Traidores, por Teodoro Petkoff

¿Qué tienen en común Carlos Genatios, Luis Fuenmayor Toro y Sergio Antillano? Los tres están comprometidos con “el proceso”, los tres han sido funcionarios de alto rango en el gobierno, los tres han sido brutalmente maltratados por la intolerancia y la mediocridad de sus superiores y de los cagatintas de estos. Genatios, no porque él lo haya hecho sino porque otros recordamos públicamente lo que escribió a lo largo de los años anteriores sobre los trabajos en Vargas, ha sido tildado de “traidor” a través del canal 8, y el propio Chávez intentó, torpemente, poner en duda su honestidad intelectual
Fuenmayor, fue echado a patadas de la OPSU, porque ha sostenido una postura sobre las universidades desde una perspectiva autonómica y de defensa de su calidad, en abierta contradicción con los criterios del historiador de pocas luces que ahora ocupa el ministerio de Educación Superior. Antillano, encargado de organizar el pabellón venezolano en la gran exposición internacional de Japón, ya una vez despedido de la dirección del Museo de Ciencias, ahora fue intempestivamente desalojado de su oficina y su cargo por un grupo que él mismo denomina de “perros de presa” del ministro de Cultura, aduciendo estos que el pabellón venezolano no refleja a la “revolución”. Probablemente los tres tengan en común también que todavía mantienen viva su fe en “el proceso”, pero esto no es de nuestra incumbencia.
En cambio, lo que nos compete a todos, porque trasciende a esas tres personas, aunque hayan sido las incidencias que los involucran las que echan luz sobre ello, es el avanzado proceso de degradación y envilecimiento que va gangrenando, cada vez más aceleradamente, áreas enteras del gobierno y sus partidos. La tendencia a regimentar el pensamiento político y la conducta de funcionarios públicos de alto nivel y de los militantes de la “revolución”, se afirma cada vez más. Desde la lista fascista de Tascón hasta el innoble chantaje del despido, pasando por las amenazas de toda índole, los recursos del poder son utilizados para doblegar la independencia de pensamiento. El trato que se ha dado a Genatios, Fuenmayor y Antillano no persigue otra cosa que inducir temor e inhibición. Es un efecto-demostración, dirigido sobre todo a la gente del chavismo. “Mírense en ese espejo” es lo que se les dice a quienes pretendan continuar pensando con su propia cabeza. Poco a poco se va haciendo imposible el debate en el seno del chavismo. No hay más ideas que las de Yo El Supremo. Toda idea “distinta”, sobre todo si proviene de partidarios, es sospechosa de “traición”. Al Jefe se le acata en bloque, quien lo discute en el detalle lo traiciona.
El Jefe dijo que en Vargas llovió más que en 1999 y que lo que allí se hizo evitó males mayores y quien dentro del gobierno lo ponga en duda es un “traidor”. Para el fundamentalismo falsamente izquierdizante el insulto supremo es la palabra “traición”. Hay una verdad revelada –la que Yo El Supremo encarna–, y quien disienta de ella en el seno de sus partidarios lo “traiciona”, incluso si proclama su fidelidad a este. Ni siquiera arrepintiéndose recupera la gracia. Esta es la más contundente demostración de que el chavismo no es ni una ideología ni una política. El chavismo es Chávez.