Un recuerdo TalCual
Aprendí de ver a Teodoro Petkoff escribir el editorial cada día. Vi en directo lo que es una redacción enérgica, joven, interesada en la realidad del país, entregada. Cometí mis primeros errores en notas y me venía abajo por los regaños telefónicos de mi familia
Autor: Briamel González Zambrano | Madrid
Este 2014 tan duro para los medios venezolanos será recordado también como el año de los galardones al periodismo y a los periodistas de investigación que formaban la UCI de la extinta Cadena Capriles. Ayer, sin ir más lejos, en el dulce otoño de Nueva York, Tamoa Calzadilla y Laura Weffer recibieron el premio María Moors Cabot que otorga la Universidad de Columbia.
Se trata del galardón más antiguo en el campo del periodismo y se lo han dado a ellas por la investigación, que junto con su equipo, hicieron sobre los sucesos del 12 de febrero pasado. Ese trabajo también se acaba de ganar el Premio García Márquez y en junio pasado recibió el del Instituto de Prensa y Sociedad (Ipys).
Yo no puedo estar más orgullosa de ellas, no solo porque son unas amigas entrañables para mí, con quienes he compartido intensos momentos vitales, sino también porque siempre han sido un referente cercano y asible del buen periodismo en Venezuela. Laura fue mi jefa cuando yo era pasante en el diario TalCual, por allá en el 2000.
Ella estaba recién llegada de Londres, donde había vivido unos años haciendo un postgrado. Yo cursaba 4 año de carrera en la UCAB y llegué al diario de la mano de mi profesor Javier Conde, quien me dijo: “Vas para Política y tu jefa se llama Laura Weffer”. Ella me recibió con su sonrisota característica y a partir de ahí empezó para mí un año de aprendizaje, pautas, reportajes, regaños y largas conversaciones. También hubo fiestas, momentos distendidos y hasta estuvimos juntas en un memorable concierto donde conoció al amor de su vida.
Una mañana de finales de julio de ese 2000 me dijo: “Negrita hay un rumor de que hay un agente de inteligencia cubano desertor y está en Puerto Ordaz. Yo he propuesto que vayas tú para allá. Es tu ciudad y te será más fácil todo”. Aquella pauta me parecía como de película y acepté. Cuando estaba ya en el sitio buscando información siempre me decían: ”Por acá acaba de venir una colega suya. También viene de Caracas. Se llama Tamoa Calzadilla y dijo que la llamáramos si sabíamos algo del supuesto espía”.
Yo no conocía a Tamoa, pero sabía que era amiga de Laura y que habían trabajado juntas en El Mundo (cuando fue dirigido por Teodoro Petkoff). Me dije: “Ponte las pilas porque te van a tubear por todos los lados”.
Así que al final llamaba a los informantes con el artimaña regional de: “Si sabe algo me dice por favor, yo soy de aquí de Puerto Ordaz, no de Caracas. Si no llevo la noticia me van a botar del trabajo, Le agradezco su ayuda”. Al final ambas conseguimos información del tal Álvaro Rosabal, las dos publicamos nuestras notas y aquel personaje no fue más que una cortina de humo.
Volvía a Caracas contenta de lo que había conseguido. Seguí con mis notas de política, a veces algún suceso y otras ciudad. Aprendí de ver a Teodoro Petkoff escribir el editorial cada día. Vi en directo lo que es una redacción enérgica, joven, interesada en la realidad del país, entregada. Cometí mis primeros errores en notas y me venía abajo por los regaños telefónicos de mi familia. Laura me decía: “El periodismo se aprende haciéndolo. No te derrumbes”.
Vi desfilar a políticos, artistas, activistas, misses, vecinos, ciudadanos, deportistas, gerentes, académicos, médicos, pacientes. Casi de todo. Fue una época de primeras veces: Primera vez en la morgue de Bello Monte, en La Casona, a Miraflores, en cubrir buhoneros en Sabana Grande, marchas, conflictos. Supe lo que es un plantón, un caliche, y las frases: «¿Dónde está la noticia?», «Esto es muy largo» «Nos tubearon» «Vuelve a escribir esto, pero con más sabor, dale la vuelta» «Anda y cúbrete de gloria», «se tumbó la página, entró publicidad» (y una llorando a hurtadillas porque no habías estudiando para el examen de la universidad por estar escribiendo la nota que nunca fue publicada).
Han pasado 14 años desde que ocurrió todo esto que cuento. A lo largo de este tiempo el diario TalCual ha seguido de referente y dando la pelea por la libertad de expresión, por el periodismo, por contar al país lo que pasa. Desde hace un par de años Andrea Daza desde Barcelona y yo (desde Madrid) escribimos los domingos en TalCual sobre los venezolanos en el exilio español.
Nos empeñamos en contar qué se hace, cómo se vive y cómo se lleva a Venezuela cuando se está lejos. Lo consideramos nuestro espacio para compartir lo que pasa en este lado del charco. Parece que todo esto quedará también en recuerdo. TalCual tiene papel hasta el próximo martes 21. El periódico ha sido varias veces sancionado y multado.
Lo han dejado desahuciado, está moribundo. Se siente una impotencia muy grande, enorme. Que alguien le diga a los que tienen el poder que el periodismo es garantía del buen funcionamiento de la democracia. Que alguien diga a los gobernantes que hay un país por contar y que TalCual es una de las muchas vías para hacerlo. Que alguien les diga, por favor.