Urge revisar la historia, por Rafael A. Sanabria M.
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“La incomprensión del presente
nace fatalmente de la ignorancia del pasado.
Pero sería vano agotarse en comprender el pasado
si no se sabe nada del presente”
Marc Bloch
Es lamentable escuchar, especialmente de los jóvenes: “la historia es aburrida y fastidiosa”, “da sueño”, “para qué me va a servir eso, si yo voy a estudiar ingeniería”, o medicina u otra profesión. Esa son expresiones que se escuchan de quienes deberían de ser la esperanza de Venezuela. Mientras en el país ocurra esto, no vamos a poder entender el presente, pues los hechos de la actualidad son consecuencia de los de ayer.
La cuestión no es si la historia me gusta o no. La historia es una disciplina indispensable para entender qué pasa y enrumbarnos correctamente. Hay que revisar los episodios pasados para ver que elementos podemos tomar para estudiar y corregir nuestro rumbo futuro.
No se puede decir a la ligera que no hay salida a algún problema cualquiera, mucho menos decir que no hay esperanzas, cuando no se ha intentado escudriñar el devenir histórico. La historia remite a los acontecimientos vividos por los grupos humanos en el transcurrir del tiempo y en este sentido abarca un sinnúmero de sucesos de la vida, desde el pasado más remoto, hasta nuestro tiempo actual.
El conjunto de hechos cotidianos que deja el hombre a su paso en el tiempo son recordados. Las representaciones de la memoria colectiva de las comunidades, es la memoria de un valorado pasado, que forma parte de los pueblos y que moldea su identidad e idiosincrasia, la cual se materializa de forma escrita o verbal. Así, la historia constituye el día a día de la gente en su lenguaje y actuar.
En el trajinar de la calle, escuché hace algunos días a un profesional de quinto nivel decir que en este país todo está de cabeza. Estoy cansado que digan que este gobierno va a caer cuando sabemos que es puro cuento. Tal vez sus frases puedan ser correctas en alguna puntual circunstancia o son producto de la desilusión por la mala praxis política que ha vivido y a la que ya creemos normal. Pero si no interpretamos bien los hechos pasados hasta los del día de hoy, no tenemos opción para enderezar nuestra ruta al futuro. Es necesario que seamos optimistas, pero aun más importante es no separar los pies del suelo, en imaginarios vuelos. La historia es un ancla para enfrentar el presente con ojos de realidad.
Un ciudadano responsable del diario vivir, debe abrir las páginas de la historia para chequear cuáles fueron los factores que incidieron en la dinámica política que nos han llevado a este desequilibrio actual, especialmente en el orden económico.
Nuestros jóvenes no pueden seguir repitiendo como loros enjaulados, lo que otros dicen con intenciones específicas o por dar respuestas automáticas, sin análisis, para figurar. Repitiendo consignas y pronunciados improcedentes, cual más pernicioso, eslogans, juegos de palabras, que no pronunciamientos serios y sopesados. Urge que se vaya a la historia para hacer el constructo apropiado, que permita trazar líneas y estrategias. De lo contrario seguiremos inmersos en una generación de bobos y tontos útiles, alejados de lo veraz.
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Es la historia bien interpretada, fríamente mirada, la que nos va a señalar el destino y el rumbo a seguir. Empieza desde el seno familiar el deber de conocer la historia, allí se encuentran respuestas que tantas veces hemos buscado fuera de ella. Es necesario sembrar la semilla de la historia desde los niños hasta los universitarios.
Lo que acontece no es por casualidad, tiene su porqué. Sin pretender que los historiadores se conviertan en unos nuevos oráculos, tan solo que sean suministradores de los insumos necesarios para un análisis correcto. Hacer las bases para que –todos– examinemos los hechos presentes y pasados, con una valoración a largo plazo.
Hay que perder el inmediatismo, el recurrir constantemente a la acción urgente porque no se planificó con adecuada anticipación. La falta de planificación es un terrible problema para las obras de ingeniería, para la construcción de una economía saludable, pero también, sobre todo, es muy nefasta en la concepción de nuestros idearios. La historia nos da la base para que planifiquemos nuestro futuro a largo plazo, y luego, desde allí, al corto término. Ella nos permite entendernos a nosotros mismos y a nuestro entorno.
“La historia… testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad”. Marco Tulio Cicerón.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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