Tres consejeñas con olor a santidad, por Rafael A. Sanabria M.
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«Nadie nace en este mundo
sin que con él nazca el germen de la obra
que ha de cumplir en la vida»
Lowell
El sábado 13 de abril de 2013, tuve el honor de visitar a la hermana Dilia Barrios Marcano, en la Congregación Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, un sábado que me llenó de paz infinita. Sus palabras me reconfortaron. Un conversatorio de etiqueta, unas palabras cargadas de dulzura y amor.
«¡Rafael, tengo 30 años investigando crónicas!», fue su expresión al primer contacto. «Me alegra que tan joven te dediques a esto tan bonito». La conversación fluyó y en un momento se pronunció: «En los archivos de la Madre María de San José, hay tres hermanas naturales de El Consejo con olor a santidad». De inmediato la Madre, tan amable, gentil y de caminar lento, fue a los archivos y con la inusitada maestría que la erige biógrafa y cronista de la Madre María de San José, me indicó el nombre de éstas tres hermanas santas, según el concepto que tuvo la Madre María de San José de ellas. Entregada al diálogo conmigo, me orientaba con suave palabra y describía cada religiosa, como si estuviera viéndola, no dejaba de repetir: «¡Hijo, la Madre decía que murieron con olor a santidad!»
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He aquí las tres damas de El Consejo, que consagraron su vida a Dios y al prójimo:
La hermana María Ángela de San José, que nació en El Consejo el 16 de Julio de 1887. Hija de Juan Neponuceno Gil y María Pérez. Fue bautizada con el nombre de Victoria Sofía el 16 de septiembre de 1888, por el Pbro. José Ángel de Jesús Alemán, siendo su madrina Micaela Ramos. Ingresa en 1917 a la Congregación de las Hermanas de San José de Maracay, donde hizo sus votos perpetuos el 12 de septiembre de 1919, tomando como nombre María Ángela de San José.
Dedica su apostolado en la Casa Fátima de Los Teques, estado Miranda. Atendiendo a los «niños sanos de padres tuberculosos», donde se destacó por su espíritu de trabajo y abnegación hacia los más humildes. Aprendió a leer y a escribir en la escuela particular de su madrina Micaela Ramos (pariente de ella). Su padre fue músico, su madre dedicada a la iglesia y a los oficios domésticos.
Por la parte materna, la familia de los Pérez fundadores de la Sociedad del Carmen Benefactora de sus Miembros en 1865 (El Consejo). En dicha familia nace también el Pbro.. José Lino Pérez Peña (primo de ella). Tendría nexos familiares con los hermanos Martínez-Gil, Alfonzo-Pérez, Aponte-Alfonzo, Ramos-Cicardit, Gil-Ulloa. Su familia materna trajo la devoción de la Virgen Candelaria, de las Islas Canarias (España) al pueblo de El Consejo. Fallece en Los Teques, en 1963, fiel a los mandamientos y al pie del altar.
La hermana Antonia de San José, que nació en El Consejo el 20 de noviembre de 1887, hija de Andrés Matos y Anita del Valle. Fue bautizada con el nombre de Guadalupe Presentación Matos, el 21 de marzo de 1888 por el Pbro. José Ángel de Jesús Alemán. Siendo sus padrinos: López Matos y Juana Francisca Mier y Terán.
Ingresa en 1905 a la Congregación de las Hermanas de San José, hace su primera profesión el 12 de septiembre de 1907 y la perpetua el 12 de septiembre de 1913. Toda ella irradiaba humildad, aun físicamente. Silenciosa, dispuesta siempre a servir a todos como la última de la comunidad. Prestó sus servicios, primero en Calabozo, estado. Guárico (región de Los Llanos) y después durante 36 años, en el Hospital de San José de Maracay, enfermería y portería. Hasta que su insuficiencia cardiaca la hizo guardar absoluto reposo.
