Una lágrima nuestra, por Fernando Rodríguez

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Claro que la historia da saltos cualitativos, a veces en el momento menos presentido. Un caso de casos fue la imprevista, realmente impensada hasta por los más agudos analistas, caída del imperio comunista un buen día, sin avisos, sin violencia, así no más. Pero también puede permanecer inmóvil por mucho tiempo. Tome el mapa y dese cuenta de las dictaduras de décadas, o hasta las guerras que hacen maldecir la especie, como esa masacre de Palestina o la de Ucrania, que no cesan.
Los historiadores y filósofos y politólogos… suelen ser tan ciegos tratando de ver el futuro, como imprevista la historia. De manera que no hay a quien pedirle cuentas o cuentos. Esto para decir que en esta tierra de gracia en que vivimos ni los más duchos son capaces de diseñar un mañana, fecharlo más o menos y demás, tan necesario en esta situación dramática o, mejor, trágica. De este veto cognoscitivo se escapan los dictadores que están obligados a querer el cetro hasta morir en la cama, como Juan Vicente Gómez, o a salir corriendo cuando la casa echa humo y LLovera Páez le dice al General Presidente que es hora de irse porque las cabezas no retoñan.
Bueno si el mariacorinismo o, las sanciones trumpistas, no tienen pronto efecto nos tocará vivir en la incertidumbre y la tristeza, quien sabe por cuánto tiempo. Porque la verdad es que ver el país derrumbándose, treinta y a lo mejor más años derrumbándose, da dolor, sí, dolor digo. Porque al lado de la esperanza humilde que no otra cosa podemos imaginar en el país y el presente; junto al drama nacional está también el personalísimo de tantos, el mío por ejemplo: el miserable sueldo de jubilado de la UCV o mis hijas que están demasiado lejos o los amigos que solo recordamos ya de cuando en vez, tantos son los años, ¿Cómo está la vaina Héctor Concari?
Por ahí leí un artículo que dice que no tenemos pecho, expresión un poco surrealista, aquí se dicen bolas. Claro el muy precavido dice que son los políticos los sin pecho, como si el resto no fuese parte del ágora, de la polis, de la fraternidad y no tuvieran bolas. Y además no hay que convertir así no más en moral lo que es un capítulo de la sociología y otras artes parecidas que suelen llamarlo antipolítica o neoliberalismo.
Ahora de que todo es silencio y calma realmente lo es. Y represión y atropello y derrumbe por supuesto. Y, digo, tiempo de un duelo demasiado prolongado, extremadamente cruel. Una lágrima indetenible, además en un mundo de caca, el de Trump.
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