Venezuela “esconde” contaminación del aire detrás de regulaciones con 30 años de atraso
En el marco del Día Internacional del Aire Limpio para los Cielos Azules, una fecha conmemorada por Naciones Unidas desde 2020 para promover la lucha contra la contaminación atmosférica, en TalCual te presentamos lo que (no) se ha hecho en esta materia en Venezuela a fin de minimizar las enfermedades y muertes por aire contaminado, desde lo más básico: cómo debería ocuparse el Ministerio del Ambiente y a qué le presta atención la vetusta normativa nacional
Fotografía de portada: Luis Morillo (Crónica.Uno)
El decreto de confinamiento por el coronavirus produjo una reducción de la contaminación atmosférica en diferentes países del mundo como consecuencia de la paralización de la actividad industrial y comercial, los viajes globales y locales y el cierre de escuelas, lo cual, a su vez, derivó en una baja de las concentraciones contaminantes en el ambiente.
Luego de esto, por primera vez en muchos años, se pudieron ver cielos azules y noches estrelladas. El de Nueva Delhi, la capital de la India y una de las más contaminadas del planeta, fue un claro ejemplo de ello. Allí, al igual que en 117 naciones, han establecido mecanismos de vigilancia del aire, una cifra que, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, muestra un aumento de casi seis veces en la cantidad de territorios que han adoptado las prácticas de medición de polución atmosférica desde 2011, para, entre otras cosas, hacerle seguimiento al progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se relaciona con lograr una calidad de aire óptimo.
En Venezuela, sin embargo, las autoridades no ejecutan esos procedimientos. El Ministerio de Ambiente ni siquiera da información acerca de los niveles de contaminación del aire por material particulado y ha mantenido un rol pasivo respecto a las regulaciones ambientales de las empresas petroleras y cementeras, mayormente ubicadas en el oriente venezolano, que han provocado un gran impacto en el ambiente y los pobladores de esas zonas por la quema de combustible fósiles.
El último registro sobre la concentración de la contaminación del aire en diferentes ciudades del país data de 1992.
Se situaba a Ciudad Guayana —donde 21 industriales se agrupan bajo la Corporación Venezolana de Guayana (CVG)— Maracaibo, el área metropolitana de Caracas y la cuenca del Lago de Valencia como las localidades con mayores registros de contaminantes atmosféricos. La entonces actividad industrial y los grandes asentamientos urbanos tenían una gran incidencia en ello.
Más tarde, un estudio desarrollado por un grupo de investigadores de la Universidad Simón Bolívar (USB) desmostró que en el estado Anzoátegui, en la región de Puerto Píritu y Barcelona, adyacentes a un complejo refinador de crudo y otro de cemento, han aumentado las concentraciones anuales de partículas totales en suspensión (TSP) — el único tamaño de partícula regulado en el territorio—, entre las que están el dióxido de carbono, superando el umbral de los niveles recomendados por la OMS.
En algunos casos tales emisiones eran producidas por el mal funcionamiento de equipos, aseguró Gladys Rincón, una de las participantes del proyecto, que también comentó que pese a que son pocas las investigaciones que se han hecho, con las que ya existentes se ha demostrado que «en Venezuela existe un nivel de contaminación que podría considerarse preocupante».
Y si bien en el país ha habido un desmantelamiento de las industrias —solo en 2020 cerraron 1.200 por el efecto de la pandemia por coronavirus, según la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria) —, lo cual podría llevar a pensar que ha generado una disminución de la contaminación del aire, la verdad es que, según lo explicó la experta en temas ambientales, aunque se podrían estar generando menos emisiones contaminantes, la baja calidad del combustible quemado, aunque fuese menor, termina teniendo un impacto más dañino para el medio ambiente.
«Yo no creo que estemos quemando gas natural. Se debe estar quemando el residuo del residuo de las petroleras. Entonces, a medida que la industria hace la quema, lo introduce en la destiladora y lo de arriba, que es el gas, es un corte limpio, pero en la parte de abajo es donde se queda el azufre. Y nuestro petróleo, aparte de tener altísimo contenido de azufre tiene metales pesados, por lo que lo que terminan emitiendo es cada vez peor porque genera un material particulado fuerte».
