso ambiente de sospecha que envuelve hoy al establishment político colombiano y, en particular, al uribista. Luego por Venezuela. Lo que más necesitamos los venezolanos es un presidente colombiano que no le haga el juego a Chacumbele y que ayude a desmontar el clima de permanente confrontación. Una manera de saber qué conviene más es fijarse en lo que dice Chacumbele. ¿A quién quiere Chacumbele como presidente de Colombia? No es muy difícil darse cuenta. A todos los que apoya los raya. Favorece a los que ataca. Está consciente de este efecto y lo usa.