Usos y abusos de la historia, por Ángel R. Lombardi Boscán
Twitter: @LOMBARDIBOSCAN
Los historiadores no nos dedicamos a exaltar a la Patria y tampoco a sus héroes. Nuestro trabajo se reduce a un intento profesional de comprender el pasado y por lo general fallamos. El olvido es más poderoso que los recuerdos y los recuerdos sobre el pasado son muchos y contradictorios. Normalmente confundimos la historia, que es el conocimiento de los hechos con evidencia documental contrastada, con la propaganda, los mitos y sobre todo: la ideología política. La historia en todo caso es una forma de literatura.
Hay tantos pasados como historiadores. Tenemos la historia académica y universitaria, minoritaria e ignorada en contextos como el venezolano, y la historia oficial que es la historia del Estado, los poderes públicos y el poder que prevalece en el presente.
La primera queda reducida a una élite ilustrada y la segunda se soporta en los mitos, leyendas y la epopeya bajo el imperio de los grandes hombres. El libro: Venezuela heroica del año 1881 de Eduardo Blanco es su mejor modelo de referencia. La historia es la mejor ficción.
Cuando la historia deja de ser una disciplina plural desde un dialogo amplio y permanente entre sus muchas versiones, opiniones y puntos de vista corre el riesgo de imponer el pensamiento único como arma política e instrumento del poder de turno si éste no tolera los postulados de una sociedad abierta. Hay dos pensadores que tienen esto muy claro. Paul Valery (1871-1945), un escritor, poeta, ensayista y filósofo francés quién afirmó con clarividencia que: “La historia es el producto más peligroso que la química del intelecto haya elaborado. Sus propiedades son muy conocidas. Hace soñar, embriaga a los pueblos, engendra en ellos falsos recuerdos, exagera sus reflejos, mantiene intactas sus viejas llagas, los atormenta en el reposo, los lleva al delirio de grandeza o al de persecución y vuelve a las naciones amargas, soberbias, insoportables y vanas.
La historia justifica lo que sea. No enseña rigurosamente nada, porque contiene todo y da ejemplos de todo”. Más lapidario aún fue George Orwell, famoso autor inglés de novelas tan celebradas como 1984 y Rebelión en la granja al sostener lo siguiente: “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”.
Hacemos éstas reflexiones por qué no puedo evitar mencionar el más reciente cambio de nombre de Ciudad Ojeda a Ciudad Urdaneta llevada a cabo por las antiguas autoridades del Estado Zulia hace un año atrás y que produjo reacciones contrarias de parte de muchas fuerzas vivas de la localidad y de sus habitantes. Incluso, hoy mismo, es muy frecuente encontrarnos en las redes sociales y en declaraciones de las nuevas autoridades del municipio la intención de revisar esto lo cual nos parece sensato.
El sentido de pertenencia de una comunidad alrededor de su nombre originario es un factor cultural muy poderoso, y esto, merece ser respetado. Es complicado desatenderse de una andadura de 85 años y recomenzar de nuevo en lo que representa su toponimia y toda la carga simbólica y de representaciones en el imaginario de los pobladores de Ciudad Ojeda. La cordura de un pueblo, básicamente, está en sus creencias.
Igual quiero aclarar que tanto un nombre como otro gozan de justificaciones y méritos históricos sólidos. Rafael Urdaneta es el principal héroe republicano de la Independencia del Zulia y su trayectoria político/militar nadie lo puede negar. En el caso de Alonso de Ojeda (1466-1515), primer descubridor europeo del Lago de Maracaibo en 1499 y a quién se le atribuye el nombre de Venezuela como ya antes hemos hecho mención, representa una de las herencias fundamentales de nuestra identidad cultural e histórica como lo es la hispánica.
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No por obra del azar estamos escribiendo en lengua española. Si algo reivindicamos para comprender adecuadamente a la Historia de Venezuela es su dialéctica y dinámica temporal de intercambios con la presencia de todos sus aportes, internos y foráneos: desde los primeros pobladores autóctonos provenientes del Asia y Polinesia hasta los europeos, africanos y las más recientes olas migratorias. Venezuela es un crisol étnico criollo y mestizo. Todas estas herencias son valiosas y merecen de todo nuestro reconocimiento sin menoscabo de ninguna. Además, según Tzvetan Todorov (1939-2017): “Ser civilizados es reconocer la humanidad de los otros”.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.
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