Tarotiando, por Carolina Espada
Twitter: @carolinaespada
Al borde de la locura –“como toda la gente”- hoy decidí no levantarme de la cama. Hoy, sencillamente, no me pude poner en pie. Yo sabía que iba a llegar este día. Uno se cansa sin agua, sin luz, sin gas, sin gasolina, sin ingresos fijos, con un dólar disparado hacia la galaxia sideral y con nosécuántos kilos de más (sin haber comido nada memorable).
Echada, sin fuerzas, desdoblo un papelito que encontré en una gaveta.
“Veamos qué trae la tele en su horario matutino. Astrólogos, adivinos, brujos, iluminados, quirománticos. Y todos vaticinando con desparpajada efervescencia. ‘Virgo: tocan a la puerta de tu casa o recibes un mensaje; hombre blanco que desea tu bien; hecho insólito con agua o bañera o un florero o un vaso medio lleno; números de la suerte: 9, 17 y 32. Piedra: Zafiro. La palabra: Resiliencia’.
Y uno se dice: “Resiliencia… ¡¿Más!”.
¡Ah, el arte oculto de saber qué va a pasar! Eso no puede ser tan difícil. Si ellos pueden, yo, que tengo nafta en la cabeza y solo me tienen que arrimar un fosforito, soy capaz de hacerlo y hasta mejor. Por lo tanto, le llegó su hora a Le Tarot de Marseille y a su folletico de instrucciones. Un regalo de una prima que cree que de que vuelan, vuelan. ¡Siglos engavetado en la mesita de noche esperando captar mi total atención!
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Sin desarroparme, lo primero que atrapa mi vista es la frase inicial del manualito: “Para echar el Tarot es importante trabajar en un ambiente de pas”. ¡Sí, sic, pas! Pas. Superado el escollo, supe que son 78 barajitas divididas en dos grupos: los arcanos mayores o “claves” (22 cartas); los arcanos menores (56 naipes). Se trata de una serie dibujos alegóricos que representan las fuerzas de la naturaleza y las virtudes y los vicios del hombre.
Se utilizan para la adivinación, la meditación y la práctica de la magia ritual desde la Edad Media, cuando los gitanos las introdujeron y difundieron por toda Europa. De sus orígenes se sabe muy poco: ¿vienen acaso del Egipto de los faraones momificados? ¿O es obra de los cabalistas hebreos en Fez? No sé, lo único que me retumba en la cabeza es eso de pas, pas, pas.
Me leí la guía práctica para vaticinar el futuro; me concentré seriamente y sin frivolidad (tal y como aconseja el instructivo); y quise saber lo que sucederá de aquí a diciembre en Venezuela. Dispuse sobre la almohada las 11 cartas al azar (realizando el esquema de la Cruz de los Celtas, tal y como sale en el dibujito de la página 26) y las fui volteando una por una en el orden correspondiente. Luego busqué en el librito la definición de cada barajita y he aquí mi profecía:
Existe el deseo de asumir un compromiso para sanar al país y su resultado será satisfactorio. Pero como ese esfuerzo colectivo no es continuo, habrá éxitos desaprovechados. Sólo apelando a la unión y a la colaboración se podrán realizar los deseos de la mayoría. Atención: ronda una persona taimada y astuta, amiga de la estratagema y del fraude. El pensamiento ilógico, la rebeldía y las malas noticias están a punto de terminar. Muy pronto se materializará un nuevo inicio, un renacer signado por la fortuna. Pero habrá retrasos, disgustos e incapacidad para comprender los hechos. Seremos testigos de un cambio completo y repentino. Presenciaremos una ruptura, sucesos inesperados y pérdida de estabilidad. Luego vendrá una tregua y se superarán los obstáculos. Tenemos mucho que aprender, y debemos hacerlo con gran esfuerzo y con modestia.
La sexta carta es la que rige toda predicción. Insisto: habrá un afortunado renacer. Así está escrito.
Pas. Fin.
Un detalle: este papelito doblado lo conseguí en una gaveta de esas que uno pone en orden con tanto encierro y tanta cuarentena. Al finalito escribí la fecha: 2002. Sí, léase bien: 2002. Hace dieciocho años. Y se me confirma: todos nos podemos poner a vaticinar lo que más nos convenga. Siempre habrá un incauto dispuesto a escuchar, uno que quiera creer.
Pero… ¿y si la pego?
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