Todo fue un engaño, por Teodoro Petkoff

Si alguna deuda tiene este gobierno con el país es la del Poder Judicial. Ayer, nada menos que el doctor Elio Gómez Grillo, presidente de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del Poder Judicial, lo reconoció amargamente. Cuando la Constituyente creó aquella inefable comisión para la reestructuración del sistema de justicia, a pesar de que el procedimiento para hacerlo fue bastante heterodoxo, ello fue perdonado porque en el entusiasmo de aquellos primeros tiempos se llegó a pensar que, ¡por fin!, algo se iba a hacer para superar las terribles debilidades y vicios que caracterizaban el sórdido mundo de los tribunales. No tardaron mucho en aparecer la frustración y el desencanto.
A los pocos meses el presidente de esa comisión, Manuel Quijada, renunció, casi confesando su impotencia, y poco tiempo antes el inspector de Tribunales, René Molina, profesional muy respetado, quien trataba de cumplir con su compromiso, había sido abusivamente destituido porque alguna autoridad de entonces tropezó con su rectitud e integridad. Hasta ahí llegó todo. En lo sucesivo, la “revolución bonita” reprodujo las malas mañas que sus principales voceros criticaban del pasado. Jueces obedientes al partido de gobierno, jueces que aparecen involucrados en actos de chantaje, designaciones provisionales que se eternizan, virtual desaparición de los concursos para la selección de los jueces, lentitud en la administración de justicia y sometimiento a la norma no escrita de que en este país sólo se hace justicia para quien la paga. La Constitución dice una cosa, la vida real impone otra, ante la desidia, la negligencia y la pasividad de quienes asumieron con los venezolanos el compromiso de reestructurar el Poder Judicial, adecentarlo, hacerlo funcional y barato, y eliminarle todo sesgo discriminatorio.
El doctor Elio Gómez Grillo, quien preside esa melancólica reliquia de la efervescencia constituyentista que es la Comisión de Reestructuración, admitió (ver página 2) que “la reestructuración del Poder Judicial no avanzó” y apuntó su dedo acusador hacia el TSJ: “El TSJ nos quitó las competencias y nosotros quedamos simplemente como instancia disciplinaria”. El veterano penalista señaló que el TSJ, a través de la Comisión Judicial que le está adscrita, hace cambios por su propia cuenta, pone y quita jueces sin dar ninguna explicación sobre los motivos de sus decisiones —cosa que ya todos sabíamos pero que en boca de Gómez Grillo asume toda la tonalidad de una acusación directa al máximo tribunal.
Que todo el Poder Judicial, en sus distintas instancias, sea un caso perdido resultaría una generalización inapropiada. Algunos jueces han pasado por concursos; algunos también hay, esos que el doctor Alberto Arteaga Sánchez denomina “jueces heroicos”, que no se doblegan ante las presiones políticas y actúan con rectitud; pero si nos atenemos a los planteamientos de un desengañado Gómez Grillo, serían más bien islotes de probidad en el mismo mar de entuertos que alguna vez se prometió enderezar.
La culpa, desde luego, es del gobierno anterior, o sea de este, porque después de seis años ya este es el “gobierno anterior”.