Venezuela a cuatro velocidades: la desigualdad económica en el país (y III)
Venezuela vive una nueva etapa marcada por desigualdades muy acentuadas en el crecimiento económico regional, que puede clasificarse en cuatro niveles: alto, medio, bajo y crítico. El crecimiento dispar entre los estados crea un panorama donde algunos prosperan, mientras otros quedan rezagados con una alta pobreza de sus habitantes. En el tercer y último texto del seriado «Érase una vez…», se muestra, entre otros temas, cómo la calidad de los servicios públicos que en el pasado fueron los mejores de América Latina, ahora son uno de los principales motivos de la caída de la productividad
Actualmente en Venezuela existe un desarrollo profundamente asimétrico entre regiones. Mientras algunos estados gozan de mayor actividad económica y acceso a recursos, otros enfrentan condiciones críticas que los colocan al margen del crecimiento.
Esta disparidad que se ha visto amplificada por la crisis política, las fallas de conectividad, la mala calidad de los servicios públicos, la baja inversión y las políticas públicas centralizadas, ha llevado a segmentar al país en cuatro niveles de desarrollo económico: estados con alta actividad, regiones intermedias, áreas de productividad limitada y zonas críticas que requieren atención urgente.
La ausencia de datos macroeconómicos oficiales desagregados agrava el problema. Hasta hace una década, el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Ministerio de Planificación y el Banco Central de Venezuela (BCV) publicaban cifras que permitían hacer un análisis económico de cada región. Hoy, la falta de acceso a la información pública ha llevado a las consultoras privadas a llenar este vacío.
El economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, destacó que no todas las economías crecen al mismo ritmo, lo cual es normal. Esto se observa incluso en países avanzados como Estados Unidos, Europa o China, donde las regiones responden a diferentes velocidades. Sin embargo, en el caso de Venezuela, un factor importante que ha profundizado la desigualdad regional, es la crisis que vivió el país entre 2014 y 2021.
«Aunque la caída económica fue generalizada, algunas regiones fueron más afectadas que otras según el tipo de actividad económica predominante», argumentó.
En regiones donde la actividad principal estaba vinculada al petróleo, como los estados Zulia y Monagas la contracción económica fue mucho más severa. Por otro lado, en estados como Mérida donde la universidad pública era un actor relevante, o Bolívar con la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), el colapso del Estado generó impactos muy graves. En contraste, las regiones más ligadas a actividades como comercio, alimentos o salud, muestran un mejor desempeño económico.
Otro factor que amplifica estas desigualdades, explicó el director de la consultora Ecoanalítica, son los problemas con los servicios públicos especialmente la falta de electricidad y agua, así como la escasez de combustible. Esta situación afecta más a los estados fuera de Caracas -la capital- limitando aún más su desarrollo económico.
Venezuela fue en el pasado un gran productor y exportador de petróleo que le otorgaba un puesto importante entre las economías de la región Latinoamericana, mientras que el mercado interno tuvo poco o ningún episodio de escasez de combustible. Por otra parte, varias de sus empresas de servicio como la telefonía y la electricidad mostraron una mejor operatividad y modernización en el tiempo en que estuvieron privatizadas. Hoy, las fallas de gasolina, diésel y gas atentan contra el sector productivo e industrial; y los ciudadanos sufren cada vez de apagones, falta de agua potable y de gas doméstico o en bombonas.
Un ejemplo claro de ello, es el estado Zulia, que de ser la región con más producción petrolera, hoy el volumen llega al 15% de la extracción que se ejecutaba hace años atrás.
Oliveros explicó que el mapa del crecimiento desigual recogió datos de octubre de 2024, basados en mediciones satelitales que analizan la conexión a Internet, el movimiento de vehículos y mercancías, la actividad en puertos y aeropuertos, y la emisión de gases. Con esta información, identificaron las zonas con mayor actividad económica y dónde se concentra más producción.
«Venezuela ha experimentado un fuerte proceso de desindustrialización, favoreciendo actividades como el comercio, los servicios y la importación. Esto ha disminuido la relevancia de regiones con enclaves industriales importantes, como el estado Carabobo, que ha perdido protagonismo en los últimos años», continuó Oliveros.
En este contexto, la región central con Caracas como epicentro, concentra la mayor actividad económica. Se estima que una cuarta parte de las transacciones realizadas por punto de venta ocurre en esta área, que también representa cerca de un tercio del consumo nacional. Además, manifestó que estados como Portuguesa y Lara muestran un importante impulso económico.
