Templanza, por Alberto Lovera
Autor: Alberto Lovera
A mi hermano Roberto José
Acostumbramos en la reunión familiar cuando llega el año nuevo manifestar lo que deseamos sean nuestros propósitos y deseos para los tiempos por venir. Mi hermano dijo: Necesitamos templanza.
Dicen que esto es dominar la voluntad sobre los instintos, reaccionar de manera equilibrada, un considerable control sobre las emociones, capaz de no verse desbordadas por sus impulsos.
En la situación nacional y emocional que vivimos los venezolanos suenan como reto, pero es una necesidad. Precisamente por la gravedad de la coyuntura es que necesitamos no perder el norte, mantenernos firmes en nuestros propósitos.
Demasiado apuro personal y político por poner fin a la destrucción nacional no ha permitido dejar que maduren las condiciones para hacerlo posible. Con demasiada frecuencia políticos y ciudadanos hemos apostado y fantaseado que podíamos poner fin de manera abrupta a un régimen que nos prometió mejorar nuestra calidad de vida, pero que ha hecho lo contrario, cuando ya no contó con la plétora de petrodólares que creó la ilusión en la que muchos siguen creyendo, pero ya no es posible. Hay que cambiar de rumbo.
Nos encontramos con una paradoja: un rechazo nacional masivo a los gobernantes actuales, un deseo de cambio, mientras no se vislumbra una ruta para concretar el relevo de forma democrática. Tenemos que sobreponernos a esta situación. Poner fin a los egos, a las aspiraciones legítimas, pero fuera de tiempo. Primero hay que vencer la desesperanza sembrada por el régimen que sabe que sólo con la inhibición de la mayoría puede perpetuarse. Y paso seguido encontrar una fórmula realista que permita escoger por consenso un abanderado presidencial que lidere el rescate de la democracia. La dirigencia democrática tendrá que dar muestra de desprendimiento, y si lo hace, ello contribuirá a volver a movilizar la mayoría del país que quiere ponerle fin a este ciclo político autoritario que tanta destrucción material y espiritual nos ha traído.
Sin falsos triunfalismos, con los pies en la tierra, sabiendo que el panorama político, económico y social se ha vuelto aún más complejo, en presencia de un régimen que está dispuesto a las acciones más insólitas para tratar de perpetuarse en el poder, lo que obliga a trabajar simultáneamente en muchos tableros, para vencer los obstáculos y volver a entusiasmar a esa mayoría que desea fervientemente cerrar esta época oscura, y abrirle paso a nuevas oportunidades nacionales y personales. Mucha asertividad para volver a unir lo que se haya fracturado y acordar una ruta realista para convocar al pueblo para que se pronuncie electoralmente, lo cual implica negociaciones y acuerdos mínimos entre los actores políticos. Se necesita, por tanto, templanza para que la comprensible indignación que nos embarga, no nos ofusque y podamos marchar al rescate de la democracia.
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