Venezuela en cierre técnico, por Gregorio Salazar
Autor: Gregorio Salazar | @goyosalazar
Con el país al borde del cierre técnico, Maduro anuncia que acabamos de tener los carnavales más felices de los últimos años, que de alguna manera es decir de nuestras vidas. No es mucho el falsario consuelo que nos brinda el desquiciamiento oficial que al día siguiente dice con descomunal desparpajo que en sus narices le han robado un millón de cajas del CLAP.
Veamos: 10 millones de kilogramos que ocuparían toda una caravana de gandolas de alimentos, lo más preciado en el día de hoy para los venezolanos, puesto bajo custodia de las heroicas fuerzas armadas chavistas, desaparecen sin explicaciones. Otra excusa estúpida, mientras ocultan que en su última entrega las famosas cajas, distribuidas apenas cada tres meses, triplicaron su precio y disminuyeron drásticamente su contenido, íntegramente importado para colmo de males.
Decir que Venezuela está al borde del cierre técnico no es una exageración ni una desmesura de opositor neurótico
Si las refinerías nacionales, como es ya más que evidente, están al borde del colapso general lo está entonces el Estado venezolano, cuya economía sin los dólares que produce la industria petrolera pasará a ser un cuerpo exangüe, sin fuerzas para su funcionamiento ni su recuperación.
Desde Paraguaná, la dirigencia sindical de PDVSA viene alertando desde hace mucho tiempo la caía en picada de la operatividad de las refinerías de Cardón y Amuay, que otrora fuera el complejo de refinación más grande del mundo. Una sola planta destiladora, en Cardón, queda en funcionamiento y no todos los días de la semana. Además, en condiciones de riesgo extremo para sus trabajadores.
Es en el interior del país donde se percibe con más dureza los efectos de la hecatombe en la que ha sumido a Venezuela la descocada cúpula chavista. En Paraguaná, sede del complejo refinador, se conoce a la perfección lo que significa la estampida humana que está dejando a Venezuela sin sus mejores capacidades. Son masivas las renuncias del personal obrero y también del gerencial que han puesto su mira a otras latitudes donde puedan desarrollar con normalidad sus vidas.
Desde esa perspectiva y sin señales que algún inversor extranjero quiera asumir el rescate de esas plantas que fueron orgullo nacional y hoy son simple chatarra, el futuro energético del país es aterrador: no habrá gasolina ni gas. Lo dice el propio personal de planta. Y de las fuentes de generación eléctrica ya sabemos su estado de precariedad, pues se encargan de recordárnoslo los constantes apagones que afectan vastas extensiones del territorio nacional, como el que sumió a Caracas en caos esta semana.
El sálvese quien pueda no necesita de ser decretado y publicado en la Gaceta Oficial. La juventud huye en estampida sin posibilidades locales de estudio ni trabajo. La Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFAM), núcleo de Paraguaná, y donde egresaba personal para nutrir las demandas de de PDVSA y otras empresas de la región también va quedando desierta. Las aulas de Ingeniería Industrial, incluyendo asignaturas clave como la matemáticas, no alberga más de 5 o 6 alumnos, que desde el pasado 8 de diciembre no han podido retomar los estudios pues ese centro de estudios se ha quedado sin la flota de autobuses, los dos propios y otros que alquilaban, y que hacían el traslado gratuito en la península y de otras poblaciones del Estado Falcón. Las causas son las mismas que afectan al transporte nacional: sin cauchos, sin repuestos, sin batería y sin aceite.
Para entusiasmar a esa juventud que huye espantada, el gobierno de Maduro ha ideado una fórmula lanzada con bombos y platillos desde la campaña electoral para la fraudulenta constituyente: el plan Chamba Juvenil. Otra clara expresión del inmenso menosprecio con el que trata a los venezolanos la jerarquía chavista cegada y obsesionada por mantener perpetuamente el poder.
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