Venezuela en un zapato… Venezuela en un compromiso, por Alejandro Oropeza G

“Las sociedades civiles irrumpen en la escena contra lo que
perciben como un establishment político arrogante, ajeno al
interés general e impotente a la hora de enfrentarse a los
principales problemas que agobian a la gente”.
Daniel Innerarity: “Política para perplejos”, 2018.
Las semanas previas han sido intensas en muchas de las áreas del acontecer nacional, en donde lo político adquiere, como es de esperar, particular relevancia ¿alguna sorpresa? Es pertinente referirse a dos hechos que, por esas cosas de la vida, tuvieron lugar en aeropuertos distantes: Madrid y Caracas. El primero, la llegada luego de una positiva gira por parte de Europa y América, del presidente encargado y diputado Juan Guaidó; el segundo, el tránsito y, a todas luces, permanencia de Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas, Madrid.
Los actores involucrados en ambos hechos representan dos países: uno en general, respetuoso de formas y normas, en búsqueda de vías de construcción de institucionalidad agotada, que persigue el inicio de procesos detenidos y desmantelados de ejercicio democrático a lo largo de tanto tiempo. El otro, el país de la violencia, el ataque y la persecución, del ejercicio ideológico maniqueísta, el de manipulación descarada de la masa que acciona consecuentemente porque sí, porque me da la gana (¿O la de otros? Poco importa eso); pero siempre obedeciendo un mandato que desdibuja esa pretendida voluntad que la pretende acreditar como poder popular.
Unos ocultan, niegan y justifican: las autoridades españolas, que no saben que hacer con esa papa caliente, confundidos y delatados; mientras, la involucrada en la trastada de Barajas guarda un conveniente silencio o se burla de la institucionalidad española y europea como si aquellas lejanías fuesen remedo absurdo de lo que han producido en Venezuela. Solo el usurpador, con su verborrea amenazante y vacía, hizo referencia marginal al hecho de Madrid manifestando lo que es costumbre en el procerato revolucionario y la masa que lo sigue: nos dio la gana y qué, todo ello en un alegato burlesco e irresponsable.
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Algunos, se escudan en otros para que les hagan la tarea que saben vergonzosa: todos vimos al jefe de seguridad del aeropuerto de Maiquetía ingresar a la persona que después arremetía en contra del presidente encargado. Y me generó curiosidad y dio entonces ánimo preguntar: ¿Por qué una mujer? ¿Por qué no él mismo? ¿No es jefe de seguridad, milico, épico, de muchos rangos? Tal vez es que el trabajo sucio es tarea de otros, otras en este caso. ¿Será porque conocen el talante del diputado y que bajo ningún respecto agrediría ni verbal ni físicamente a la enviada, la elección del género de la representante plenipotenciaria para el agravio? Luego, la turba irracional y agresiva ¿sorprende eso? Ahí, los vimos: gritando, agrediendo, amotinada ¿contra qué y para qué?
El empuje que lleva paso a paso al atraso, el ejercicio de la ignorancia burda que ciega y obedece la orden que no sabe muy bien para qué resulta válida al final del camino cuando la euforia del triunfo en la “batalla” es la agresión y la pretendida humillación del otro. También, cumplen su lamentable rol las autoridades nacionales. Otro actor, que igualmente hizo lo suyo, impidiendo el normal tránsito de diputados y ciudadanos para acercarse al aeropuerto y al usurpador que se le ocurrió reunirse con no sé qué representación en Maiquetía, hecho que creo finalmente no sucedió. Son dos maneras de ver la historia y de entender el ejercicio del poder, las que siempre han estado presentes en nuestra Tierra de Gracia, basta recordar aquello de: “… el mundo es del hombre justo” del presidente Vargas, respondiendo al sátrapa de Carujo, que representaba la barbarie violenta y arbitraria.
Esa mujer que desdibujó su propia vida en la arremetida violenta, que cree que el mundo es del fuerte y del violento y que le asiste el derecho de atacar y agredir a otro por el solo hecho de que un señor vestido con una franela azul le da “legitimidad revolucionaria” a su ataque, es venezolana. La ciudadana que aterrizó en Madrid, violando las sanciones de la Unión Europea (UE) y que encontró a una manada de estúpidos que la acompañaran en la torpe aventura, es venezolana.
