Todo para Haití, por Simón Boccanegra
El infortunado pueblo de Haití merece toda nuestra solidaridad. Hay que brindársela desde ya. No sólo el gobierno, sino todos nosotros, los ciudadanos. Por mal que la estemos pasando aquí, nunca estaremos peor que el pueblo haitiano. La tragedia de los haitianos no puede dejarnos indiferentes. Todo lo que podamos hacer debemos hacerlo. Una catástrofe de esa magnitud, con la insondable carga de dolor y sufrimiento que comporta, jamás se había producido en este continente.
Ante las terribles imágenes uno se dice «no, esto no puede haber ocurrido». Pero sí, ocurrió. El alevoso mazazo de la naturaleza se abatió sobre el pueblo más pobre de América Latina y el Caribe. Su capacidad de hacerle frente con sus propios recursos a esta desgracia colosal, es ínfima. Si no llega ayuda extranjera masiva, la situación empeorará rápidamente. Toda clase de epidemias pueden desatarse si no nos damos prisa.
Esta es la hora de la solidaridad. De esa que una vez pusimos de manifiesto con nosotros mismos, cuando el deslave del Litoral Central. En esa oportunidad, lo mejor de la venezolanidad se mostró espléndidamente, con nobleza y desprendimiento, durante la movilización nacional, para ayudar a nuestros compatriotas del estado Vargas. La memoria de aquellos días de infortunio constituye uno de esos recuerdos emocionados que nos reconcilian con nosotros mismos.
Pues bien, Haití nos convoca de nuevo.
Este minicronista está seguro de que no le fallaremos al pueblo de Petion.