Pero la investigación mencionada fue realizada en 2016 y solo en una de las 24 entidades venezolanas.
Las otras pocas que hay sobre el tema han sido realizadas por iniciativa de las universidades venezolanas —en las que se trabaja con las uñas para lograr desarrollarlas y publicarlas en revistas científicas—, que llevan registros propios frente a la opacidad de los organismos oficiales, que tienen al menos siete años sin publicar datos, necesarios para elaborar políticas públicas ambientales y hacerle frente al problema.
«No hay estudios oficiales y tendríamos que tenerlos para contrastarlos con datos epidemiológicos, como números de ingresos a hospitales por infecciones respiratorias, casos de neumonía, etc, con los días en que se detecta más contaminación, por ejemplo. Pero la última vez que el Ministerio de Ambiente dio datos fue en 2015, para cuando tenía estaciones de muestreo de material particulado en dos lugares», comentó la también coordinadora de la maestría en Cambio Climático de la Escuela Superior Policténica Litoral de Guayaquil, en Ecuador.
Estimaciones reseñadas en el informe «Estado global del aire» de hace tres años—elaborado por el Health Effects Institute, una organización no gubernamental radicada en Estados Unidos que se especializa en investigaciones del efecto de la contaminación atmosférica la salud humana y cuyos datos son utilizados por el Banco Mundial—, apuntan a que en Venezuela 56.200 personas murieron por causas atribuibles a la polución del aire entre 2015 y 2019, 7.170 más que las proyectadas para 2010 y 2014.
Esto se traduciría en que en promedio en el país se registran 45 fallecimientos de este tipo por cada 100.000 habitantes.
En todo el mundo, anualmente siete millones de muertes prematuras son causadas por el aire contaminado, advirtió en 2021 el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres. No obstante esa cifra podría duplicarse para el año 2050 si los gobiernos no toman acciones inmediatas, sobre todo los de los países de ingresos bajos y medio, en donde se producen la mayoría de las muertes relacionadas a este fenómeno.
“La pobreza obliga a las personas a vivir cerca de fuentes de contaminación, como fábricas y carreteras también provoca que 3.000 millones de personas sigan quemando combustibles sólidos o queroseno para cocinar y para la calefacción y el alumbrado”.
Ese es justo el escenario que se vive en nuestro país donde, además, existe un déficit de 12 millones de bombonas de gas doméstico, que no solo genera escasez en un territorio en el que el 90% de la población se abastece de combustible por esta vía sino que, además, vuelve leña su salud al obligar al 27% de ella a cocinar con troncos, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos.
«La combustión de leña es aún peor porque emite, aparte de los gases de combustión, dioxinas que son mucho más dañinas y un óxido que irrita todo el sistema respiratorio. Nosotros hicimos un estudio del aire (en referencia a investigadores de la USB) en la zona de Oriente y dimos con unos pueblitos donde garantizábamos que no llegase la contaminación del Complejo Petroquímico José Antonio Anzoátegui, pero nos encontramos con lo siguiente: quien le hacía análisis de respiración a los niños determinó que estos tenían peores condiciones de respiración porque ellos cocinaban con leña. Terminaban respirando contaminantes de criterio (bióxido de azufre, bióxido de nitrógeno, monóxido de carbono y material particulado) y emisiones con contaminantes tóxicos por la madera», contó Rincón.
¿Qué otros factores inciden sobre la calidad del aire en Venezuela?
En nuestro país no solo las industrias afectan la calidad del aire. También lo hace el transporte público, por la combustión expulsada a través de los tubo de escape de los carros y el levantamiento del hollín acumulado en el suelo cuando transitan a altas velocidades, y la quema de basura a cielo abierto, que exacerba la contaminación porque implica la incineración de plásticos, que tiene compuestos de cloro, afirmó la investigadora Rincón.
