Urbanismo y medio ambiente sustentable, por Pascual Curcio M.
La migración del campo a la ciudad fue y continúa siendo en la mayoría de las latitudes del planeta una realidad humana; la población rural se ha vuelto consciente de que los empleos urbanos están mejor remunerados, así como también las condiciones de vida en las ciudades son mejores que en sus núcleos agrícolas, desprovistos de servicios públicos e inestables en lo ecológico. Pero ante esta evidente exigüidad tenemos una clara excepción: los pequeños poblados agrícolas en los países que integran la Unión Europea se ven prósperos e incluso conservan un paisaje natural circundante esplendoroso.
Especialistas en el análisis social de manera automática reconocen diversos grados o jerarquías del urbanismo e intentan sintetizar tal diferencia en una escala ordenada de valores extremos –cualitativa o cuantitativa–, dimensiones rurales o urbanas y entendidas como realidades dicotómicas.
Sin embargo, lo que vemos en los países integrantes de la Unión Europea es que el paso del campo a la ciudad y viceversa se muestra como un cambio gradual en el uso del suelo más no en una desmejora de las condiciones de calidad de vida de la población a lo largo del tránsito en el espectro económico y en perfecto equilibrio con su entorno natural, incluso ante marcadas diferencias ecológicas.
El geógrafo alemán Walter Christaller al año 1933 diseñó un modelo genérico para lograr el urbanismo ideal aplicado en Europa; graficó un esquema jerárquico de localidades ordenadas matemáticamente sobre el paisaje geográfico en función al número de sus habitantes –fuerza de trabajo disponible– y considerando el potencial radio de cobertura de cada servicio público a implementar, para lograr así mantener su calidad. En específico, lo implícito es que el rango del urbanismo debe ser el distintivo de los servicios que ella presta extendida a su área de influencia directa –en el léxico geográfico anglosajón: hinterland–, lográndose así un nivel de regularidad y efectividad en los servicios sociales y en equilibrio con su medio ambiente, llegándose incluso a esquemas de organización político territorial con base en autonomías locales que son inimaginables para el cuadro socio-político actual tanto en Venezuela como en toda Latinoamérica.
El urbanismo teórico señala que el tamaño inferior de localidad a existir sobre el paisaje se ubicaría alrededor de los 800 habitantes –no tiene sentido práctico concentrar servicios públicos en tamaños menores, lo que plantearía en la realidad geográfica venezolana una reorganización de la población dispersa–; localidades entre 800 y 3500 habitantes en la Unión Europea corresponden a centros poblados dedicados a la actividad agrícola primaria –organizadores de la siembre y cosecha–.
Luego se ubicarían los centros de mercado e intercambio de insumos necesarios para sostener el procesamiento de las cosechas, localidades sobre los 9.000 habitantes con una mayor fuerza de trabajo y servicios públicos más especializados –inicio de los focos agro-industriales, serian las capitales de parroquias en una analogía con la realidad político territorial venezolana–, continuando la estructura jerárquica del urbanismo hacia lo que representa el primer nivel de autonomía político territorial en el país: las capitales municipales –inicio de actividades industriales más diversificadas pero distintas y/o complementarias a la agrícola primaria–, hasta finalizar la caracterización de lo urbano en la gran metrópolis, sede del poder político regional y/o nacional con el mayor grado de especialización en cuanto a los servicios provistos
El urbanismo inicial –localidad entre 800 a 3500 habitantes –debe estar equipada con los siguientes servicios:
-Escuela básica, obligatoria hasta etapa III de la educación media;
-Ambulatorio con cobertura de un seguro público dotado por el Estado a los habitantes de la comunidad agrícola organizada para costear gastos médicos: medicamentos, hospitalización –traslado a otro nivel de jerarquía en salud más especializado– y prevención;
-Servicio de acueducto por tubería, cloacas y electricidad en perfecto equilibrio con su medio ambiente, al igual que la eliminación de los residuos sólidos;
-Entramado pavimentado de calles –drenaje de las aguas de lluvias debe seguir la orientación general del relieve; vialidad acorde con la inclinación de la pendiente general para así evitar los empantanamientos durante las intensas precipitaciones, realidad de los urbanismos mal implementados; transporte público mediante autobuses en impecable estado y en horarios de circulación; el acceso a la ruta férrea se realizaría a partir de la localidad capital municipal, si correlacionamos la realidad geográfica alemana con nuestra estructura político territorial autónoma.
El necesario equilibrio que debe existir entre vida urbana y evolución ecológica no se decreta, se construye; ambas realidades no constituyen un enfrentamiento dicotómico, más bien se complementan en la utopía que encierra el mismo concepto de «Desarrollo Sustentable», tal cual como lo ordena el artículo 128 de nuestra Carta Magna.
Pascual Curcio Morrone es geógrafo (UCV-1983). Especialista en Análisis de Datos. Especialista en Fotogrametría, IPO, adscrito a la Universidad de Stuttgart, Alemania.
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