The Carlos Prosperi School of Politics, por Santiago Boccanegra
Veamos los conceptos «dictador».
Según la Real Academia Española, un dictador es: «Persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica. | Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás».
Según el Diccionario de Ciencia Política y de Administración: «La dictadura es un sistema de gobierno o régimen gubernamental en el cual absolutamente todos los poderes del Estado se encuentran concentrados en un individuo, un grupo o un partido. El dictador impone sus ideas y no permite la oposición a sus acciones y a sus ideas, tiene poder y autoridad absolutos».
Pero según The Carlos Prosperi School of Politics, un dictador es quien llega al poder «a través de asaltarlo mediante armas y que se quiere quedar ahí por la fuerza».
Según el abogado y candidato presidencial de Acción Democrática, Nicolás Maduro es «una persona que ha irrespetado la democracia, que ha irrespetado la Constitución», recordando que «llegó (al poder) a través de una elección donde no hubo condiciones» para que la oposición participara.
El candidato de AD, Carlos Prosperi, asegura que Maduro no es un “tirano” ni un “dictador” https://t.co/SIJVBewDUs pic.twitter.com/5kSwjg88Rc
— Monitoreamos (@monitoreamos) May 10, 2023
Si nos guiamos por los conceptos de Prosperi, Daniel Ortega tampoco es un dictador pues también gobierna en Nicaragua porque fue electo en una elección sin condiciones democráticas pero no asaltó el poder con armas.
De hecho, según ese estándar, Sadam Huseín, Muamar Gadafi, Kim Jong-un, Vladímir Putin o Aleksandr Lukashenko tampoco han sido dictadores pues todos en algún momento justificaron su ascenso o mantenimiento en el poder a través de un proceso electoral de primero o de segundo grado. Por cierto que Xi Jinping tampoco es un dictador en China, porque llegó al poder electo por los diputados del Partido Comunista Chino, como Miguel Díaz-Canel en Cuba.
Al contrario, según The Carlos Prosperi School of Politics, el fundador del partido blanco Rómulo Betancourt fue medio dictador, pues se quedó con el coroto como presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno -donde también estaban los adecos Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Gonzalo Barrios-, instaurada luego del golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 que tumbó a Isaías Medina Angarita. Ciertamente, luego lo entregó al electo Rómulo Gallegos
Lo propio podríamos decir que Wolfgang Larrazábal, presidente de la Junta Provisional de Gobierno que asumió las riendas del Ejecutivo cuando cayó Marcos Pérez Jiménez.
Aquí entendemos que Prosperi quiera hablarle a un público amplio, incluyendo a quienes no ven a Maduro como un dictador. Es válido. Gana elecciones quien sepa conquistar más votos.
¿Pero qué pasa cuando el discurso pasa a negar la realidad y la historia? ¿Qué pasa cuando niega su propia historia?
Prosperi en 2023 niega frases que dijo hace tres años. En agosto de ese año dijo: «Los venezolanos, y los adecos sobre todo, preferimos morir de pie que vivir de rodillas ante una tiranía que le ha traído la desgracia a Venezuela». En septiembre escribió en su Instagram que: «Si la dictadura estruja nuestra voluntad contra las piedras, se gastan las piedras pero no se gasta la voluntad… La voluntad del pueblo se impone siempre».
Ahora en 2023 acaba de decir, sobre Maduro, «yo no puedo decir ni que es un tirano, porque quizás una tiranía es mucho más allá».
Recordemos los conceptos que brinda la RAE sobre tiranía: «Gobierno ejercido por un tirano. |Abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad. | Dominio excesivo que un afecto o pasión ejerce sobre la voluntad.»
Tomando en cuenta que un tirano, según la RAE, es «Dicho de una persona: Que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, especialmente si lo rige sin justicia y a medida de su voluntad. | Dicho de una persona: Que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario.»
Alguna vez el politólogo Juan Manuel Trak dijo que “un presidente puede ser autoritario o dictador, pero no por eso deja de ser presidente”, y a lo largo de estos años se han considerados distintos términos para definir al régimen político venezolano que van desde el autoritrarismo competitivo más derrotable hasta la dictadura más peinada y violadora de derechos humanos.
Todo un abanico disponible para que el discurso de un político sea adaptable a audiencias que van desde el exilio en Miami hasta los chavistas descontentos de Boconoíto, especialmente si quiere «contentar a todos» en vez de ganarse el descontento de muchos.
Las ganas de ganar votos conducen a bastantes errores, y así como hay eventos políticos que terminan impulsando candidaturas que no se lo esperan hay otros que pueden enterrarlas. Especialmente cuando la reacción posterior es de poca diplomacia y hasta malcriadez.