Todo lo que toca lo pudre o lo destruye, por Simón Boccanegra
«A este gobierno no sólo se le pudre la comida, también se le pudren las obras». La frase, lapidaria, es de Andrés Velásquez, dando cuenta de la visita a lo que hace cinco años Atila anunció como la Planta Procesadora de Yuca, ubicada en Guarataro, municipio Sucre del estado Bolívar. A ese proyecto se destinaron 5.500 millones de bolívares y hoy día lo que hay son unos galpones en ruinas, rodeados de monte y donde jamás trabajó ni un solo obrero ni se instaló máquina alguna. ¿Quién se cogió la plata? ¿Ha investigado Clodo el invisible este casito? Hace cuatro años, el alcalde del municipio afirmó, lleno de entusiasmo, que la planta comenzaría sus actividades en pocos meses, para procesar la yuca cultivada por muchas familias de la región del río Caura. Seguramente esas familias recibieron entonces a Atila con gritos de «así, así, así es que se gobierna». Hoy no quieren que ni se acerque por allá. Podría recibirlo una lluvia de yuca.
¿Cuántos proyectos semejantes a éste, y fracasados como éste, no están dispersos por todo el país? Es el sello del régimen. Me acuerdo de la carretera a Macuro, la playa donde llegó Colón. ¿Se acuerdan de Atila manejando el tractor que iba a abrir la vía? Allá está todavía el tractor, herrumbrado y abandonado, y Macuro sigue tan aislado como cuando llegó el almirante genovés a esta tierra de gracia. Esto por no hablar de proyectos de mayor envergadura, como la Ciudad del Hierro en Guayana, de la cual lo único que existe es la primera y única piedra colocada por el propio Atila hace varios años. La lista de obras ofrecidas y no construidas es larga, pero el espacio de esta minicrónica es escaso, así que dejemos esto hasta aquí. Cada quien que agregue la obra que recuerde.