Un país rojo rojito, por Teodoro Petkoff
Rojo rojito, sí, pero de sangre. Un baño de sangre diario, implacable como el odio de los dioses, inunda al país por los cuatro puntos cardinales. Violencia en avenidas, calles y callejones, inseguridad en las carreteras: los titulares de prensa que hoy recogemos resumen el trágico balance de un solo día. Esa hecatombe ocurrió apenas en un día. Pero es igual todos los días, todas las semanas, todos los meses, desde hace años. La presencia aplastante de la muerte se ha hecho banal, cierto es, pero cuando estalla tan brutalmente la noticia de su acaecer no queda sino recordarle al Gobierno que uno de sus primeros deberes, si no el primero, es el de garantizar las vidas y bienes de sus ciudadanos. Pero eso requiere Estado e instituciones, políticas públicas y voluntad política ¿Esta masa amorfa y desvertebrada en que ha sido transformado el Estado venezolano en los últimos años puede hacer frente a tamaño desafío?