Venezolanas en Colombia y Perú se enfrentan a graves formas de violencia de género
De acuerdo con lo documentado por Amnistía Internacional, la violencia ocurren en todos los espacios. Las mujeres son reiteradamente objeto de agresiones y violencia sexual en los espacios públicos, tanto en las ciudades de acogida donde viven las mujeres como en la ruta migratoria
En Colombia y Perú, los dos principales países de la región receptores de la diáspora venezolana, las mujeres migrantes enfrentan múltiples formas de violencia en el espacio público, en sus casas y en el trabajo.
Sin embargo, no logran acceder a la justicia ni a los servicios de salud, esto debido a la existencia de estereotipos relacionados con su género, nacionalidad, e identidad de género, entre otras, los cuales también significan enfrentar nuevos episodios de violencia y discriminación cuando intentan presentar una denuncia.
Para muchas, la falta de estatus migratorio regular y de información sobre sus derechos agudiza estas dificultades, así ha quedado expuesto en este informe publicado por la organización Amnistía Internacional (AI), que expone cómo las autoridades colombianas y peruanas están fallando en garantizar los derechos de las mujeres venezolanas a una vida libre de violencia y discriminación.
Los datos existentes muestran que la violencia basada en género en contra de las mujeres refugiadas aumentó, en años recientes, en Colombia y Perú, los dos países de estudio de esta investigación de AI. En Colombia, las cifras pasaron de 2.430 casos reportados en el 2018 a 4.165 en el 2020, y en Perú de 1.384 en 2019 a 1.818 en 2021.
La xenofobia y los mitos sobre la inseguridad provocada por la migración en las ciudades, aunados a los prejuicios relacionados con la sexualidad percibida de las mujeres, el cambio en los roles de género en las relaciones de pareja o familiares durante el proceso migratorio y el desafío a los roles de género preestablecidos socialmente, son algunas de las causas subyacentes de la violencia en contra de las mujeres venezolanas.
Violencias en todos los espacios
De acuerdo con lo documentado por Amnistía Internacional, las violencias ocurren en todos los espacios. Las mujeres son reiteradamente objeto de agresiones y violencia sexual en los espacios públicos, tanto en las ciudades de acogida donde viven las mujeres como en la ruta migratoria. Los pasos fronterizos irregulares son espacios de violencia contra las mujeres refugiadas venezolanas por parte de grupos armados organizados, mientras que otras son captadas para fines de explotación laboral o sexual desde Venezuela.
En el ámbito familiar, la violencia proviene de las parejas o exparejas, tanto venezolanas como nacionales de los países de acogida -colombianos y peruanos-. La violencia se materializa en el control sobre la vida de las mujeres y en la violencia económica y patrimonial, que en algunos casos se transforma en violencia física y violencia sexual. En estas situaciones, la falta de acceso a trabajo digno y de empoderamiento económico de las mujeres venezolanas refugiadas dificulta que puedan salir de los ciclos de violencia en los que están inmersas.
En cuanto al ámbito laboral, es per se violento para las mujeres refugiadas venezolanas, en ambos países. Las mujeres venezolanas enfrentan estereotipos compuestos desde la búsqueda de trabajo digno, cuando se les niega la oportunidad de acceder al trabajo por ser venezolanas, sumado a factores de discriminación como la edad. Ante la falta de redes de apoyo, espacios de cuidado para sus hijos e hijas pequeños y la ausencia de oportunidades reales de inclusión laboral en condiciones dignas, muchas mujeres venezolanas se ven obligadas a recurrir al trabajo informal en ventas callejeras, a menudo con sus hijos e hijas, donde quedan expuestas a diversas formas de violencia y explotación laboral, incluida la cooptación para trabajo con fines de explotación sexual. Ante la precarización laboral, otras mujeres también han optado por dedicarse al trabajo sexual. Los estereotipos compuestos fomentan que las mujeres venezolanas sufran violencia de género en el ámbito laboral una vez pueden acceder a él.
Los primeros flujos masivos de personas desde Venezuela se caracterizaron por ser mayoritariamente de hombres (por ejemplo, 63% para el Perú), muchos de ellos profesionales o con alguna posibilidad económica para instalarse en los países de acogida. Sin embargo, según diferentes fuentes consultadas la proporción de mujeres venezolanas refugiadas ha aumentado de un 47% a un 50% desde 2017 y en casos como Perú ha pasado de un 47% a un 58%.13
La feminización del flujo migratorio obedece a varios factores, entre ellos la reunificación familiar o la búsqueda de oportunidades en salud, educación y alimentación para sus hijos, hijas o personas mayores a su cuidado, que no encuentran accesibles en Venezuela. En estos casos las mujeres no viajan solas, sino como cuidadoras de otras personas que las acompañan durante las rutas migratorias y una vez instaladas en las ciudades de acogida: en Colombia, por ejemplo, cerca del 55% de las mujeres refugiadas venezolanas que llegaron durante 2020, salieron de Venezuela motivadas por la vinculación al grupo familiar. Desde un análisis de género, es posible afirmar que esta razón está ligada a la responsabilidad asociada a los roles de cuidado asignados a las mujeres. Por otra parte, las mujeres refugiadas que aún tienen familia en Venezuela no solo son el sustento de su grupo familiar en el proceso migratorio, sino también de quienes se han quedado en su país de origen.
Cabe señalar que los países de tránsito y acogida registran altos índices de violencia basada en género en contra de las mujeres. Para 2020 en Colombia, el Sistema Integrado de Violencias de Género (Sivige), reportó un total de 122,758 casos en todo el territorio nacional. De estos, 58,904 fueron violencia física; 31,635 violencia sexual; 18,967 negligencia y abandono, y por violencia psicológica se registraron 9,782. De este universo de casos las mujeres fueron el 78% de las víctimas sobrevivientes.
