Una política perversa, por Rafael Henrique Iribarren Baralt
Muy poco antes de la elección que llevaría a Trump a la presidencia realicé un escrito llamado “Una gravísima amenaza mundial“, el cual no pudo ser publicado donde yo quería porque era muy extenso.
Debido a los últimos acontecimientos acaecidos en EEUU he decido publicar por partes ese escrito inicial, con la esperanza de que mostrando mis razonamientos de entonces, con la información de entonces, el lector pueda darle más crédito a mis palabras al constatarlas con la triste realidad actual.
Lo que de seguidas expongo es el primer extracto del escrito original.
“Azuzamiento” de los demonios
En la vida a toda acción le sigue una reacción. En EEUU se ve hoy en día muy claramente la racista reacción al sorprendente avance integrador que significó la elección de un presidente afroamericano, en una nación en la que hasta hacía pocas décadas la población afroamericana no tenía los derechos elementales.
(Debido a que en EEUU usan el término “afroamericano”, lo uso en este escrito en señal de respeto, habida cuenta de que pretendo que este escrito allá lo lean. Hago esto aclaratoria porque en Venezuela no usamos este término, a pesar de que esta revolución Chavista ha tratado de imponerlo, entre otros esfuerzos tendientes a abrir las horribles heridas del racismo. Esfuerzos estos que a esta revolución afortunadamente le han resultado ineficaces debido a que Venezuela es uno de los países del mundo donde menos racismo hay. En Venezuela la palabra “Negro” la usamos con afecto).
Al principio todos fuimos uno, y en el amor infinito de Dios todos los aparentes antagonismos de la vida se concilian. Tomando esto en cuenta uno no puede sino definir la campaña de Trump como esencialmente diabólica, separadora, desintegradora, cuya consecuencia no puede ser otra que la pérdida de la armonía primordial.
Su campaña se puede definir en estos términos: Es el azuzamiento premeditado y sistemático de diversos demonios, entre los cuales se destaca el racismo, el machismo, entre otros, a efectos de él posteriormente capitalizar políticamente la emoción que ha provocado en la colectividad, lo cual logra presentándose como el ejecutor de las fantasías que él mismo ha inducido a la colectividad a tener.
Para muchos de sus seguidores él es un vengador que va a materializar sus fantasías con sus mágicos súper poderes gerenciales (que en realidad no son mágicos y que reciben el nombre de: Estafa, llevar compañías a la quiebra para evitar pagos, y el indudable hecho de que los más poderosos tienen ventajas competitivas análogas a las que tiene un tiburón frente a una sardina).
Esta siembra de odios, miedos y desintegración es la clásica historia de los déspotas de la historia, que valiéndose del hábil uso de símbolos y de mitos que yacen en el inconsciente colectivo se las apañaron para conducir a sus sociedades a tenebrosos lugares donde ni ellas mismas habrían sospechado años antes que serían llevadas. Un ejemplo emblemático es el nazismo; pero hay otros ejemplos, que si bien no son tan dantescos, sí ilustran la esencia del proceso y sus peligros. Veamos uno evidente: Lo que sucedió en mi patria, Venezuela, con el Chavismo, la cual quedó destruida precisamente en los años en que nos llovió oro del cielo por la bonanza petrolera.
Un agitador
En la biblia se nos enseña que en un principio fue el verbo. En la palabra está el origen de la creación. Todo lo que nosotros hagamos constructiva o destructivamente lo concebimos en un principio con palabras. Trump, como los hábiles políticos, conoce muy bien el supremo poder de la palabra. Él la usa calculadoramente, con simulada espontaneidad, para agitar y para disimular. Es un maestro de la ambivalencia. Por eso es tan peligroso, porque a muchos confunde. Las acciones que él acomete suelen ir acompañadas de otras de disimulo, que en la jerga militar llamarían: “maniobras de distracción”. Suele ser muy efectivo dando a entender, sin decir lo que no se puede decir por condenable, con incompletas y ambivalentes frases, las cuales con sorprendente frecuencia terminan con el estribillo de disimulo: “Well, I don´tknow“ (“ bueno, yo no sé”).
En ocasiones usa las palabras de una manera tan precisa y sutil como venenosa y perversa. Veamos un ejemplo: En uno de los debates cuando hablaba de “la ley y el orden“, y de los inmigrantes, dijo que había que estar muy vigilantes, para lo cual en inglés está, entre otras, la palabra “vigilant“. Esta palabra está estrechamente ligada con otra palabra en inglés:“ vigilante”. Esta palabra en inglés, “vigilante”, en español no significa vigilante como inicialmente uno supone, sino “ justiciero “ ( es decir, aquellos que aplican la ley por su cuenta ) , evocando así a grupos como “Vindicator association” cuyos miembros recibían un premio monetario por cada “extranjero criminal ” que expulsaran. La fracción de la intervención de Trump en el primer debate, en donde aparece la palabra “Vigilant”, es la siguiente:
“Tenemos a pandillas merodeando por las calles. Y en muchos casos ellos están ilegalmente aquí, inmigrantes ilegales. Y ellos tienen armas. Y ellos le disparan a la gente. Y nosotros tenemos que ser muy duros. Y tenemos que ser vigilantes” (en inglés el párrafo es: “We have gangs roaming the streets. And in many cases, they are illegally here, ilegal inmigrants. And they have guns. And they shoot people. And we have to be very strong. And we have to be very vigilant”).
Una espiral de violencia
Trump es muy hábil conectando el malestar por la globalización con el racismo. Las consecuencias de esta política racista son ostensibles. No hace falta ir a EEUU para percatarse de esta realidad, pues basta echarle un vistazo a las noticias a cualquier hora del día, o ver la actitud de muchos norteamericanos en el exterior, quienes muchas veces no logran ocultar su aprensión por el otro, lo cual muchas veces no es sino consecuencia de la proyección de las llamas de sus propias furias, las cuales han sido sistemáticamente avivadas con gasolina por Trump ( viene a cuento una gran enseñanza de Nelson Mandela: “ El perdonar lo hace a uno valiente “. Cito a Mandela porque ilustrando las bondades del proceso a la inversa, las del perdón, se ponen de relieve los vicios del odio).
Trump ha sido muy exitoso polarizando a la sociedad, es decir, haciendo que sectores de la sociedad se enfrenten entre sí. Este proceso se retroalimenta, porque el enfrentamiento se traduce en más odio, y más odio se traduce en más enfrentamiento. De modo pues que se desarrolla una espiral de violencia.
Es importante destacar que en un enfrentamiento hostil entre dos sectores de la sociedad los odios aumentan en ambos sectores, y muchos son los que en ambos bandos se fanatizan. Siento que las cosas no están peor por el indudable ejemplo de civismo que ha dado el presidente Obama.