Una sociedad revolucionaria, por Simón Boccanegra
Más allá del resultado de las primarias norteamericanas para escoger los candidatos a la presidencia, hay una circunstancia sobre la cual este minicronista quisiera llamar la atención. En el partido Demócrata son una mujer y un negro los dos candidatos en la liza, con una alta probabilidad de que uno de los dos sea el próximo ocupante de la Casa Blanca. La sociedad estadounidense, contra lo que señala la sabiduría convencional, dista de ser conservadora. Al contrario, es probablemente la más revolucionaria del mundo, la más cambiante y la que más rápidamente evoluciona. Si se piensa que hace apenas cuarenta años los negros eran todavía ciudadanos de segunda clase, en un país racista; y las mujeres eran víctimas de otra clase de discriminación, la propia de un país machista, se comprenderá que el giro dado por la sociedad norteamericana en este tiempo es realmente copernicano. No es que no existan aún formas aberrantes de racismo y de machismo, pero que los gringos estén escogiendo entre Hillary y Obama a la persona que tiene más probabilidades de suceder a Bush habla de que no es la norteamericana una sociedad estancada o en decadencia sino una mucho más preñada de dinámicas de progreso y avance social que cualquier otra en el mundo. Para remate, el casi candidato republicano no deja de ser expresión, en otra forma, del mismo espíritu. En ese país que exalta la juventud y sus valores, donde el deporte –que es cosa de jóvenes– es una suerte de religión, McCain también pertenece a una minoría: la de los viejos. A los 71 años, el más «demócrata» de los republicanos demuestra que ni siquiera la Norte América conservadora se cala ya las aberrantes trivialidades de Bush y sus neocons.