Unidad, solo unidad, por Américo Martín
Autor: Américo Martín | @AmericoMartin
Avanza en nuestro país una envidiable historiografía crítica. Desmiente que la historia sea privativa de especialistas. Germán Carrera Damas, un académico excepcional, ha dicho:
- El conocimiento histórico no es solo ni preferentemente el erudito
Repitamos entonces que quien desconozca la historia se condena a repetirla. Sus grandes verdades suelen brillar ex post. Una de ellas resalta por obvia: cada vez que un gran objetivo común hizo inevitable la unidad entre quienes se enfrentaban a muerte, el cambio se hizo posible. Angostura le dio a Bolívar el liderazgo único En ese momento el destino de la Emancipación quedó escrito. La unión de los díscolos generales de la guerra decretó la victoria.
Algo parecido sucedió cuando las distintas facciones del Partido Liberal repartidas entre Curazao y Saint Martin se reencontraron para impulsar la guerra larga contra el conservatismo paecista, en verdad tan liberal como sus adversarios.
Las enormes divisiones del liberalismo determinaron su derrota en 1858, pero al reencontrarse en lucha contra el objetivo común recuperaron el poder. Independientemente del valor que se atribuya a la Guerra Larga, lo cierto es que fue una exitosa operación que cambió la historia para bien y para mal y extirpó hasta el vocablo “conservador”
- En Venezuela, a diferencia de Colombia, nadie se reconoce conservador, todos dicen ser liberales, comentó el escritor tolimés JM Vargas Vila.
No hubo eficaz resistencia unida después de la Libertadora de 1903. Desaparecieron los caudillos y las guerras civiles, razón por la cual Gómez, el amo de Venezuela, falleció de muerte natural, tranquilo y feliz, en diciembre de 1935.
Entre 1951 y 1957 los resistentes diseñaron una original unidad plural. Cuatro partidos diezmados representaban todas las corrientes universales. AD, socialdemocracia, URD, liberalismo, Copei, democracia cristiana, PCV, comunismo. Lo diverso viabilizó la unión. Deponiendo odios y sin arriar banderas confluyeron para derrocar la dictadura.
Rómulo y AD rechazaban a Jóvito y Caldera porque después de derrocar al presidente Gallegos, Delgado Chalbaud les encomendó el boceto de la Constituyente. Ambos aprovecharon esa ocasión única para meter una cuña entre los militares de la Junta. Delgado esperaba retomar cauces constitucionales pero sin adecos y sin Betancourt, cosa que explica resentimientos más que los fantasmas prejuiciosos que siembran la división de nuestros días.
Rómulo, Caldera, Jóvito y Pompeyo eran de madera especial. Comprendiendo que todos perderían si seguían los artificios divisionistas, priorizaron la derrota de la dictadura, preservando democráticamente sus diferencias: se trataba de debatirlas sin pagar con cárcel sus desencuentros.
Esa ardiente lección no se compadece con la persistencia actual de restar y dividir en lugar de sumar y multiplicar. La intolerancia hace del que difiere un enemigo, regalo gratuito al régimen que anhela perpetuarse pese a su insondable fracaso.
¡Invoquemos la grandeza visionaria del pasado!!Desechemos odios, celos y prejuicios y hagamos de la Unidad Nacional la asignatura que demanda un país hambreado y humillado como nunca!
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