En Perú, el Programa Aurora, a través de los Centros de Emergencia Mujer, registró 114,495 casos atendidos de violencia basada en género en 2020. De estos casos, 97,926, es decir el 85.5% corresponden a mujeres víctimas sobrevivientes. Según el tipo de violencia los casos se desagregan de la siguiente forma: 55,995 violencia psicológica; 44,125 violencia física; 13,843 violencia sexual y 532 casos de violencia patrimonial.
En este contexto, y como se desarrollará en este Informe, las mujeres refugiadas de Venezuela sufren violencia sexual y violencia basada en género, además de robos, extorsión, amenazas, agresiones, trabajo forzoso, asesinatos, secuestros, reclutamiento por grupos armados y desaparición forzada. También, se han atestiguado incidentes en los que son víctimas sus acompañantes o las personas que cuidan, entre ellas sus hijas e hijos, tanto durante el trayecto migratorio como en el lugar de destino.
En la pareja
La violencia en el ámbito familiar, en la que el presunto perpetrador es su pareja o expareja es la que más recurrencia tiene en la vida de las mujeres colombianas y peruanas, así como de las refugiadas venezolanas. Puede tomar forma de violencia psicológica, física, violencia económica y violencia sexual. En Perú, no fue posible acceder a cifras de violencia perpetrada por la pareja o expareja de las mujeres refugiadas venezolanas.
Si bien en Perú, solo es posible acceder a cifras de violencia perpetrada por la pareja o expareja de las mujeres extranjeras en general, la información disponible y los testimonios recabados dan cuenta de un aumento de la violencia en el ámbito familiar hacia las mujeres refugiadas venezolanas, tanto en Colombia como en Perú.45 En Colombia, durante 2020, el 80.89% de los casos de violencia basada en género en contra de mujeres refugiadas venezolanas reportados por el Sivige ocurrió en sus casas. Las cifras muestran un aumento de la violencia en este ámbito, que era del 75% en 2018.
Los casos documentados durante el estudio evidencian que la violencia en el espacio doméstico se acrecienta por las condiciones de vulnerabilidad de las mujeres refugiadas: por un lado, la falta de redes de apoyo y de espacios de cuidado para niñas y niños menores de cinco años y las dificultades para escolarizarles luego; y por otro lado, las limitadas oportunidades económicas, que se unen a las dificultades de encontrar un trabajo digno formal en países con altos índices de informalidad en el trabajo. Por último, la falta de oportunidades laborales las empuja al cuidado de sus hijos e hijas en casa y a asumir una dependencia económica que en algunos casos transita de control a violencia.
En los dos países, los testimonios dan cuenta de que la violencia en el seno de la familia puede provenir de parejas o exparejas tanto nacionales de los países de acogida como venezolanas. En la percepción de las mujeres con las que Amnistía se entrevistó, “Ahora se está normalizando la violencia por parte de hombres venezolanos, algo que no era una constante en Venezuela”.
En este sentido, Amnistía Internacional recibió varios testimonios de violencia basada en género ejercida por hombres venezolano:
En el caso de los venezolanos, son hombres que se sienten que se ‘empoderaron’ aquí en Colombia porque son los que están trabajando y la mujer, si vino con hijos y tiene dos o más, y no pueden salir de sus casas, entonces ya empieza el machismo del hombre venezolano. (…) Incluso hay muchas mujeres que dicen ‘¿Cuánto tiempo dura la actividad?, tengo que irme rápido porque mi esposo me está esperando’ o ‘me presta el teléfono porque tengo que decirle a mi esposo’, o ‘présteme el teléfono para mandar una foto y mi esposo sepa que estoy aquí’, a ese nivel han llegado” Micaela, mujer venezolana en Colombia.
Durante la investigación se documentaron casos en los que las parejas hombres del país de acogida, abusando de su relación de poder, les hacen sentir a las mujeres refugiadas que ellas no tienen derechos en los países de acogida, “les hacen creer que no tienen derechos por ser migrantes (…) les quitan los pasaportes para aprovechar y someterlas” manifestaba una de las personas entrevistadas.
Dejar al agresor: casi imposible para mujeres venezolanas sin recursos ni apoyos
De acuerdo con la información recabada, la mayoría de las personas refugiadas provenientes de Venezuela, enfrentan situaciones de precariedad económica en las ciudades de acogida. Para las mujeres, se suman otras condiciones de vulnerabilidades preexistentes. Muchas veces llegan a lugares desconocidos, sin redes de apoyo y con hijos e hijas para sostener. En estos contextos, además de la violencia física y psicológica, muchas sufren violencia patrimonial y económica de parte de sus parejas quienes son el “único” sustento económico familiar. Por ejemplo, Sandra, que actualmente vive con su esposo en Bogotá, nos compartió “me da cuatro dólares diarios y yo tengo que ver cómo me la arreglo, a veces no da dinero, por ejemplo, cuando se enoja y se va”.
Las dificultades que enfrentan las mujeres para romper el círculo de la violencia y alejarse de sus agresores ha sido ampliamente documentada. Para Amnistía Internacional, la violencia económica, sumada a la falta de empleo o precariedad laboral de las mujeres, la ausencia de lugares de cuidado para niñas y niños y la insuficiencia de albergues temporales (ver capítulo 6), hacen que todavía sea más difícil para las mujeres venezolanas en Colombia y Perú separarse de sus parejas para resguardar sus vidas. Una operadora humanitaria señaló, por ejemplo, que una mujer venezolana frente a la pregunta sobre por qué no denunciaba la violencia, respondió: “No tengo para dónde irme. Me dijeron que no hay albergues suficientes”.
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