Un hueco en el cementerio es la solución a la escasez de agua en Pariata
Ante las pocas esperanzas para solucionar la escasez de agua, las comunidades del litoral se abastecen de cualquier tubería que está a su alcance
En el Cementerio de Pariata no solo se cavan tumbas. En la desesperada búsqueda de agua que envuelve a buena parte de los habitantes del rebautizado estado Vargas, muchos pobladores de las zonas aledañas han encontrado en el camposanto la solución a uno de sus principales problemas.
Justo a las puertas del cementerio, debajo del concreto que cubre el lugar, un hueco abierto para llegar hasta la tubería matriz permite a los sedientos pariatenses abastecerse de agua, no sin antes hacer a un lado la arena acumulada por las sedimentos acumulados por el bote del líquido.
Eugenio, residente de 68 años del barrio Atanasio Girardot, en la parroquia Carlos Soublette, es uno de los beneficiarios del «hueco del cementerio». Relató a TalCual que desde hace dos años las fallas en el servicio comenzaron y su comunidad pasó de tener agua cinco días a la semana a una vez al mes, e incluso “a veces” deben esperar mes y medio para que “valga la pena” que la llave de la tubería esté abierta.
Agachado, mientras llenaba los recipientes de agua, cuenta que el viaje hasta su casa es agotador porque además de caminar con todo el peso a cuestas por más de ocho cuadras, debe cruzar la avenida Soublette (la principal vía del litoral central) y bajar por una calle inclinada otras tantas cuadras hasta su casa. En total debe recorrer cerca de un kilómetro.
Asegura que las respuestas de Hidrocapital nunca llegan y que los trabajadores de la estatal se excusan con el argumento de que “es una falla general”.
Diariamente, antes o después del trabajo y la escuela, jóvenes, adultos mayores, mujeres y niños se dan cita en el lugar para hacerse con un poco de agua para bañarse, consumir o lavar. Muchos de ellos con un reclamo en Hidrocapital en estatus de “pendiente” desde hace varios meses.
“En el hueco del cementerio hay que aprovechar cuando no hay cola para cargar agua”, dice Emanuel, un joven de 18 años de edad, quien aseguró que hay días en los que además del implacable sol y calor deben soportar a multitudes de personas llenando sus tobos y pimpinas, lo que relantiza el proceso.
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Explica que quien desee cargar agua debe llevar su propia manguera, porque no se conecta a una llave sino que se introduce en una de las aberturas de la tapa del acueducto.
Jesús Campos, de 25 años de edad, vive en la parte alta del sector Juana de Arco. Asegura que la llegada del agua en su zona es incierta “a veces llega cada tres o seis meses”, en el mejor de los casos y “rogando porque no sea más», pues cuenta hay vecinos que viven en zonas más elevadas que les llega el agua “una vez a la cuaresma”.
Las calles aledañas al cementerio de Pariata no dejan de estar húmedas pues el trajinar de la gente con carretillas y tobos en mano, llenos de agua, es casi permanente. “Raro es el que ahora no cargue agua”, aseguran personas que al momento del recorrido llenaban sus envases, pero que prefirieron no ser identificadas por temor a que sus nombres lleguen a autoridades y les arrebaten algunos de los beneficios con los que medio “tapan” la crisis del país, entre ellos las cajas del CLAP.