En el caso de Anzoátegui, su relevancia ha crecido debido a la actividad en la Faja Petrolífera del Orinoco, que ha visto una ligera recuperación en la producción petrolera este último año.
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El corazón de la producción
Un primer grupo en la clasificación lo integran las regiones con la mayor actividad económica. Entre ellas se encuentran Caracas, Miranda, Anzoátegui, Portuguesa y Táchira, este último estado gracias a su dinámica fronteriza que le otorga una posición privilegiada en comercio e interacción con el mercado internacional: Colombia.
Estos estados concentran la mayor parte de la producción y el consumo, lo que los convierte en centros neurálgicos para los negocios y las inversiones. Oliveros resaltó que en estos lugares se encuentran las infraestructuras más robustas, los servicios más consolidados, y una mayor disponibilidad de recursos, que se complementa con la ventaja de estar ubicadas en sectores con un mercado más grande y competitivo.
En el siguiente nivel están Aragua, Carabobo, Lara, Zulia y Bolívar. Aunque la actividad económica sigue siendo significativa en estos lugares, se considera intermedia. En estos estados, la actividad económica se encuentra en una fase de transición: la producción sigue siendo importante, pero no con el mismo nivel de dinamismo o recursos que las regiones de alta actividad.
Sin embargo, la diversidad productiva y las infraestructuras están en constante mejora, lo que abre oportunidades en sectores como la manufactura y la agroindustria. En estas regiones, las empresas deben ser estratégicas para captar una porción del mercado más competitivo, donde la innovación y la eficiencia juegan un papel crucial.
Los estancados
Los estados Monagas, Apure, Mérida y Trujillo caen en el grupo de actividad limitada. Aquí, la productividad es significativamente más baja y las dificultades estructurales han frenado el crecimiento. La falta de infraestructura, la escasa inversión privada y la limitación en los recursos naturales impiden que estos estados generen el tipo de actividad económica que podría impulsarlos hacia una mayor competitividad. Las empresas que deciden operar en estas zonas enfrentan desafíos considerables, tanto en términos de logística como de acceso al mercado, lo que limita las oportunidades de expansión y consolidación de negocios.
Finalmente, algunos estados presentan una actividad crítica, lo que significa que su economía está al borde del colapso y requiere atención urgente.
«Entre los estados más pobres y afectados destacan Delta Amacuro, debido a su lejanía de la zona central del país y escaso desarrollo, así como Sucre, Cojedes, Trujillo y Falcón. Estas regiones enfrentan condiciones económicas y sociales extremadamente precarias. El resto de los estados se encuentran en una situación intermedia, aunque también enfrentan retos significativos», añadió Asdrúbal Oliveros.
Estos lugares, en su mayoría, enfrentan severos problemas de infraestructura, inseguridad y escasez de recursos, lo que contribuye a que las empresas no puedan operar de manera eficiente ni generar crecimiento económico.
«Esto implica que no es lo mismo tener un negocio en la región central que en Occidente, ya que los patrones de consumo y la distribución varían significativamente. Por eso, es clave que cada uno de ustedes trabaje con metodologías como esta para identificar las zonas donde son más fuertes o más débiles, y analizar la competencia», explicó el economista.
Comentó que esta es una forma de inteligencia comercial que ayudará a los empresarios a comprender dónde concentrar sus esfuerzos.
Antecedentes de la desigualdad
El economista Daniel Cárdenas, del Observatorio Venezolano de Finanzas, explica que estas disparidades tienen raíces estructurales y se han agravado en los últimos años debido al colapso económico y las políticas que han disminuido la participación laboral en la riqueza del país.
La desigualdad en Venezuela no solo es evidente en términos de acceso a bienes y servicios, sino también en la distribución del ingreso. Según datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2023, el 10% más rico de la población obtiene ingresos que son 34 veces mayores que los del 10% más pobre, una cifra alarmante que triplica la brecha promedio de América Latina.
«El problema en Venezuela no es solo que somos desiguales, sino que somos excepcionalmente desiguales», subrayó Cárdenas. Esta brecha refleja un desequilibrio estructural en cómo se reparte la riqueza generada entre capital y trabajo.
También se registró niveles históricos de disminución en la participación del trabajo en el Producto Interno Bruto (PIB). Mientras que la media latinoamericana en 2020 se ubicó en 51% en Venezuela fue solo del 10,2%. Este resultado representa una de las proporciones más bajas del mundo, superando incluso las cifras de las economías menos desarrolladas, cuya media es del 43%.
