Una epidemia de sida está diezmando a los warao
Autor: Minerva Vitti
El día que monseñor Felipe González le pidió a los habitantes de San Francisco de Guayo un poblado indígena localizado en el Delta del Orinoco que describieran lo que la gente sentía antes de morir, todos comenzaron a nombrar: diaraya (fiebre), sojo (diarrea), botukataya (pérdida de peso), botobotoya (debilidad), ataearakateobo (mareos). Ninguno mencionó la enfermedad que engloba todos esos síntomas. «Señores ustedes están muriendo de sida», sentenció el sacerdote. En San Francisco de Guayo, como en otras comunidades de los caños cercanos, muchos indígenas de la etnia warao no llaman al VIHsida por su nombre sino por los síntomas que experimentan.
Luis José Rodríguez, médico de la zona, ha tenido que dar explicaciones similares a las del sacerdote. Los indígenas warao solo advierten la fulminante presencia de la enfermedad cuando el cuerpo comienza a descomponerse. Rodríguez, de 26 años, está realizando su rural en Guayo.
Acomoda sus lentes y continúa frente al computador revisando la lista de casos de pacientes con VIH, tiene muy presente el episodio porque recientemente le dio la noticia a una paciente de Jeukubaca, otra comunidad del municipio Antonio Díaz en Delta Amacuro. «Lo tomó como si nada», recuerda. «Le pregunté: `¿sabes lo que es el VIH-sida?’. Y me dijo: «No, no sé». Al revisar la historia de esta paciente encontraron que su anterior esposo había muerto de VIH.
San Francisco de Guayo fue una de las ocho comunidades donde a finales de 2011, el doctor Julián Villalba y otros investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y el Instituto de Biomedicina de la Universidad Central de Venezuela elaboraron un estudio que arrojó como resultado que 55 indígenas tenían el Virus de Inmunodeficiencia Humana. El análisis genético del genoma del virus sugería, además, que la epidemia de VIH en las comunidades warao se duplicaría cada 10 meses.
Los especialistas se alarmaron porque 9,55% de los habitantes de ocho comunidades habían contraído el virus cuando la más alta prevalencia en el mundo corresponde hasta ahora a una región lejana: el África subsahariana, con 5% de su población.
Con el paso del tiempo los médicos han advertido que los nuevos portadores del virus llevan en la sangre una variante más agresiva que los está matando en menos de cinco años. Ningún ente está garantizando que todos puedan acceder al tratamiento: «Yo tengo siete años aquí, he escuchado que tienen VIH y no he visto que han recibido tratamiento. Cada año mueren cuatro o cinco», aseguró Luis Tocoyo, profesor en una escuela de Jobure, otra comunidad con alta prevalencia en casos con VIH.
UNA CEPA MÁS AGRESIVA
Una persona con VIH puede estar infectada entre ocho y diez años sin presentar ningún tipo de síntoma y sin embargo transmitir el virus.
Alguien infectado con la cepa más común en Venezuela, el VIH-1 subtipo B, podría vivir ese tiempo sin tratamiento, pero los warao están desarrollando síntomas del sida en menos de cinco años.
Flor Pujol, bióloga del Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y una de las investigadoras del estudio The evolving HIV-1 epidemic in Warao Amerindians is dominated by anextremely high frequency of CXCR4-utilizing strains (2015), explica que en las muestras de los warao se analizó la envoltura del genoma y el resultado fue que 90% de las muestras eran X4, una cepa del virus más virulenta.
Los afectados con esta cepa manifiestan más rápido los síntomas.
Los análisis filodinámicos sugieren que el virus se introdujo en poblaciones warao a principios del año 2000. Luego de atravesar su fase inicial de crecimiento lento, alcanzó San Francisco de Guayo y Jeukubaka alrededor de 2005. Hace 10 años que comenzó su fase de crecimiento exponencial de expansión.
En 2007 la Cruz Roja Venezolana había identificado 15 casos de VIH en la comunidad de San Francisco de Guayo, Murako, Jobure, Isla Jobure, Murako, Ajimurina, Merejina, Kuamujo, La Mora y Guayaboroina.
En ese tiempo la doctora Oriana Contreras estuvo primero trabajando como médico rural en el hospital de Guayo y luego apoyando en un proyecto de la Cruz Roja Internacional, que profundizó en la búsqueda de enfermedades graves.
Así encontró sida, pero también algunos casos de VDLR o sífilis. Las autoridades de la Dirección Regional de Salud de Delta Amacuro entonces comenzaron a desacreditarla como profesional hasta el mismo día de su salida.
