Tribunales, por Teodoro Petkoff

Entre las docenas de periodistas e intelectuales extranjeros que se han acercado a TalCual, ni uno solo ha respondido afirmativamente a la pregunta de si conocía la Lista Tascón. Jamás habían oído hablar de ese engendro. Las revoluciones en el Tercer Mundo, así sean de cartón piedra, como la chavista, tienen, como algunos paisajes, un “buen lejos”. Basta, sobre todo, que esas “revoluciones” mantengan un discurso “anti-imperialista”, para que esos curiosos de otros mundos tengan un orgasmo apenas desembarcan en Maiquetía. Por eso se les ponen los ojos como un par de huevos fritos, cuando reciben detalles acerca de la fulana Lista Tascón y su carnal Maisanta. Es que, también como esos paisajes con un “buen lejos”, sólo de cerca es que se les perciben a las “revoluciones” los pantanos y la basura que los matizan. De cerca es que se ve el autoritarismo, el autocratismo, el militarismo y la propensión neototalitaria.
El chavismo tiene un “buen lejos” y fenómenos como la Lista Tascón son tan domésticos que de ellos no dan cuenta las agencias de noticias. La “anatomía” del chavismo, vista de lejos, parece democrática. Sí, su líder, conceden algunos observadores, es un tanto excéntrico y extravagante, e incluso grotesco, pero para añadir de seguidas: “sin embargo, hay elecciones, no están prohibidos los partidos políticos, no existe censura sobre los medios ni hay centenares de presos políticos, tampoco se tortura o desaparece a los enemigos”.
Sí, de lejos, es verdad, se ve así. Pero cuando se examina de cerca la “fisiología” del régimen, su funcionamiento, entonces todas aquellas aparentes verdades comienzan a ser muy relativas.
Podemos pensar, entonces, que bien seguramente en el exterior ninguna noticia habrá aparecido sobre la destitución de la jueza que ordenó el juicio en libertad de los 29 detenidos a raíz de la evasión de Eduardo Lapi. Eso, como la Lista Tascón, no es noticia; es un asunto demasiado doméstico.
Esa ex jueza, puede apostarse, es chavista y casi con seguridad pertenece a las promociones Velásquez Alvaray. Su sentencia, sin embargo, muy probablemente, se explica porque no pudo encontrar ni en el Código Penal ni en el COPP ningún artículo que pudiera permitirle dictar un auto de detención. Habrá pensado ella que no se puede ordenar la detención de nadie simplemente porque le sale del forro a Pedro Carreño. Por eso la jueza, chavista y todo, no tuvo más remedio que aplicar la ley. No recordó que en este país la ley es lo que Yo El Supremo y sus acólitos digan. Y para que no lo olviden, ni ella, ni ningún otro juez o jueza que todavía no haya caído en cuenta de ese principio “revolucionario”, fue destituida. El mensaje está muy claro: el gobierno no puede perder ningún pleito en los tribu-nales. ¿Independencia del Poder Judicial? ¡Pamplinas!
En Venezuela el Estado es Chávez. Uno y único. Si, como dijera éste, “en un tribu-nal supremo”, alguien no lo piensa así, ya está avisado vía Asamblea Nacional: tal como lo pusieron lo quitan.