Un hombre decente, por Leonardo Regnault
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Hay quienes lo definieron como «el hombre que cambió el mundo». Un hombre que habiendo recibido el poderío que significaba liderizar la URSS, fue capaz de iniciar un proceso de reestructuración de la economía y transparencia en los asuntos políticos culturales.
Conocido como perestroika y glásnost, respectivamente, ambos procesos sentaron las bases para la democratización de la federación Rusa; y aunque esa apertura no significó la llegada definitiva de la democracia, fue un intento valeroso que sólo podía ser llevado adelante por un hombre idealista, enérgico, instruido, táctico brillante y sincero como lo define William Taubman.
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Ese hombre es Mijaíl Serguéivich Gorbachov, quien dejó de existir a los 91 años el 30 de agosto de este 2022. Muchos no tienen idea de lo que significó para la construcción de un mundo mejor. Como ejemplo, quiero destacar su resuelto y decisivo empeño en permitir el desmantelamiento del imperio soviético, sin recurrir a la fuerza y sin el derramamiento de sangre visto en otros casos en los que colonias lucharon por su independencia y libertad. Solo eso le merece un lugar destacado en la historia, aunque los Putin hayan visto ese evento que cambio el mundo como una tragedia geopolítica.
Este hombre fue la antítesis de esos flamantes liderazgos que hoy recorren el mundo y enlodan la política (el oficio más noble). Fue antítesis de aquellos que usan las herramientas de la mentira, la inmoralidad, el autoritarismo como medios para alcanzar su fin: el poder. Gorbachov, tuvo el poder, que muchos de eso politicastros sueñan con conseguir, fue capaz de deslastrarse e intentar dejar un mundo mejor al eliminar la herencia que recibía de totalitarismo y abrir las puertas de la democracia con la promoción de elecciones libres y la institución parlamentaria.
Gorbachov redujo el peligro de un holocausto nuclear con los tratados de no proliferación de armas firmado con Estados Unidos.
Cuando las naciones pertenecientes a la unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas iniciaron las exigencias de independencia, él intentó por todos los medios mantenerlas unidas ofreciéndoles una verdadera federación soviética, no la falacia que habían vivido; y al no poder convencerlos, en lugar de aplicar la fuerza, como ocurrió en Praga en 1968, optó, a pesar de la presión, por introducir algunas reformas que pudieran ayudarlo a cumplir su objetivo. No logrados como en un principio quería, se dedicó a transformar el sistema soviético y con este la política mundial.
En Venezuela su figura es un poco difusa; sin embargo, es propicio en este momento, en el que la autocracia parece avanzar de manera acelerada, en el que la corrupción y la falta de moral es el signo distintivo del poder, podamos inspirarnos en hombre como Gorbachov que ejerció la política con ideales, con energía y por sobre todas las cosas con una fe, a veces ingenua, en el pueblo para que se autogobernara y pudiera moldear sus nuevas instituciones democráticas.
Nadie puede dudar, a pesar de lo que dicen los realistas de la política, que si su estilo de liderazgo con las características que hemos descrito, se hubiese impuesto el mundo estuviese atravesando su mejor destino.
Muere este estadista en un momento en el que no es valorado en su patria y en el que su legado es pisoteado por las pretensiones totalitarias de quien dirige esa nación.
El mundo ha perdido a un hombre decente, y eso es bastante decir para un hombre que llegó a tener el poder de reducir el mundo a cenizas; un hombre que pudo haberse perpetuado como un tirano más y que prefirió legarnos un futuro mejor, legarnos un ejemplo de honestidad y creencia en la capacidad de ser mejores, de no perder nunca el idealismo necesario para llevar adelante las grandes empresas requeridas para el avance de la sociedad.
No pudo cumplir con sus propias expectativas, pero nunca dejó de intentarlo desde el terreno en el que se estuviese desempeñando siempre siguió propulsando los valores en los cuales creía. Ese hombre que cambió el mundo, nunca dejó de ser un hombre decente y por ello le profeso gran admiración.
Leonardo Regnault es Político e Ingeniero civil.
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