Triunfo y derrota, por Teodoro Petkoff
Bueno, perdimos. Es duro de reconocer pero los hechos son los hechos. Chávez tiene en principio seis años más de poder, otorgado por una mayoría relativamente estrecha de venezolanos. Pero la oposición venezolana dio un gigantesco paso hacia el futuro. Esta es la última victoria de Chávez.
Para ganar tuvo que lanzar, inescrupulosamente, todo el peso del Estado contra Capriles. Hizo uso de los dineros públicos y de las instalaciones e instituciones de la administración pública, en una campaña obscenamente ventajista. Ya en el futuro estas artimañas no servirán para nada.
La epopeya de Capriles Radonski, que se montó sobre dos ejes, el de la unidad de la oposición, y el de una movilización personal extraordinaria, que sacudió al país, ha contribuido al nacimiento de una oposición de masas, que cubre prácticamente a la mitad de la población.
Elección tras elección Chávez no ha hecho sino perder votos con respecto a las anteriores y la oposición, desde el 2006 para acá, no ha hecho sino ganar en fuerza popular y en organización.
Las tendencias están claras y un nuevo gobierno de Chávez si no quisiera repetir pautas anteriores, para hacer aún peor lo que ya está mal, no puede ignorar que tiene frente a sí y contra él a la mitad del país. Venezuela está desgraciadamente partida en dos mitades.
Un país así dividido no puede prosperar. Si Chávez quisiera entender esta sencilla verdad comprendería que debe producir un viraje en su modo de entenderse con sus adversarios, de tal modo que, sin que unos dejen de ser gobierno y otros de oposición, puedan ambos reconciliarse en el molde de un mismo pueblo. Toca al gobierno asumir la iniciativa en este sentido.
Ya la jornada cumplida por Henrique Capriles llevó a un apreciable avance en la despolarización del país. Su agotador esfuerzo deja, entre otros, ese legado.
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