Uno es el otro, por Simón García
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Lo inventó todo. No sólo poemas, cuentos, historias y anécdotas sobre sí mismo, también a un escritor: Bustos Domecq. Pero su sabiduría no fue suficiente para obtener el Nobel. No se pudo verificar que no ocurriera, como aseguran los corrillos de nieve en Estocolmo, por la terca oposición de Artur Ludskvist, el viajero inmóvil como lo llamó Carlos Fuentes, escritor y miembro desde 1968 de la Academia sueca.
La memoria nos condujo al nombre de Borges porque nuestra política parece provenir de una página extraviada de alguno de los deslumbrantes cuentos de Ficciones. No somos una tierra inexistente como la de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, pero nos volvemos un país fantasma.
Nuestros dirigentes opositores, muy semejantes unos y otros con las exclusiones que salvan el oficio, padecen «el olvido total de sus años de aprendizaje», un borrón que explica sus errores. Todos incurren en conductas extrañas al sentido común y contrarias a las exigencias de una mayoría que quiere cambio y pide que la oigan y la orienten bien.
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Lo impide la fuerte tendencia al elitismo político. Divorcio que hay que revertir y si no se logra, ponerle fecha de caducidad al cheque en blanco. La función de los ciudadanos y en especial de los independientes es promover en los dirigentes el respeto a los principios del liderazgo democrático: representar intereses; expresar un relato compartido; conducir iniciativas prácticas; rendir cuentas y rotar. Merecer y recibir el voto es el incentivo para que no se alejen de la gente o se coloquen, autoritariamente, por encima de ella.
El retorno de la oposición a la realidad debe comenzar por admitir tres hechos incontestables: primero, el gobierno jugó y está jugado mejor para su plan de perpetuarse en el poder. Segundo, la mayoría en la oposición es una suma de minorías, no una única organización. Tercero, para triunfar electoralmente debe superar cualquier fragmentación que contribuya a dispersar el voto por el cambio, no enteramente opositor.
Es un disparo en la sien de las posibilidades de cambio incurrir en una división opositora por el método para escoger un candidato. Lo democrático es que se presenten nombres, independientes o de partido, y que todos compitan en convencer sobre su capacidad de dar aportes concretos, en visiones de país y respaldo de electores, durante el tiempo que sea eficaz para reducir la escogencia a los candidatos con opción de victoria. Importante, porque el 2024 se puede ganar.
Para triunfar hay que ser constructores de consensos. Un entendimiento sin exclusiones porque hay que integrar. Y luego un entendimiento entre dos polos minoritarios, oposición y gobierno, porque cada uno tiene lo que le falta al otro, el gobierno cuenta con las ventajas del poder y la oposición con el rechazo a las políticas del actual gobierno. Quien resuelva mejor su asimetría vencerá.
El objetivo de la oposición es un cambio democrático del poder. Un logro que pasa por una encrucijada con caminos y destinos distintos; pero las fuerzas que se bifurcan, no son ejércitos enemigos cuyo triunfo requiera la destrucción del otro.
La opción real es una política con propósito de país y un nombre que la exprese con capacidad para convertir diferencias en aportes, conflictos en entendimientos y desintegración en unión. Un uno donde podamos estar todos, aunque los sueños de cada quien sean diferentes.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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