Venezuela: causa global, por Gregorio Salazar
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¿Cuánto tiempo podrá permanecer la cúpula (des) gobernante en la obstinada negación de la realidad? La dura realidad que lo va fagocitando como gobierno, cada vez con menos base de sustentación popular, pero también agotándolo, minimizándolo, extinguiéndolo como expresión de aquel proyecto político, de supuesta reivindicación social, que fundó, encarnó y es su principal referente Hugo Chávez desde hace más de veinticinco años.
No quiere decir esto que se llame a engaño el reducido círculo de seis personas que dio el golpe de timón que marca hoy el rumbo incierto y sumamente riesgoso de la República. Lo que es negación absoluta hacia la calle, narrativa rayana en el desquicio, no significa que no haya cabal reconocimiento hacia lo interno.
Si hubiera sido de otra manera, no hubiéramos presenciado, por ejemplo, la utilización desesperada de todo el aparataje y recursos del poder, la vulneración más impúdica de la constitución y las leyes, el despliegue de una inescrupulosa maquinaria propagandista sin antecedente conocido y –final y fatalmente– el desconocimiento de la voluntad popular expresada en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio.
De cara al ineludible reto electoral que la constitución fijaba para este 2024, a este proceso de paulatino desapego de la realidad puede fijársele como fecha de arranque el 23 de junio de 2023, día en que María Corina Machado formalizó su inscripción como candidata a las elecciones primarias de la oposición, fijadas para el 22 de octubre del año pasado.
La sola presencia de esta mujer fue cegadora, por no decir emocionalmente desestabilizadora. Desde allí, con la comprobación palpable de que estaban frente a la amenaza real de una figura en pleno ascenso, con calado progresivo en todos los estratos de la población, apelaron a todas las acciones, mayoritariamente ilegales, represivas, obstructivas, para detener lo que era no la simple popularidad de una figura política, sino el encrespamiento de una ola de rechazo devino repudio y hartazgo popular. La lucha por el desalojo del poder de Maduro y la elite que lo acompaña se convirtió en una cruzada de salvación nacional.
Vinieron los escamoteos de la realidad que hoy se busca agónicamente desfigurar o desaparecer. Falló la inhabilitación política de Machado y encarcelamiento de su equipo de comando. Falló la criminalización y el desconocimiento de la masiva participación y el resultado de las primarias. Falló la obstrucción a la candidatura de Corina LLoris. Fallaron todas las operaciones de reducción del electorado, comenzando por el impedimento a más de 5 millones de venezolanos en el exterior. No pudieron los cambios sobrevenidos en la organización del proceso electoral. La derrota fue aplastante, humillante, devastadora. Maduro quedó 37 puntos debajo de Edmundo González Urrutia.
Pero esa derrota no existe. No aparece en los registro de la realidad que estaban obligadas a hacer y presentar las instituciones facultadas por la constitución. El proceso político que los sentencia a dejar el poder, y que cogió impulso definitivo en junio del año pasado, sigue siendo negado por la cúpula chavista que proclama a los cuatro vientos una «victoria», una versión precaria, técnica insostenible y contradictoria en sus argumentos. Una farsa que no encuentra flujo natural aguas debajo de la opinión nacional y mundial y es rechazada puertas adentro en los hogares de los venezolanos, chavistas y no chavistas.
Ya puede Maduro encomendar su alma al CNE, el TSJ, a la AN y a su operador político en la fiscalía. Ya puede hacer exaltación de sus virtudes y de la grandeza de sus actos. Para el pueblo venezolano no son más que instituciones podridas a las que no le concede ni credibilidad ni validez a sus decisiones. Ya puede Jorge Rodríguez calificar las actas en poder de la oposición de «papel sucios, mal recortados y mal pegados». El mundo sabe la verdad.
Todos los vemos. Lo ven también los gobiernos vecinos de supuesta similitud ideológica, como Colombia y Brasil, que se han paseado por una serie de infructuosas propuestas de avenimiento, antes y después de las elecciones, hasta aterrizar en la estrambótica fórmula de la repetición de las elecciones y un gobierno de coalición a lo que María Corina Machado ha dado el más categórico rechazo en defensa de quienes se expresaron mayoritariamente el 28-J.
Como lo ha dicho María Corina Machado, el tiempo corre contra quienes están a cabeza de un régimen con rasgos dictatoriales. Insólito que se muestren alistando los barrotes de una inmensa celda con proyectos de leyes contra las ONG y el uso libre de las redes sociales.
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Pero el proceso sigue su curso indetenible. Este sábado miles de venezolanos y ciudadanos de diversas latitudes salieron a las calles de centenares de ciudades –trescientas estaban convocadas—para hacer valer la decisión soberana de los venezolanos el 28 de julio. Y al frente sigue María Corina Machado, quien ahora suma a su escalada victoriosa hacer de la libertad de los venezolanos una causa global.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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