Una dictadura es cosa seria, por Ángel Lombardi Lombardi
Twitter: @angellombardi
En la antigua Roma —donde sí sabían de política, leyes, gobiernos y guerras exitosas— cada tanto tiempo, como es «normal» en la historia, eran sacudidos por profundas crisis internas de todo tipo y a veces hasta por guerras civiles en la lucha por el poder. En esas difíciles circunstancias y para evitar que se repitieran con frecuencia y no poner en riesgo a la República Senatorial o cuando se sentían amenazados por un peligro exterior, crearon la figura del dictador con plenos poderes para que «controlara» la situación. Pero su mandato duraba seis meses sin prórroga ni repetición. Sabían lo peligroso de un individuo con todo el poder. Y así sucedió con el golpe de Estado de Julio Cesar que obligó al Senado a designarlo dictador-perpetuo. Dos años después, como es sabido, fue asesinado por un grupo de senadores y con ello estalla la guerra civil entre Marco Antonio y Octavio, disputándose la herencia política de Julio César y el poder, iniciándose así la época romana imperial.
Las dictaduras, en sus diversas formas e ideologías, siempre comparten la misma característica: quieren ser «eternas». Dicho esto, para intentar explicarme al referirme a nuestra situación actual.
En 1998 la gente que votó por Chávez —en su mayoría, creo— no pensaba en lo que vino después. Nuestra sociedad se había acostumbrado a nuestra democracia electoral, imperfecta, pero que había permitido 40 años de vida política y social sin grandes sobresaltos. Tanto, que éramos citados como modelo para América Latina y refugio amistoso para muchos que huían de las dictaduras en sus países. Por qué se interrumpe el proceso democrático iniciado en 1958, habrá que analizarlo de manera plural y racional en su momento.
El proceso político iniciado en 1999, si bien de origen electoral, se fue contaminando de autoritarismo y militarismo en exceso y, pasado el susto del 2002, la entrega progresiva a lo que se ha llamado la «franquicia cubana». Primero la influencia personal de Castro y después el modelo completo «castro-comunista» apuntalado a través de militantes comunistas que rodeaban a Chávez, muchos provenientes de organizaciones de la izquierda comunista venezolana o personas vinculadas. El resto es la agonía de la destrucción y penurias que hemos padecido y padecemos la mayoría de los venezolanos.
Las dictaduras de cualquier tipo indican un fracaso de la sociedad y una derrota colectiva y un retroceso o estancamiento histórico, si tomamos en cuenta lo que se había logrado, en vez de reformar el sistema político democrático, siempre perfectible y en evolución, volvimos a sucumbir a la tentación autoritaria, al presidencialismo y al populismo mesiánico. El costo ha sido terrible, todos lo sabemos porque lo padecemos, día a día.
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Me gustaría pensar que algo hemos aprendido como sociedad, que vale la pena luchar por la democracia, por las oportunidades, por el futuro.
Soy tan iluso que hasta quisiera pensar que puedan existir en el régimen algunas personas que vayan entendiendo que el régimen, no importa cuánto dure, no tiene futuro y lo trágico es que si dura le está robando el futuro a la mayoría y particularmente a las nuevas generaciones, lo cual es imperdonable.
Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.
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