Una Matilda muy criolla y una rebelión de revoltosos brillaron en el escenario del TTC
Matilda, el musical, presentado por Clas Producciones tendrá seis funciones en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño desde el 11 de noviembre, los sábados a las 5:00 pm, y los domingos en doble tanda, a las 11:00 am y a las 5:00 pm hasta el 19 de noviembre
La cinta roja que brilla en la cabeza revoltosa de Matilda es todo un símbolo de rebelión: es una cabeza que piensa, cuestiona y confronta, el principal encanto del entrañable personaje creado por el escritor británico Roald Dahl, la niña brillante y extraordinaria con poderes telequinéticos, que también fue popularizada por la adaptación cinematográfica, dirigida por Danny de Vito en 1996.
Matilda ya se ha convertido en un personaje universal, pero la niña que domina el escenario del Teatro Teresa Carreño (TTC) es bien criolla. Esta adaptación de Matilda, el musical, goza del tono local a través de un divertido guion lleno de humor y guiños para el público venezolano. Tanto, que a veces su principal audiencia -los niños- se quedan rezagados en la risa de los adultos quienes terminan siendo los verdaderos destinatarios del chiste.
Como los aplausos que marcaron el emotivo momento entre Matilda y la señorita Miel, cuando la niña se da cuenta de que su maestra vive en una especie de humilde depósito y con ello descubre que el sueldo de los maestros provoca entre risa y pena.
Como esta, muchas otras metáforas de rebelión atraviesan el montaje. El padre (Tom Vivas) que encarna la viveza criolla queriendo estafar a «unos turistas rusos»; la madre (Marilyn Chirinos) únicamente empeñada en mantener su apariencia física por encima del intelecto; ser una niña y defender su voz en un mundo que la minimiza; y la oscuridad de Agatha Tronchatoro (Julián Izquierdo) como la temible directora de la escuela, quien campea a sus anchas bajo un sistema autoritario que se alimenta del abuso a los más débiles.
Las interpretaciones dan en el clavo. El doble elenco de niñas y niños derrochan energía en cada pieza: coreografías bien ejecutadas, actuaciones convincentes, un excelente timing actoral y la veta de comedia bien llevada demuestra el impecable trabajo de ensamble de la directora Marianery Amín, y la dirección coreográfica de Taba Ramírez, quienes junto al equipo de producción liderados por Claudia Salazar dedicaron más de cinco meses a perfeccionar una puesta en escena con más de 30 actores, acróbatas y bailarines, quienes además agilizaban los tránsitos entre cada acto, a través de una escenografía que hizo homenaje a escritoras y escritores, poetas y dramaturgos venezolanos: Elisa Lerner, Aquiles Nazoa, José Ignacio Cabrujas, Karin Valecillos, entre otros nombres que en letra grande daban cuenta de nuestra biblioteca de identidad, de nuestro propio mundo de palabras.
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El repertorio de canciones se tropicalizó con la incorporación de la salsa de salón que encarnan el bailarín Rudolfo, pareja de baile de la señora Wormwood, la desinteresada mamá de Matilda. Pero a la vez mantiene el espíritu emotivo de la adaptación que se presentó por primera vez en The Courtyard Theatre, en Inglaterra, en el año 2010. La Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho hizo emocionar aún más durante los momentos en los que las sentidas interpretaciones de Claudia Rojas, quien encarna a la señorita Miel, y Emilie Ciardello, una de las dos actrices que representa a Matilda, se apropiaron del reflector para conmover al público.
Mención aparte merece la teatralidad que estallaba con cada aparición de Julián Izquierdo Ayala, quien encarna a la directora Tronchatoro: hizo suyo el escenario con su amplio registro vocal, su presencia escénica y su capacidad de balancear las emociones que producían risas estruendosas en el público mediante las respuestas ingeniosas de la malvada directora que vive de sus glorias pasadas, sin olvidar el antagonismo como la figura maltratadora y repulsiva que controla la escuela con brazo de hierro y mucha injusticia.
El montaje que destaca en elementos gráficos, técnicos y simbólicos juega mucho con la iluminación y elementos coloridos como los toboganes, columpios y el patio escolar lo que ayuda a mantener el interés del exigente público infantil porque las tres horas que dura la obra atenta contra la capacidad de atención de los más pequeños.
Y aunque se trata de un concepto coral en el cual la energía del grupo mantiene en alto la interpretación de las piezas con muchos actores interactuando, también permite el espacio para darle reflector a los talentos individuales de los niños y niñas que conforman el elenco, como por ejemplo: la esperada escena de Bruce versus la torta de Tronchatoro, uno de los momentos de más ovación del público.
El montaje de Matilda, el musical, presentado por Clas Producciones tendrá seis funciones en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño desde el 11 de noviembre, los sábados a las 5:00 pm, y los domingos en doble tanda, a las 11:00 am y a las 5:00 pm hasta el 19 de noviembre.