Al finalizar el proyecto, Contreras fue vetada por el director regional de salud para esa época, Luis Beltrán Gómez. Le dijo que no podía ejercer más allá, que no debía haber informado sobre el caso.
«¿Cómo iba a quedar el ante las autoridades del Ministerio de Salud en Caracas?», recuerda Contreras a ocho años de aquella escena.
Según Pujol, el virus ingresó a la comunidad hace casi tres lustros y ha evolucionado muy rápido. El panorama, bien lo sabe, es devastador: la magnitud de la epidemia, la velocidad con que se está transmitiendo y en especial la agresividad de la cepa.
La comunidad que está al frente de Jeukubaca desapareció hace dos años. Gran parte de sus habitantes murieron de sida, como lo confirma una lista con la estadística de fallecidos que lleva el hospital de Guayo. La mayoría eran hombres y las mujeres que quedaron abandonaron el lugar.
Uno de los habitantes de Jeukubaka denunció a través de TaneTanae, un medio de comunicación local, que la mitad de los parroquianos de su comunidad han fallecido con claros síntomas del sida: «Narciso, una tía mía, su hijo Jesús, su nuera Amelia y ahora murió otro hijo que se llamaba Rafael… también murió Avilio, un nieto, Jaime, su papá, y los primos Juan Méndez, Julio y Elio; este último era el jefe de la comunidad».
Fray Ernesto «Kiko» Romero, recientemente nombrado vicario de Tucupita, dijo que una vez estuvo 40 días en una comunidad y hubo 12 muertes de jóvenes con VIH.
«El Ministerio de Salud tiene prohibido decir que hay casos de VIH y los indígenas no llaman al VIH por su nombre, sino que le dicen tuberculosis, diarrea. Yo en todas las homilías me encargo de repetirlo», dice el sacerdote.
DE CAMBALACHE A GUAYO
«Cuando ellos llegan con un síndrome diarreico crónico de más de un mes de evolución, uno pregunta ¿eres casado? `Sí’. ¿Concubino? `Sí’. ¿Cómo se llama tu esposo? ¿Vive contigo? Muchísimas veces el esposo está en Bolívar, está en Cambalache», explica el doctor Rodríguez.
Cambalache es un basurero ubicado en el estado Bolívar, a unos 260 kilómetros de San Francisco de Guayo, donde buena parte de los warao que van a este lugar regresan con VIH. Es el caso de una joven que estaba hospitalizada. Ahora tiene un hijo de seis meses, también infectado, y su esposo se quedó viviendo en Bolívar: «Viene, se busca otra mujer y la infecta», dice la religiosa Ilvia Rosa, quien pertenece a la congregación Terciarias Capuchinas, presente en Guayo desde 1951.
En este vertedero de basura la prostitución y el tráfico de drogas son frecuentes. De hecho, se reportó en el mismo estudio, HIV-1 Epidemic in warao amerindians from Venezuela: spatial phylodynamics and epidemiological patters (2013), que 53% de los individuos VIH positivo en Delta Amacuro habían visitado esta comunidad. Se especula que las idas y venidas entre Cambalache sean la causa de la generalizada propagación del virus entre la población warao. Otro lugar donde adquieren el virus es la ciudad de San Félix, también en el estado Bolívar.
Otra hipótesis apunta hacia los barcos que transportan mercancías relacionadas con la industria minera y cuyas rutas atraviesan o se aproximan al Delta del Orinoco. «¿Ves esos barcos?», pregunta Jacobus de Waard, biotecnólogo holandés que actualmente dirige el Laboratorio de Tuberculosis en el Instituto de Biomedicina de la Universidad Central de Venezuela, mientras le pasa uno en frente. «Traen tuberculosis, VIH, hepatitis y una semana sin actividad sexual. Entran sin ningún control sanitario».
Muchos de los marineros proceden de Filipinas, un país asiático, y pasan por estas locaciones en busca de sexo. Luce probable que de alguno de estos lugares los warao hayan importado el virus y que cuando regresaron al Delta del Orinoco comenzara la proliferación.
En julio de 2015 se tomaron las muestras para un nuevo estudio.
Después de analizar las pruebas de VIH aplicadas a 666 individuos warao, de entre 15 a 50 años de edad, de 15 comunidades.
Entonces los doctores encontraron una prevalencia de 7% (48 casos), que continua siendo mayor a la estimada tanto en Venezuela como en el resto del mundo.
(*) Este trabajo fue desarrollado a lo largo del Diplomado de Periodismo de Investigación, que dicta el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) en alianza con la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
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