Vallejo, pero no César; por Simón Boccanegra
Me voy a ocupar hoy de un tema poco habitual en estas minicrónicas, pero como nada humano me es ajeno –para citar al viejo Terencio– voy a hacer una pequeña incursión en la comarca literaria. Leí la novela de Fernando Vallejo, «El Desbarrancadero», que ganó el premio Rómulo Gallegos.
Para decirlo de una vez, no entiendo cómo pudieron premiar esa novelita de quinta categoría. Gramatical, sintácticamente, bien escrita, pero hasta allí. Vallejo, que quisiera ser un escritor “maldito”, y que simula serlo, no alcanza a enhebrar una sola frase ingeniosa, ni una idea de relativa densidad. Pura huevonada pour épater le bourgeois, en tiempos en que ya Henry Miller no escandalizaría ni al colegio Mérici. Las experiencias, por llamarlas de alguna manera, de dos hermanos homosexuales, encima de eso drogadictos, no le dan a Vallejo ni siquiera para una buena novela pornográfica. Lo demás son tremendismos balurdos, como los de burlarse del Papa, odiar a su madre o llamar homosexual a César Gaviria, que no son nada en este país donde Chávez denomina “jineteras” a los dueños de las televisoras y donde a él le mientan la madre en televisión. Lo que más me sorprende es que el jurado haya podido premiar esa novela en un concurso en el cual participaba también, por citar uno solo, un texto tan memorable como «Soldados de Salamina».