Una reunión y muchas lecturas, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Cuando el 5 de marzo leí la edición del New York Times , correspondiente a ese día y me encontré con el trabajo (a tres plumas que incluye la de un viejo amigo) realizado por los periodistas: Anatoly Kurmanaev, Natalie Kitroeff y Kenneth P. Vogel, pensé en las cientos, miles o quizá millones de lecturas que se daría a lo que ellos revelaban (¿en exclusiva?) y que pronto estaría en todas las versiones digitales de los medios de comunicación y redes ante la noticia de que el régimen encabezado por Nicolás Maduro, había sosteniendo una reunión con altos funcionarios de los Estados Unidos, incluyendo representantes de la Casa Blanca.
¡Se acaba el mundo! ¡Nos han traicionado!, son parte de las expresiones que desde ese momento se podían encontrar en redes y en mensajes personalizados. Para muchos, es como si se hubiera cometido un acto contra natura, un sacrilegio en términos religiosos. Cómo es posible que los Estados Unidos, país que ha dicho que no reconoce con quien ahora se reúne, estuviera en ese plan; cuando ha dicho de manera incansable que el reconocimiento es para una presidencia interina, de la que, en lo personal, siempre he buscado su utilidad y todavía.
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Pues a estos puritanos, cabe recordarles que la dinámica de la diplomacia, la política internacional y la local, se comportan de esa forma: siempre buscan la manera de encontrar los caminos que otros, posiblemente, han perdido, a fin de resolver, o profundizar, dependiendo como se le mire, las crisis que se presenten. Eso ha venido pasando entre el gobierno de Venezuela y los Estados Unidos, y luce que en este caso es para superar algunos escollos en la pragmática relación de ambos.
Pero miremos un poco lo que ha venido ocurriendo. Como dicen los periodistas en su trabajo, y esto fue algo que también se hizo público, Maduro contrató, en los Estados Unidos, a una reconocida firma de expertos en manejo de asuntos públicos o mejor dicho de relacionistas que se ocupan de encontrar los puntos más coincidentes entre individuos o grupos de personas con diferencias, para acercarlos hacia aquellos elementos que les haga concordar y de esa forma reunirse y conciliar diferencias con correspondencias.
Y para los norteamericanos, pragmáticos, al fin y al cabo, hay dos elementos claves sobre los cuales ellos han concentrado su interés y uno es coincidente con otro del gobierno de Maduro: energía y geopolítica.
La crisis que se avecina impulsada por la agresión de Rusia contra de Ucrania y que afectará mucho las áreas que sostienen la cotidianidad del mundo, está provocando un reajuste, no solo en la correlación de poder, sino también en todo aquello que tiene que ver con la energía proveniente del uso de combustibles fósiles como el gas y el petróleo. Pero también en ciertos rubros alimentarios como el trigo.
Esto anticipa otros escenarios por los que el mundo va a transitar, de alargase el conflicto ruso-ucranio, como el aumento récord en los precios del petróleo, ya en marcha, y sus derivados (gasolina y gas licuado), una considerable escasez de alimentos, empujando las estadísticas negativas de un panorama ilustrado con un alto índice de hambre en muchas regiones del mundo, y la siempre consecuente inflación. Por eso, más allá de ir a lanzar cohetes y granadas en una guerra, lo que actualmente ocurre es el rápido movimiento de la Política que ayude a la búsqueda de salvar ciertos flancos claves para mantenerse en pie ante situaciones venideras, como las descritas.
Eso es lo que ha motivado a los estadounidenses a hacer lo que mejor saben: asegurar que una crisis mundial afecte lo menos posible a su país y, sobre todo, garantizar, ante una casi segura escalada de conflicto, un sólido musculo energético que le permita enfrentar a un conocido, pero impredecible oponente.
De allí que aprovechan la oportunidad para encontrar una alternativa petrolera, y si es de arrancarla de las manos de los rusos, es mucho mejor. Pero hay más, si viene acompañada de evitar una extensión estratégica en Latinoamérica, le otorga mucho valor. Lograr ambas, sería cazar dos pájaros con una sola piedra.
¿Pero qué pasará con Maduro? Maduro continuará (por ahora) con el control en la mano y puede que así se empuje, como lo está haciendo, hasta las elecciones del 2024. Más allá, todavía no está claro y depende de si hay alguna idea o estrategia en la atomizada oposición venezolano, que le asegure desbancarle y así mandarlo de paseo. Pero ese escenario anda muy lejos de lograrse, Maduro lo sabe, y los estadounidenses también lo saben, por lo que han preferido asumir una serie de acercamientos para así garantizar sus intereses y aprovechar para ver cómo pueden lograr algo que ayude al equipo contrario al régimen venezolano a reactivar algunas tareas pendientes desde la negociación de México.
Adicionalmente, pareciera que Nicolás Maduro se ha contagiado del pragmatismo que exhiben algunos de sus colaboradores, que, aunque con cuidado los escucha. También sobre el tapete está que, si la crisis en Europa del Este se extiende, geográficamente hablando, y encontrara a Maduro parado en el lado equivocado, podría llevárselo por delante, cosa que seguramente algún asesor debe estar susurrándole al oído, sobre todo los lobistas del norte, por eso la disminución de su discurso inicial de apoyo a Rusia y su “extraño” elogio a las banderas de Venezuela y Estados Unidos.
En resumen, puede que el petróleo venezolano no represente la cantidad suficiente como para suplantar al aportado por Rusia en el ámbito global, eso creo deben saberlo los norteamericanos, pero es el juego de guerra que se va desarrollando en paralelo con la real, dejar al contrario sin muchas alternativas y hasta, si es posible, llevarse a aquellos que fueron sus amigos en algún momento.
Por otro lado, Maduro, como ya lo dijimos, debe estar pensando, en estos momentos, en el 2024, y puede que hasta en el 2036, si logra enganchar la muy destartalada maquinaria petrolera venezolana con un auxilio que ha venido acercándose desde hace algún tiempo y no solo con representantes del actual gobierno de Biden, sino también con republicanos, todos conocedores de que su país es primero, tal y como debe hacerlo cualquier ciudadano de una nación.
No somos tan optimistas para lo que nos importa en realidad en el asunto de la reunión. Sin embargo, lo que nos queda es esperar para ver cuáles serán las opciones que esta novedad tiene para el otro extremo, ese de buscar una salida que ayude a sacudir y sacar a Venezuela del abismo al que la ha llevado Chávez y este mismo Maduro con el que hoy se habla, simplemente porque es la realidad y no un deseo interino.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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