Tarde piaste, pajarito; por Teodoro Petkoff

El poeta Isaías atacó de nuevo. Una segunda monserga del fiscal general está colocada en la página digital del Ministerio Público (MP). Lanza acusaciones terribles el poeta contra la gente del organismo que preside desde hace casi cinco años. Corrige el calificativo de “roscas” que le aplicó a los grupos que operan dentro del cuerpo y ahora, con una licencia poética, los califica de “tuercas de barco” , “de esas que no se aflojan”. ¿Qué clase de “tuercas de barco” ha detectado nuestro santo varón? Los clasifica de este modo: “Grupos constituidos por grupos familiares” (sic). “En el MP están la suegra, la nuera, el yerno, el hermano, el hijo, la esposa, el esposo, el cuñado y eso no es conveniente”. Como es un grupo “tuerca de barco” confiesa que no puede hacer nada “porque sería peor el remedio que la enfermedad corregirlo ahora”. Hay que calárselos, pues. Luego, continúa, “además de familia hay grupos de amigos (…) que actúan con espíritu de cuerpo” y que “no se acompañan entre sí para hacer un trabajo común” sino que “cada uno de ellos está separado, está aislado”. “Parecen”, concluye Isaías, “un archipiélago humano”.
El tercer grupo detectado es el de los “reposeros”. “Tenemos un alto nivel de reposos en el MP. De reposos absolutamente injustificados, con la complicidad del servicio médico, con la complicidad de funcionarios que supervisan a los reposeros, con la complicidad de las personas que están encargadas de vigilar esa situación y con la complicidad del país”. El poeta, sin embargo, “olvidó” un grupo: el de los extorsionadores.
Para nada se refirió a la escandalosa situación que develó el asesinato de Danilo Anderson y a la presunta actividad de fiscales que se redondean el sueldito exprimiendo a sus imputados. Pero esto no es todo. “También es el incumplimiento del horario de trabajo (…) Aquí hay unas personas que llaman ‘cuatreros’, porque se van a las cuatro de la tarde, pero no son ‘ocheros’, no llegan a las ocho de la mañana”. “Tienen una hora para el almuerzo, no dos horas y, a veces, no regresan”.
Dice Isaías que “hay una atención ‘infame’ (las comillas son suyas), terrible”. Para mayor precisión afirma: “Estoy hablando de una buena parte del Ministerio Público”. Dice que hay un “trato desconsiderado con los subalternos” y, simultáneamente, “irrespeto a los superiores”.
Sin embargo, todo esto que podría lucir como un acto de valentía y de severa denuncia, se cae cuando se descubre que el 90% de estas “tuercas de barco” han sido designadas a dedo, sin concursos de oposición, por el propio Isaías, a lo largo de cinco años.
Después de esta radiografía, cabía imaginar que el poeta Isaías iba a rematar poniendo su cargo a la orden. Porque, después de cinco años, venirnos con esa melodía, que no es sino una confesión de su descomunal fracaso al frente del MP, a Isaías no le debería quedar otra salida que la renuncia. Pero no lo hará. En una de sus “reflexiones” apunta que “le echamos la culpa al otro, somos ineficientes por cualquier cosa pero nunca porque nosotros tengamos la culpa”. De este desastre son culpables todos “los otros” funcionarios; todos, menos Isaías.