En comparación, en 2004, las remuneraciones laborales en Venezuela representaban 39,5% del PIB y alcanzaron su punto máximo en 2014 con un 48,2%. Sin embargo, desde entonces, la crisis económica, caracterizada por la hiperinflación, la dolarización desordenada y la contracción de la economía, redujo drásticamente los ingresos laborales.
En cuanto a la pérdida del poder adquisitivo, estudios como el de Anova Policy Research señalaron que para 2022, el 20% más rico de la población concentró 61% del ingreso total del país; las mayorías carecieron de acceso a recursos básicos mientras una minoría concentró la riqueza.
Cárdenas atribuyó esta realidad a un conjunto de factores: políticas económicas erráticas que han reducido la inversión productiva, el debilitamiento institucional, que ha permitido una mayor concentración de recursos en sectores privilegiados; la hiperinflación, que ha erosionado el valor del trabajo y limitado la capacidad de ahorro y el desplome del sector petrolero, históricamente el principal motor de la economía venezolana.
Para reducir estas brechas, el economista enfatizó la necesidad de políticas públicas que promuevan la inversión en sectores productivos, mejoren las condiciones laborales y fomenten una distribución más equitativa del ingreso, ya que a su criterio, no se puede esperar que el país avance mientras la mayoría de la población vive en condiciones de pobreza extrema.
Cómo impacta al ciudadano
Luis Morillo, productor agrícola de Guanare, estado Portuguesa, comentó que algunos de sus principales retos son el costo de los insumos para abastecer la finca y la escasez de combustible.
«El costo de las semillas, los fertilizantes y hasta las herramientas ha sido un tema difícil en los últimos años al momento de cuadrar nuestras estructuras de costos y ganancias para el personal. Pero lo peor es el combustible: hay días en los que tenemos que escoger entre llevar los productos al mercado o continuar con las labores en la finca porque no nos alcanza el gasoil”, comentó Morillo.
Además, mencionó que el estado se ha visto afectado por la migración interna de los habitantes hacia las principales ciudades del país. «Muchos jóvenes que podrían trabajar en el campo se han ido del país o prefieren buscar trabajos en las ciudades, donde creen que les irá mejor. Aunque he visto que los precios de algunos rubros han mejorado un poco, eso no siempre se traduce en más ganancias para nosotros».
Explicó que, si la logística y los servicios básicos no mejoran, deberán «seguir sembrando con las uñas».
En contraste, Carolina Rodríguez, dueña de una tienda de electrodomésticos en el este de Caracas, explicó que aunque tienen más de 20 años en el mercado, en los últimos tiempos tuvo que cambiar la dinámica para ajustarse a la realidad del poder adquisitivo de los venezolanos, principalmente afectado por la inflación y el precio del dólar, que no paran de subir.
«Durante mucho tiempo, fue un negocio próspero, con clientes entrando y saliendo todo el día. Ahora es otra historia. Las ventas han bajado porque la gente no tiene el mismo poder adquisitivo que antes. Si antes un cliente venía y se llevaba un televisor o una nevera, ahora piensan dos veces antes de comprar algo. Y lo entiendo, porque yo misma tengo que hacer malabares con los precios», relató.
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Proyecciones para el 2025
Asdrubal Oliveros destacó cuáles sectores económicos están mejor posicionados para el crecimiento en el próximo año, a pesar de las dificultades que atraviesa el país. El sector salud, especialmente en la producción de medicamentos y servicios médicos asociados a clínicas y laboratorios tiene una muy buena proyección de crecimiento, actualmente este rubro tiene un tamaño de mercado de 7.000 millones de dólares, mientras que el cuidado personal alcanza los $4.700 millones.
El sector automotriz prevé un crecimiento continuo en la venta de vehículos, aunque no en la producción o ensamblaje. La demanda por productos y servicios tecnológicos sigue en ascenso así como la logística y los servicios profesionales, que cada día son más solicitados.
El sector alimentario cuenta con un mercado aproximado de 19.690 millones de dólares, que representa casi el 20% de la economía del país y los analistas proyectan que se siga expandiendo.
Otros rubros que destacan son la industria de vestido y calzado, que actualmente cuenta con un mercado aproximado de $3.000 millones y el sector de mascotas, que ha crecido significativamente con un mercado de $240 millones.