La masa enardecida que la emprendía en contra de UN individuo, es venezolana. También, los diputados que llegaron a pie al aeropuerto y quienes acudieron a recibir al presidente encargado, son venezolanos. Y Juan Guaidó es, fuera de toda duda, venezolano y, además, es presidente encargado de la república, cabeza del único poder público legítimamente electo, diputado por la entidad en donde funciona el aeropuerto de Maiquetía y, por sobre todas las cosas: un ciudadano.
A la primera, seguramente le recompensarán su gran valentía y coraje, quizás la condecoren o le regalen alguna réplica de espada o sable devaluado de algún prócer nacional.
A la segunda, le ratificarán el manifiesto talante revolucionario que se revalida una y otra vez al violar, burlar y desconocer las normas y disposiciones de otros países y organizaciones: ¡Bravo, lo hiciste de nuevo, eres la vergataria heroína del repudio a todo lo que pueda limitar el ejercicio del poder de la revolución!
¿A la masa, considerada como tal por el procerato revolucionario y que le sirve y la utiliza para eso, para el desplante y la violencia para con otros qué le queda? Más allá de la arenga de reconocimiento de la valentía grupal en contra de un ciudadano, no creo que le quede mucho: no habrá ni espadas ni sables tampoco elogios individuales que merezcan la atención del liderazgo. Entonces, hay que buscar un camino para ser reconocido, para destacar como singularidad (ser parte de la masa no es suficiente), para lucir y merecer una mención que otorgue un juicio público urbit et orbi sobre la valentía demostrada.
¡Por eso es que se muestran los trofeos de la jornada! ¡Por eso es necesario e indispensable una prueba de lo arrechos que son! Por eso es que vimos a otra mujer mostrar (y oler) un zapato solitario y estaba respaldada y acompañada a sus espaldas por el eficiente estado mayor que acompañó y ejecuto tan heroica acción: el despojar de un zapato a un periodista.
Ese zapato representa y es el laurel más preciado de la jornada ya que significa la victoria sacrosanta sobre la dignidad del propietario y su humillación al verlo cojear sin su zapato. Es probable que ese zapato sea exhibido en una repisa en la casa de la señora que lo conquistó, como se exhibían las armas arrebatadas al enemigo vencido en campos de batalla en los salones de triunfos del imperio romano o que deba itinerar por las residencias de todos y cada uno de los miembros del estado mayor que conquistó el trofeo, pero también es probable que sea atesorado para ser mostrado en uno de los destartalados museos que existen en el país, como prueba irrebatible de la voluntad heroica de un pueblo anti imperialista que no se rinde y que permanece rodilla en tierra en contra de… ¿de qué?
Son dos países separados: uno, irracional, violento, oportunista, presto al asalto y a la gavilla cobarde amparada por la fuerza pública secuestrada; el otro, civilista, demócrata, creyente del ejercicio ciudadano y de la justicia.
El que en esa relación uno de ellos se imponga, determina el tipo de sociedad existente y el sistema político viable. Pero, pueda ser que ese país que pretende ser justo, sea el común denominador de una sociedad reprimida por la violencia y la necesidad y quizás, aguarde agazapado a la sombra de los tiranos la oportunidad de integrarse a lo que nos permita construir futuro y prosperidad para todos.
Hoy se exhiben los logros de las jornadas: de un lado un zapato usado, anónimo y robado inicia su periplo como prueba gloriosa del arrojo de la revolución; del otro, un balance de encuentros, hechos y compromisos, por parte de las naciones más importantes del mundo, en apoyo al rescate de la institucionalidad y el decoro democrático que acrecienta y reclama una acción social, política y cívica para salir adelante e iniciar el trabajo de reconstrucción lo más pronto posible.
Miami, FL.
Director General Observatorio Hannah Arendt – Caracas. Director Ejecutivo (CEO) de VENAMERICA – Miami.