Unidad europea: ¿sostenible?, por Félix Arellano
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La invasión de Rusia a Ucrania paradójicamente está fortaleciendo a la Unión Europea, que ha iniciado el debate de la política de defensa comunitaria, un tema considerado tabú, está trabajando coordinadamente frente al conflicto, retomado el diálogo transatlántico y reactivando a la OTAN; empero, las fuerzas desintegradoras no han desaparecido, entre otras, el gobierno de Viktor Orbán, reelecto recientemente por cuarta vez en el gobierno de Hungría, está generando efectos disruptivos y los fantasmas, tanto del euroescepticismo o eurofobia, como del aislacionismo de Donald Trump, se mantienen en la escena incrementando la incertidumbre.
Durante el largo, complejo y cuestionable proceso del retiro del Reino Unido de la Unión Europea (UE), definido como el Brexit, el clima del euroescepticismo crecía entre los países miembros y se proyectaba el potencial retiro de los gobiernos de Hungría y Polonia. Al respecto, cabe destacar que desde 1991, estos dos países en unión a Eslovaquia y la República Checa, conformaron el llamado grupo Visegrado o V4 (rememorando viejas alianzas de 1335).
Entre las banderas fundamentales del grupo Visegrado destacan la defensa del nacionalismo, la soberanía de los países miembros y los valores tradicionales, particularmente, en materia religiosa, en claro enfrentamiento con el modelo liberal que fundamenta la integración europea.
Por otra parte, mediante alianzas circunstanciales con otros países miembros, el grupo Visegrado ha mantenido un enfrentamiento con las instituciones comunitarias y un rechazo al liderazgo de Alemania y Francia dentro de la UE.
Si bien el apoyo financiero de la UE, particularmente los fondos estructurales, resulta de capital importancia para los cuatro países integrantes del grupo Visegrado, las diferencias se han incrementado en el tiempo. En este contexto, los órganos comunitarios registran un triunfo, con la reciente aprobación de una normativa que permite limitar o suspender los aportes financieros, a los gobiernos que incumplen con la normativa comunitaria. En el caso del gobierno polaco ya ha sido sancionado por Bruselas, debido a su política de progresivo control de poder judicial, que rompe con la separación y autonomía de los poderes nacionales.
Pero los acontecimientos no han jugado a favor del grupo Visegrado, entre otros, el proceso de negociación del retiro del Reino Unido de la UE ha sido largo y traumático, y los resultados se pueden calificar como decepcionantes para el pueblo inglés. Luego, la política de aislamiento que promovió el presidente Donald Trump durante su administración, ha evidenciado la necesidad de fortalecer la unidad europea.
Adicionalmente, el “cisne negro” de la pandemia del covid-19, confirmó la importancia de los órganos comunitarios y, en general del proceso de integración, para poder enfrentar un desafío tan complejo.
Para completar el panorama, la invasión de Rusia a Ucrania ha demostrado la vulnerabilidad de los países, lo que está reforzando el papel de la OTAN, como institución de defensa y la necesidad de alcanzar resultados concretos en el tema de la defensa comunitaria.
En el actual escenario de guerra, la posición del gobierno de Polonia con respecto a la integración europea está cambiando significativamente, al asumir el liderazgo de la aplicación de sanciones comunitarias más contundentes contra el gobierno ruso y un activo respaldo al gobierno del presidente Volodimir Zelensky de Ucrania.
El giro del gobierno polaco disipa los aires del potencial divorcio frente al proceso comunitario y contribuye a promover la unidad europea; pero también está generando la inminente ruptura del grupo Visegrado, toda vez que el gobierno de Viktor Orbán, fortalecido internamente con su cuarta reelección, está asumiendo una posición más agresiva en el marco comunitario, en defensa de Rusia su tradicional aliado e incrementando las distancias con el gobierno de Ucrania.
El nuevo gobierno de Orbán ha logrado el control absoluto del Parlamento en Hungría, lo que le abre la oportunidad de reformar la constitución, fortaleciendo su posición crítica de la integración europea. La oposición democrática, que sorprendentemente logró participar unida, triunfó en Budapest, la capital del país, pero el partido de Orbán: Unión Cívica Húngara (Fidesz, sus siglas en húngaro), logró un amplio respaldo en el interior, en particular, en los sectores agrícolas tradicionalmente conservadores.
En el triunfo de Viktor Orbán se suman varios factores, entre otros, la significativa recuperación, tanto de la economía, como de la seguridad a nivel nacional; pero también ha desarrollado una política clientelar, para ganar aliados al interior del país, con el manejo discrecional de los recursos financieros que recibe de las instituciones comunitarias.
Fortalecido internamente, Viktor Orbán se presenta ante su pueblo como la salvación de Hungría frente a la guerra e incrementa la presión contra la UE, al punto que en estos momentos se presenta como el factor que está impidiendo el consenso para la aplicación de sanciones más contundentes contra Rusia, en particular en el sector energético y, adicionalmente, se opone al apoyo al gobierno y pueblo de Ucrania.
Junto al efecto disruptivo que está representando el gobierno de Hungría para la unidad de Europa, el euroescepticismo se mantiene en el ambiente. Al respecto, cabe destacar el respaldo popular que están recibiendo las propuestas conservadoras, nacionalistas y populistas, en su mayoría cargadas de xenofobia, en el proceso electoral en Francia.
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Las recientes encuestan indican que la señora Marine Le Pen, líder de las posturas conservadoras, podría ganar en la primera vuelta y convertirse en la contrincante del presidente Emmanuel Macron para la segunda vuelta.
Por otra parte, el diálogo transatlántico -que se está fortaleciendo desde que Joe Biden asumió el gobierno en los Estados Unidos, y está contribuyendo para la coordinación efectiva de occidente, tanto frente a la invasión de Ucrania, como ante la amenaza que representan para occidente los avances de la geopolítica del autoritarismo- enfrenta la amenaza del creciente protagonismo del expresidente Donald Trump, quien está logrando el control del partido republicano, lo que podría garantizar su candidatura para el proceso electoral del 2024, y no debemos olvidar que mantiene entre sus prioridades el aislacionismo de los Estados Unidos.
La compleja dinámica del mundo global ha demostrado ampliamente que las actuaciones individuales de los países resultan poco efectivas y, por el contrario, tienden a resultar contraproducentes; en tal sentido, se confirma la tesis que los problemas globales exigen de soluciones globales. Ante la creciente amenaza del autoritarismo contra los valores liberales, la unidad de Europa y el trabajo coordinado con las democracias del mundo constituye un objetivo prioritario.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.