«No hay seguimiento de parte del ministerio, o hay poco, en relación a la regulación de los vehículos viejos. En otros países tienen un sistema de inspección con el que verifican o garantizan que las emisiones del sector transporte sean pocas. Yo no creo que eso se esté haciendo en Venezuela y si no hay un control industrial, pasaría exactamente lo mismo», explicó.
Para ella el gran problema es que en la nación —la cuarta de América Latina con mayor contaminación por aire en 2014— no hay preocupación por las emisiones de dióxido de carbono, «aunque el cambio climático nos va a comer», porque existen otras problemáticas primarias que atender.
Aquí ni siquiera hay normativas de calidad del aire actualizadas. La última regulación ambiental se actualizó 30 años atrás, hacia 1992, durante el segundo gobierno de Rafael Caldera. Es por ello que pareciera que somos un país con muy baja contaminación atmosférica, pero, en realidad, los límites que son considerados seguros en Venezuela están por debajo de los valores más recientes que establecen los organismos internacionales de la salud.
«TSP es un contaminante que no se regula en el mundo desde el año 1986 porque estudios epidemiológicos encontraron que ese tamaño de partícula no contaminaba y pasaron a regular el material particulado (PM) de 100 micrómetros al de 10 micrómetros, y Venezuela todavía regula TSP, lo cual es un exabrupto. Después (a escala mundial) pasaron a regular hacia los 90 el PM de 2,5 micrómetros, que consideraron hace más daño. Actualmente, todos los estudios que uno consigue están tratando de regular las PM 1, las más pequeñas que sí hacen daño. (…) Entonces tú hablabas con la gente del ministerio y decían ‘nosotros estamos en norma’, pero estamos en norma por unos valores que no son ciertos«.
¿Cómo se hace frente a la contaminación atmosférica en la región?
En Chile, el Senado aprobó un impuesto al carbono para promover la eficiencia energética de los automóviles livianos y medianos e incentivar el ingreso al parque automotor de vehículos menos contaminantes para el aire. También se estableció un impuesto verde para centrales termoeléctricas e industrias del cemento, fundiciones mineras y metalúrgica que implica el cobro de una tasa por tonelada de CO2 emitida. Con ello buscan aumentar la descontaminación de las zonas saturadas por la emisión de contaminantes locales.
En Bogotá, Colombia, donde el Transmilenio produce altas concentraciones de hollín y monóxido de carbono, perjudiciales para la salud, están apostando a la introducción de unidades de transporte eléctrico para reemplazar los autobuses de diésel. Para este año el ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de esa nación espera incorporar 1.485 buses que trabajen bajo ese sistema, para evitar la liberación de 16.000 toneladas métricas de emisiones de carbono que el transporte público produce anualmente en esa localidad.
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Mientras, según explicó el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, en Ciudad de México, por ejemplo, han surgido iniciativas como Absolut Street Trees, que se basa en la creación de grandes murales hechos con pintura que purifica el aire contaminado cuando estas son expuestas al sol en un proceso similar al de la fotosíntesis. Estos murales neutralizan el equivalente a la contaminación generada por 60.000 vehículos al año y su efecto dura al menos una década.
Replicar estos mecanismos en Venezuela, considerando limitaciones y particularidades propias, podrían ayudar a hacerle frente al problema.
Rincón cree que deben hacerse revisiones estrictas en la normativa venezolana en esta materia para, entre otras cosas, ampliar la capacidad de monitoreo y análisis que permita establecer los horarios con mayor contaminación de aire y advertir a las poblaciones más vulnerables sobre ello, evitando así enfermedades y minimizando los riegos de muerte por aire contaminado, que anualmente, de acuerdo con el Banco Mundial, ameritan un gasto equivalente a entre 5%y 14% del PIB de los países.
También debe ampliarse el acceso a la información respecto a la calidad del aire y las emisiones, que es limitada, porque de ello depende el fortalecimiento de las acciones de prevención y reducción de la contaminación atmosférica en la nación.