Uribe el duro, por Teodoro Petkoff
La verdad es que no es difícil entender al pueblo colombiano en su decisión de elegir a Alvaro Uribe Vélez. Estragado por años de una guerra sin fin y terriblemente frustrado por unas negociaciones de paz que no concluyeron en nada, durante las cuales las FARC mostraron una actitud que a los ojos de millones de colombianos lucían tan obtusas e intransigentes como incomprensibles, el pueblo vecino resolvió hacerse eco del discurso duro e intransigente de Uribe. Después del fracaso de las negociaciones de San Vicente del Caguán, era comprensible que los colombianos optaran por una proposición electoral que coloca en lugar secundario cualquier futuro diálogo con las FARC, subordinándolo al resultado (que Uribe espera favorable a su plan) de un escalamiento de la guerra. Uribe dice, en dos platos, que negociará, sí, pero cuando la situación militar obligue a las guerrillas a sentarse a la mesa sin condiciones. No más zonas de despeje ni negociaciones sin cese de operaciones. Para ello propone una ampliación del Plan Colombia y la creación de un ejército civil de un millón de personas, inspirado en su discutida experiencia de las organizaciones «Convivir», que complementaría la acción de las fuerzas armadas. Si Pastrana, que comprendía bien el terrible obstáculo que para hablar con las guerrillas significaban los paramilitares, no pudo, sin embargo, hacer nada para anular su poder, Uribe, a quien se acusa de vínculos con ellos, no parece que se vaya a preocupar mucho por meterlos en cintura. De modo que lo que se anuncia es plomo al cubo. Estas cosas suelen pasar, poseen una lógica implacable. En Israel, también el pueblo judío, por razones semejantes a las de los colombianos, después de los razonables Rabin y Barak, escogió a Sharon. Creyó, como hoy el pueblo colombiano, que había llegado la hora de los duros. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando del otro lado también hay duros? En el Medio Oriente, la brutalidad fascistoide de Sharon se ha dado la mano con el irredentismo homicida y ciego del extremismo palestino y el resultado ha sido un inmisericorde baño de sangre para el cual no se ve destino y ni siquiera final previsible. ¿Cuál puede ser la perspectiva en Colombia en este duelo de duros que se avecina? Uribe tiene frente a él un pequeño ejército de unos 25 mil guerrilleros, que desde hace medio siglo se mueven por llanos y montañas que conocen a la perfección. Bien armados y con muchísimo dinero, han demostrado hasta ahora que derrotarlos no es nada fácil. De modo que, si se mira a largo plazo (que en Colombia es el de los cuatro años del periodo presidencial), la única salida sensata será, inevitablemente, que los guerreros vuelvan a cruzar el mar de sangre que los separa y retornen a la mesa de negociaciones. Pastrana perdió su arriesgada apuesta. ¿Podrá Alvaro Uribe ganar la suya, de obligar a negociar a los guerrilleros a punta de plomo? Vienen días duros en Colombia.
El rebote del drama colombiano sobre nosotros sin duda que va a ser áspero y peligroso. ¡Como si no fuera suficiente con los problemas que ya tenemos!