Teatro gran(da) colombiano, por Teodoro Petkoff

Vamos a dejar por un rato lo de Anderson para ocuparnos del otro escándalo político, el de Granda, el inefable “canciller” de las FARC. Todo esto tiene la cara de ser puro teatro, por ambos lados. Granda fue detenido aquí, por policías venezolanos, y entregado a la policía colombiana. Ya eso está casi fuera de discusión. Nuestra hipótesis es que por alguna razón, que este gobierno tan opaco nunca hará pública, la presencia del jefe guerrillero se volvió incomoda para el ejecutivo nacional y, dentro del cuadro de la nueva relación que desarrollan Chávez y Uribe ( “Juro que nunca he apoyado ni apoyaré a las FARC”. ¿Remember? Lo dijo Chávez hace poquito, en la última entrevista con su homologo del otro lado), el gobierno de Venezuela resolvió deshacerse de él, entregándolo al de Colombia. La cólera de las FARC, expresada oficialmente a través de su página digital, es comprensible. Se consideran poco menos que traicionados.
Después, cada actor, en particular el nuestro, ha desempeñado su rol. Para Uribe es más fácil. El no tiene que explicar nada en su país. Allá nadie le pide ni le pedirá cuentas por la detención de un jefe guerrillero. La versión oficial colombiana es que lo detuvieron en Cúcuta y basta. Pero Chávez tiene otra clase de problemas. El es “ideológico”. Tiene a su izquierda desde los “Pajúos sin fronteras”, del tipo de los turistas revolucionarios que estuvieron aquí hace poco, hasta sus tumbadores de estatuas.
Ni a unos ni a otros les cabe en la cabeza que un gobierno que se dice revolucionario pueda hacerle esa trastada a un “compañero”. Que los muchachos de “aporrea” o alguna joven historiadora no lo entiendan, pase, pero que un viejo como Chomsky, que conoció el pacto HitlerStalin, que oyó el atronador silencio de Fidel ante la matanza de Tlatelolco o el desconcertante respaldo del mismo Fidel a la invasión de Checoslovaquia, se rasgue las vestiduras, ya es como demasiado. Pero esta clase de gente existe, y a ella tiene Chávez que darle explicaciones. Lo más cómodo es fingir indignación por la “violación” de nuestra soberanía. Pero, eso sí, el presidente corta un cabello en cuatro.
No echa sapos y culebras. Las relaciones con Colombia, dice, no están en juego. Es un problema de policías, no de gobiernos. “La policía colombiana le miente a su gobierno”. Con Uribe no hay rollo. Los propios senadores gringos que estuvieron de visita dan fe de ello. Chávez les aseveró que las relaciones con el gobierno colombiano son inmejorables y que este episodio no las enturbiará. Además, ayer Jesse Chacón dejó en claro que “el Gobierno venezolano jamás ha dicho que Granda fue secuestrado por la policía colombiana en Venezuela”. Ni siquiera hay, pues, “violación de soberanía”. Todo el problema, ahora, se reduce a anular la nacionalidad venezolana de Granda, porque ya del REP lo sacaron los eficientes chamos del CNE. Y esperemos el próximo escándalo, para que este muera definitivamente. En fin de cuentas, un gasoducto que cruzará media Colombia bien vale un Granda. Razón de Estado.