Teodoro Petkoff, por Leonardo Morales
Autor: Leonardo Morales
La insania metal del régimen lo ha llevado a echar mano de cualquier ardid para desviar la atención acerca de los importantes y graves problemas por lo que atraviesa el país.
Este es un gobierno que tiene muchas dificultades que se mecen de lo económico a lo político y a lo social, pero en particular tiene serías riñas con la ética y la moral. Para este régimen, el sentido de la moral se da por entendida en la medida que favorece los intereses particulares, particularísimos, de los jerarcas rojos y todo lo que contra ellos atente, aun cuando favorezca a las grandes mayorías, lo convierte en un objeto de su desafuero.
Que un buen día a un juez, de esos que sirven obcecadamente las directrices gubernamentales o de particulares, aparezca para verificar por qué un señor de 85 años, sometido a presentación ante los tribunales, haya dejado de cumplir una medida judicial unos cuantos meses atrás, es definitivamente ridícula.
Este es un Gobierno que dice saberlo todo: graba audios, videos y fotografía, claro menos a aquellos que toman Cuarteles Militares o que se pasean en helicópteros por las llamadas zonas de seguridad. Con esa extraña destreza, cómo es que no saben las condiciones de salud de un ciudadano que mantuvo una vida pública intensa y respecto del cual todos sus cercanos saben de sus padecimientos. No necesitamos acercarnos a su casa para verificar que su otrora ímpetu ha cedido notablemente. De no ser así, lo viéramos titulando TalCual, dictando conferencias y con algún texto político ocupando las vidrieras de las pocas librerías que quedan.
Pero, Teodoro es un individuo particular, en 1978 en una entrevista para El País, el periodista Rafael Fraguas señalaba: “…Petkoff, con un pasado repleto de actividades políticas, guerrilleras –estuvo tres años en la cárcel, protagonizó varias fugas– y parlamentarias, se hizo mundialmente célebre por su libro Checoslovaquia, el socialismo como problema, cuando en el curso del XXIV Congreso del PC de la Unión Soviética, Leónidas Brejnev lo incluyó entre los desertores del socialismo, junto a Roger Garaudy, el grupo de Il Manifesto y el austríaco Fisher”. Luego, Proceso a la izquierda hasta El chavismo como problema, donde señala que con el fallecido presidente no se produjo ninguna revolución y advierte que el sistema político instaurado es “un régimen autocrático, no existe separación real de poderes.”
No tiene Petkoff la necesidad ni razones para fugarse del país. Su estatura política que ya no ejerce, y la intelectual, que perdurará en el tiempo, no le permite huir de unos contratantes de claques que abusan de medidas innobles para esconder la tragedia en la que han sumido al país. No tiene el gobierno como justificar estas actuaciones infames.
Qué habrá querido esconder el gobierno y si lo pudo hacer, es una cuestión que estará por verse. Lo cierto es cada día que pasa se reduce la hoja de parra, detrás de la cual se escuda el régimen. No existe modo en que pueda ocultarse la tragedia que vive Venezuela; la destrucción nacional ha sido demasiado grande para que unas medidas efectistas logren distraer la atención y calmar los padecimientos de los sectores más vulnerables de la población, hoy más amplia que antes.
Teodoro no necesita de sus fuerzas para defenderse. Su historia es su propia defensa, pero, si aquello no fuera suficiente, bien debe saber este descocado régimen que en sus años de vida, que como se sabe no son pocos, cosechó una enorme legión de amigos, compañeros de proyecto y admiradores de su obra que están dispuestos a ejercer la defensa de un hombre con una estatura intelectual que de ninguna manera podría ser conseguida en las filas –en palabras de Teodoro– de esta izquierda borbónica que, por lo pronto, se ha apoderado del país.
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