La guerra, la paz, el hambre, el bienestar, por Marianella Herrera Cuenca
Twitter: @mherreradef | Instagram: @nutricionencrisis
Estoy un domingo de estos últimos en mi casa, me levanto, chequeo las noticias según la costumbre de mi familia de toda la vida, tomo café (impelable) comienzo a cocinar el almuerzo, pongo música para inspirarme, sigo con los rituales aprendidos en la crisis venezolana: «aquí no se bota nada» por lo que el corte de los vegetales es minucioso, los brócolis se cortan totalmente incluyendo hojas y tallos para incorporarlos en la preparación, saco las puntas de todo lo que he utilizado para hacer un caldo que pueda utilizar posteriormente.
Con Sergio Mendes de fondo sigo cocinando y me recuerdo de la bonita experiencia, que la semana que acaba de culminar estuve en un comedor de Proyecto Nodriza, me digo a mí misma como reafirmándome lo que han dicho hasta la saciedad los estudios e investigaciones: ¿te das cuenta? Si funciona, educar si funciona.
Después de casi 5 años, las madres de la comunidad Nodriza me cuentan en conversación fluida el abecedario de las vitaminas y minerales, sus funciones, los alimentos que los contienen. Conversamos además acerca de cómo aprovechar los alimentos, como evitar los desperdicios. Ellas son las que guían la conversación de alguna manera, están claras en lo que significa alimentarse adecuadamente, pero tienen un gran obstáculo, la cotidianidad alterada, las penurias económicas, el día a día que agobia y que les hace olvidar que tienen una mata de auyama que pueden utilizar, pero no da tiempo, una pasta con «alguito» es más fácil. Nos despedimos con la promesa de planificar el menú de la casa para complementar el menú de Nodriza, no sin antes comentar que en el mundo hay una guerra y una de las madres, una jovencita que podría ser hija mía comenta: siempre se puede estar peor.
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Mientras sigo cocinando sigo recordando sus palabras hasta que sobrepuesto a la música de Sergio Mendes me llega el audio del presidente ucraniano. Me sobresalto por el idioma y veo a mi esposo entrando con el audio encendido (que tiene subtítulos obviamente) y en ese instante se mezcla todo, la canción en portugués, el idioma ucraniano que denota un dolor inmenso al escucharlo (todavía no he visto el video) y el recuerdo de la madre joven en Petare, Caracas que dice que siempre se puede estar peor, dado lo que ha vivido en Venezuela, pero que ahora es consciente de una guerra y ha visto los videos de madres huyendo con sus hijos, como muchas madres huyeron de la situación Venezolana caminando igualmente con sus hijos en los brazos, solo que no había misiles, eso asusta me dice la madre, y hay otra que continua: y la cara del “otro” presidente asusta (se refiere a Putin) y es que ciertamente el lenguaje no verbal del presidente en cuestión (Putin) asusta, y otra refiere parece que ese señor lleva la guerra en la cara.
Esas palabras duelen: Llevar la guerra en la cara es otro nivel porque hay gente que transmite paz, que inspira paz, pero luego de este comentario tan acertado podemos pensar y sentir que hay gente que inspira guerra, y así como inspirar y generar paz tiene consecuencias positivas como el bienestar, la alegría, un estado óptimo de salud, la guerra genera hambre, desolación y miseria, traumas en el alma que luego son difíciles de borrar.
Mucha gente se refiere a otra diciendo: es que esa amiga mía, o amigo, me da paz, es como buena “vibra” en buen venezolano, uno conversa con él y se siente mejor «de una», pero ¿qué tal que cuando la mirada solo inspira miedo, terror, angustia? El miedo paraliza, no lo olvidemos, es fácil decir salgan a la calle y sean valientes, cuando sabes que podrías no regresar, de eso los venezolanos sabemos, de miedo y de valentía, de defender nuestras ideas y valores, por eso conmueve la narrativa de una joven venezolana que siente la guerra en la cara otro ser humano, tan distinto a ella y que logra expresarlo de manera contundente. Las emociones cuentan, la reactividad sin negociar sin pensar genera violencia.
La guerra y la paz al final son expresiones de lo que puede elegir el ser humano al iniciar un camino, esperemos que más temprano que tarde el camino sea el de la paz verdadera y sostenible para todos, en pleno siglo XXI una guerra es sencillamente incomprensible.
Marianella Herrera Cuenca es Médico, Profesora UCV-CENDES-F Bengoa
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