Esta mujer piadosa tendría sus raíces familiares en los Matos de Quebrada Seca de Urbina, en la honorable familia de Isidra y Leonor Matos. Refiere la Madre Dilia Barrios Marcano, que fue una de las hermanas famosas de la congregación, toda una santa. Fallece en Maracay el 4 de junio de 1949, a propósito de su muerte la Madre María de San José escribió:
«Fue fiel observante de la santa regla, ni la enfermedad ni nada le hizo dejar de cumplir, de tal manera que en el estado de gravedad en que el médico la declaró, se levantaba a la oración y el feliz día en que expiró terminaba la oración, y al llegar a la celda murió, esta puntualidad a la oración nos deba edificar. Humildemente, calladamente realizó sus deberes. Murió en olor de Santidad».
La hermana Celia María, que nació el 24 de octubre de 1903, en El Consejo, hija de Jesús María Fajardo y Alberta Cecilia Godoy. Fue bautizada en su pueblo natal el 23 de febrero de 1904 por el Pbro. Evaristo Montenegro. Fue su madrina Manuela Padrón. Su nombre de pila era Rafaela Fajardo Godoy.
Hizo su primera profesión religiosa el 19 de mayo de 1933 y su consagración perpetua el 12 de septiembre de 1940, tomando el nombre de Celia María de San José. Ella será la que figure entre los ingresos de los primeros 30 años de la Congregación. Apenas llevó 11 años de vida religiosa.
En el ejercicio de su primer destino: la atención de enfermos tuberculosos, contrae la enfermedad y es trasladada al hospital Padre Cabrera de Los Teques, permaneció 8 años hasta su muerte. Siempre apacible, sonriente, aún cuando la fiebre la devoraba hasta 40°, jamás se quejaba de nada ni exigía nada. En Maracay, donde había ido para emitir su profesión perpetua, alude a su «escardillita».
-¿Qué escardillita? Pregunta su compañera.
– Mi cama, hermana: con ella labro mi cielo.
«Fue profunda y amorosamente eucarística, así Dios, Nuestro Señor le concedió comulgar hasta el último día de su vida. Su gran lema fue: Cumplir en todo lo más mínimo y con exactitud la voluntad de Dios». Por eso se le vio en su lecho de enferma por 8 años, amable y sonriente.
Daba a su enfermedad los nombres más exquisitos: Diamante de gran valor, Margarita preciosa del evangelio. Sufrió con calma, silenciosa y hasta el heroísmo todo cuanto Dios, que conocía su gran amor a la cruz, pudo enviarle. «¿Morir?, que sabroso», repetía en sus últimas horas. Más, no Dios mío, que se cumpla en toda su santa voluntad.
«Jesús, José y María», fueron sus últimas palabras.
Fallece en Los Teques, el 3 de junio de 1942. La Madre María de San José dejó asentado lo siguiente: «Alma toda del esposo divino, dejó recuerdos santos de toda su vida. Alabado sea Dios en sus almas».
La hermana Celia María de San José, la une lazos de familiaridad con los hermanos Flores Godoy. Las hermanas Aymara y Haidée Hernández Godoy. Según el criterio de la Madre María de San José, murió en olor de santidad.
Estas son las tres mujeres, que consagraron su vida al servicio de Dios, tres dignas damas que nos representan en la religiosidad venezolana y porque no decir que podrían ocupar puestos especiales en los altares venezolanos.
El trabajo laical y apostólico de estas esclavas del designio de Dios, no fue solo externamente, supieron conjugar su inclinación mística y contemplativa, con sus actitudes dinámicas: el amor a Dios, a su Hijo, a su reino.
Debe sentirse el pueblo de El Consejo orgulloso, de tener tres mujeres valientes, cada una llevó su cruz con paciencia hasta el final de sus días, debe reivindicarnos su legado y sus obras. Cada una desde su trinchera colocó sonrisa en los más desvalidos, sacaron fuerza de flaqueza para con el ejemplo predicar el evangelio. El tiempo en que ejercieron su apostolado fue difícil, tuvieron que enfrentar epidemias, dictaduras y espinas que encontraron en el camino.
Si en la palabra de la primera beata venezolana, nuestra Madre María de San José, se expresa que murieron con olor a santidad, sin temor a equivocarme de seguro ya están en el cielo, desde lo alto cuidan nuestra tierra próspera y atrayente de El Consejo.
Invito a la grey consejeña, a laicos comprometidos, a la iglesia en general a profundizar más en la vida de estas tres damas que podrían estar en los altares, que su vida y obra sea conocida por jóvenes, con interés de despertar la vocación hacia la vida religiosa.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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