¡Uh, ah, la cola no se va!, por Simón Boccanegra

Esta heroica batalla que libran Chacumbele y sus soldados contra el «Vía Libre», enfrentando las fuerzas varias veces superiores del general Ledezma, quedará inscrita en los fastos patrios como algo más grande que Mosquiteros y Taguanes, más valerosa que la batalla de Araure, más decisiva que Carabobo, Boyacá y Junín juntas, y cuidado si no se equiparará a la de Ayacucho.
En astucia deja en pañales al general Zamora en Santa Inés. ¡Qué genio militar el de las fuerzas leales al ínclito y gallardo comandante Chacumbele! De nada le valen al general Ledezma sus artimañas. Cada vez que él va, ya los realistas (por aquello de que entre la revolución y el amor por los reales no hay contradicción) vienen. Apela Ledezma a uno de sus canallescos trucos y el comandante Chacumbele saca de la manga una jugada que asombraría hasta al Che Guevara.
Lo último ha sido realmente cojonudo. Insiste Ledezma en desbordar por los flancos a las fuerzas realistas y Chacumbele encuentra (por milagro, desde luego, en un país donde todos los jueces son opositores), un tribunal que prohíbe los trucos de Ledezma. La sentencia es genial. En una ciudad donde la velocidad promedio de los vehículos es de 15 kilómetros por hora, con colas asfixiantes, el tribunal se mete por los palos y en nombre de la «libertad de conciencia de los ciudadanos» y para proteger «la circulación de personas y el libre tránsito por el territorio nacional», tira al basurero de la historia la cobarde pretensión de Ledezma de aliviar las colas con su infame idea de proponer el plan «Vía Libre».
Pero es que Chacumbele es más arrecho que el Chapulín Colorado. El miserable Ledezma no contaba con la astucia del genial estratega del 4F. Ya éste había detectado que todo el plan no era sino una triquiñuela para garantizar la velocidad de los vehículos donde se desplazan los inefables magnicidas, quienes cada vez que intentan llevar a cabo sus criminales propósitos quedan embotellados en alguna de nuestras fenomenales trancas, cuya preservación está asegurada después de la gran victoria de las fuerzas realistas en la batalla de Caracas. El comandante Chacumbele suspiró, aliviado. «Con mis colas no te metas». «¡Uh, ah, la cola no se va!».
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